viernes, 29 de junio de 2012

Una antifascista gilipollas


Relato realísimo

Venían campanadas del templo católico, apostólico y romano. Vibraban con son fúnebre. Por el muerto. Ella iría a arrodillarse. A rezar por el fiambre. 

Si se lo hubiesen contado por ahí, pensaría en lenguas de doble filo. Pero no. Fue ella misma la que adelantó sus intenciones, sus voluntades piadosas. ¡Increíble! La perplejidad se instala en él. Y no sabe si reír o llorar. 

El asunto se remonta a una llamada de teléfono.

Efectivamente, le llamó a una hora en la que no podía atenderla como es debido. Tenía que ir de viaje con su esposa inmediatamente.

Quería saber, ella, cuando acudía, a qué hora, la encargada del tanatorio. Pues estaba cerrado. Al oír la palabra 'tanatorio' se le encendieron al oyente todas las alarmas y expresó su inquietud a la que le había llamado por teléfono.

-¡Oh! Nada. Un vecino. Ha muerto. Tu le conocías. Seguro que te acuerdas del encontronazo que tuve con él.

Y ahí terminó todo. Fue por la mañana. Temprano. 

A mediodía, cuando regresaron del viaje, tras de comer, le picó la curiosidad de la llamada y cogió el auricular y la llamó.

Se puso al aparato primero el marido y luego ella, que le dio pelos y señales del por qué de su llamada. Que comprendía había sido muy a deshoras. Se disculpó con una abalancha de palabras que casi le echó para atrás. Como siempre. Y fue solo el principio de la tromba que vendría después. Del auricular salían, sin contención, como chorro por el grifo, atropelladamente, las explicaciones de lo ocurrido. El fiambre, el que esperaba ver en el tanatorio, cuando vivía como tu y como yo, al parecer, por lo que se había enterado, fue a ver al médico, por urgencias, pues no se encontraba bien del todo. Sentía algo que... Además llevaba tres o cuatro días sin evacuar.

-Así debió expresarse ante el doctor: 'evacuar'; en lugar de utilizar la palabra castellana llana y directa: cagar. Era muy redicho. Si lo sabré yo.

El medico -deducía ella- no llegó a percibir la gravedad de la queja. Eso si, para que no se marchara decepcionado o para curarse en salud (eso quién sabe) le dijo que tendría que hacerse unas radiografías. Mas como el ambulatorio no encerraba entre su material el aparato para hacerlas le preguntó al paciente:

-¿No tiene usted medios para acercarse al hospital provincial? Allí se las harían enseguida y con la placa a la vista daríamos en el clavo de su indisposición y comenzaríamos una cura con conocimiento de causa.

-Si. Tengo coche. Mas en mi estado no me atrevo a ponerme en camino.

-En ese caso, váyase a casa. ¿Le parece?... Otra cosa no podemos hacer. Y si eso que usted siente se agudizara llamaríamos a una ambulancia... ¿De acuerdo? Y mientras tanto, con lo que sea me llama, si así se siente mas tranquilo. 

Y con esas volvió a su morada. El desenlace fue rápido: si eran las siete o las ocho de la tarde cuando se producía el diálogo anterior, a las diez ya estaba muerto. Acudieron, casi de inmediato, según testigos presenciales, el médico con una enfermera que certificaron el óbito. Luego sobrinos y otros parientes a velarlo. No tenía hijos.

Y en cuanto a su visita al tanatorio, motivo de la llamada, ella, con buen acierto, dedujo, al no acudir nadie a abrirlo, después de dos horas de espera, que el interfecto no estaría allí. Y regresó a su hogar. Ya desde su casa llamó por teléfono a la funeraria de la capital provincial. Por cierto, le preguntaron muy amablemente que cómo se suponía que se llamaba el cadáver por el que se interesaba. Esa forma utilizaron: 'cómo se suponía que'.

-Muy atentos los de la funeraria.

Al decirle nombre y apellidos del vecino vivo, hoy espichado, comunicándole con mucha deferencia que si, que con ese nombre y esos apellidos se hallaba un finado en su establecimiento convenientemente tratado. Tieso y congelado en los depósito que la empresa de pompas fúnebres posee en el subterráneo. Todo ello hasta que pasen las horas establecidas por la ley. Transcurrido ese tiempo se devolverá al fallecido al pueblo para ser expuesto en el tanatorio local. 

-El traslado se llevará a cabo con todas las garantías. Como corresponde a una empresa rotulada, creemos que acertadamente, 'Muertos bien muertos, S.A.'. Empresa seria que cumple sus compromisos.

Así le expresó la funeraria y han cumplido con todo. Lo dice porque se ha enterado de que ya han trasladado al tanatorio al fiambre de su vecino.

-Pero... ¿de qué muerto me estás hablando? ¿Lo conozco?

-Ya te dije esta mañana. Lo recuerdo muy bien. Hasta las palabras exactas: 'Tu le conocías. Seguro que te acuerdas del encontronazo que tuve con él'. Verás: fue aquel individuo que expresó en mi casa aquellas ideas horribles sobre los emigrantes...

-¡Coño, si!: que había que echarlos a todos al mar de donde han venido...

-Eso. Y añadió que todos eran unos inútiles que venían a vivir del cuento. Que la sociedad tenía que exterminar a todo aquel que no sirviera para nada. Pero no solo ellos, sino  mendigos, cojos, tullidos, bobos, maricones, comunistas...

-Que si, que lo recuerdo. En su retahila incluyó a feministas...

-'Mujeres metomentodo', dijo.

-¡Ah, si! Me acuerdo. ¿Ese es el interfecto? Ya, ya. Que no pudiste aguantar esas palabras...

-Y lo eché de casa.

Él también recordó que los vecinos decían que era un personaje siniestro. Hasta les daba miedo porque aparecía de improviso. Como si surgiera de las sombras. En cualquier momento. Sin que antes nadie atisbara su presencia. Incluso una vez le vieron con una pistola en la mano. Comentaban que había sido sargento o comandante del ejército franquista y que cuando acabó la contienda lo enviaron a la legión. Si en la guerra de 39/39 del siglo pasado muchas de sus víctimas aun permanecían y permanecen en cunetas y fosas, luego, en la legión, se ensañó con los saharauis rebeldes. Uno del pueblo, que cumplió la mili en Sidi Ifni y el Sahara, contó como le vio echarle pólvora en la boca a un malherido saharaui que le pedía agua. Y a otro que alargaba el brazo pidiendo socorro... sacó la bayoneta y lo abrió en canal.

-Y dices que lo han traído al tanatorio... ¿Y por qué no lo han tirado a un muladar?...

-¡Hombre! ¡Qué cosas dices! Tirarlo... Está en el tanatorio. Si. Para allí voy ahora. A velarlo. Y mañana me han dicho que hay un responso por su alma en el templo católico. Iré a rezar por él.

-¿Tú, una comunista, feminista y de la vanguardia radical?

-Ya. Es por humanidad...

-La que tuvo él con sus víctimas... Con tu padre, por ejemplo.

Colgó el teléfono. Indignado. Furioso. Y perplejo. Por fuerza, ella, se repetía, no puede encarnar lo que autoproclama a diario con exuberante verborrea. Esa cataratas, o cascada, o aluvión de palabras, con que se adorna, esconde, sin duda, una realidad personal incontestable: es una humanitaria gilipollas. ¿Tendrá algo que ver la 'reconciliación nacional' de Carrillo? Que es, por cierto, solo,  reconciliación para los vencidos. ¿Qué militantes ha forjado el partido de Carrillo?... ¿Los que se arrodillan ante los verdugos?... ¿Así van a homenajear a las víctimas?...

Ahora que doblaron las campanas. Que tañeron solemnes. Desde el templo católico, apostólico y romano. Que vibraron con son luctuoso. Por el muerto. Que ella estará arrodillada rezando por el fiambre. Ahora, precisamente ahora, si se lo hubieran contado por ahí, pensaría que eran lenguas de doble filo. Pero no. Fue ella misma la que adelantó sus intenciones, sus voluntades piadosas. ¡Increíble! 

Y no tendría la menor importancia si ella no fuera quien es o dice ser: antifascista, feminista, atea, comunista para mas señas, e hija de un asesinado por los franquistas.

Como ven, este relato ha resultado muy muy político sin que el narrador, un servidor de ustedes, tenga nada que ver con el resultado. Son los propios personajes los que lo hacen de esa materia.

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