lunes, 18 de junio de 2012

Iswe Letu: Foto de un momento histórico


EL SEXO, TIERRA DE PROMISIÓN

Decíamos que la novela de Nadine Gordimer 'El último mundo burgués' era como una especie de foto de un momento histórico transformado en instante eterno, aunque no estamos del todo seguros de que ese momento haya ya pasado. Es más estamos convencidos de que, aparte del aparheit como ley segregadora, la mayor parte de los problemas siguen ahí, incluso la segregación sin ley. ¿Por qué lo decimos? No hay mas que ver que los detentadores del Capital siguen siendo los mismos.

Lo que habrá cambiado será la visión del negro militante que los progresistas blancos tenían en su mente.

Veamos, a pesar de las pocas páginas de este relato encierra un mundo complejo de relaciones psicológicas a veces, para nosotros, difíciles de captar.

Vemos las opiniones de una mujer en cuanto al rol desempeñado por ella en el sexo con el nuevo amante, un abogado, blanco como la protagonista, de una desnudez desprejuiciada, valga la palabra:

'Pero cuando entra en mi, como anoche, ocurre algo extraño. Es mucho mejor que otro de mi edad, me penetra con una firme y majestuosa erección que durará tanto como queramos. A veces permanece dentro de mi durante una hora y puedo poner mi mano sobre mi vientre y notar la cabeza roma del miembro, como un estandarte erguido a través de mi carne. Pero mientras me llena, mientras parece que mis últimos resquicios se cierran para siempre, mientras estamos tendidos en silencio, tengo la sensación de que soy yo quien le ha introducido en mi carne, soy yo quien le retiene ahí, quien le posee sin que él pueda hacer nada para evitarlo. Si flexiono los músculos de mis entrañas es como si estrangulara a alguien. No habla, el tormento del placer cierra sus ojos, de párpados tiernos sin las gafas. E incluso cuando hace que lleguemos sl extasis, sigo sujetándole después como si lo hubiera estrangulado: caliente, espeso, muerto dentro de mi."

Es un sexo sin estridencias, pero sin prejuicios. U sexo pensado, reflexionado. Un sexo post coital, si se nos vuelve a permitir usar estas palabrejas.

Cuando leímos esto se nos ocurrió que, si ella se pensaba penetradora, nos podíamos imginar otro tipo de relaciones con un negro, con un negro militante, quien es 'una de esas personas cuyas ropas se mueven audiblemente, tela contra tela, con el movimiento muscular, de cuya respiración una es agradablemente consciente, como el ronroneo de un gato en la habitación, y cuyo calor corporal deja huellas dactilares en su vaso'. Negro militante quien nada más entrar 'me cogió de inmediato por la parte superior de los brazos y dejó que sus manos se deslizaran hacia los codos, apretándome suavemente. Estuvimos así un momento, sonriendo, coqueteando'. Añadiendo que era 'un juego; con las palmas me dio un pequeño tirón en los lados exteriores de los senos, como quien dice "¡vaya!" y entramos en la sala de estar.' Y cuando el militante, negro, se va: 'El sonrió y, con solo el sentimiento correcto, ligero, me puso un instante la mano en el trasero, con el gesto de quien dice: "espera ahí".'

Ese "espera ahí" es la promesa de deleite infinito. Una inmersión en lo prohibido. Un traspasar las normas. Porque él no eso uno cualquiera, es un militante negro, ¡casi nada!

Ponemos estas citas, de marcado sentido erótico, porque pueden esconder el prejuicio de una mujer blanca.

Nos explicamos: en las novelas que hemos leído de Nadine Gordimer nos ha parecido ver que casi siempre que aparece en escena un militante negro en la casa de una blanca progresista se le representa como si allí hubiera entrado un ser supremo, anhelado desde tiempos antiguos, una especie de mesías (¿le habrá traicionado el origen judío de la escritora?) dechado de perfecciones, dentro, claro está, de una pobre vestimenta. Se comporta como perro por su casa: atrevido, sonriente, inteligente, atractivo, desenvuelto, descarado... ¿cómo decirlo?... entra el dueño a quien un día echaron de casa a tomar posesión de la misma y, si fuera posible, de la señora que habita en ese momento la casa; hay que agasajarlo y... después de una buena comida y unos buenos ligotazos de vino o coñac o champán... se le adivina desnudo, musculoso, potente, arrostrador de peliros sin cuento, con el miembro erecto, un buen cipote que taladre sin misericordia la tela femenina...

Decimos lo de 'prejuicio' porque entre los negros, como entre los blancos, como entre los amarillos o aceitunados, prejuicios aparte, hay hermosos ejemplares con buenas pollas y elementos enclenques, esmirriados, con pililas pequeñitas; así como hay gentes valientes y osadas y... cobardes como ratas.

Pero la imaginación es poderosísima. Y ante ella solo la contumaz realidad puede derrotarla. Y no siempre.

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