martes, 12 de mayo de 2009

José Mª Amigo Zamorano: En pos de la belleza '¿Te duele?'

Libro: ¿Te duele?
Autora: Angela Segovia Soriano
Edita: Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes
Año: 2009


Ángela Segovia Soriano, de 21 años, nacida en Las Navas del Marqués (Ávila), estudiante de Publicidad en la Complutense y alumna de la Fundación Centro de Poesía José Hierro es la flamante ganadora del V Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande 2009, dotado con 6.000 euros y que incluye la publicación del libro dentro de la colección literaria Universidad Popular, patrocinada por el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes. El jurado, compuesto por Luis Alberto de Cuenca, Ignacio Elguero, Luz Pichel y Manuel Romero Mancha emitió el fallo por unanimidad y destacó el alto nivel de las obras presentadas al certamen, entre las que destacó ¿Te duele?, la ganadora Ángela Segovia considera "demasiado difícil definirse a uno mismo", pero describe su poesía como "una secuencia de imágenes con potencia, como si fueran la secuencia visual de una poesía surrealista". Con anterioridad, ha publicado en el taller de Poesía José Hierro de Getafe Cuadernos del matemático y ha ilustrado el libro Torrijas y balas, de Miguel Ángel Martín.
Fuimos a ver la presentación del libro en su pueblo Las Navas del Marqués. De factura surrealista, (a '¿Te duele?' le hemos hallado algún eco de Saint John Perse en 'Anábasis'), es como un camino hacia la apropiación de la belleza en tres fases: 1ª, 'casa-mano'; 2ª, 'Dentro, sin respirar' y 3ª, 'Una funda con mi nombre''. En el avance hacia esa meta, un avance seguro, casi sin titubeos, va arrojando trozos que no le sirven y los abandona sin mas. Duela a quien le doliere. Es un movimiento imparable. Sin consideraciones. Porque sabe quien es, de que lugar procede y hacia dónde se dirige su canto. O eso cree ella.
Comienza con una suerte de reflexión sobre la caducidad de las cosas, de los seres o sobre el destino en el que se verán abocados. Una mirada impropia de su edad. Aunque 'impropia de edad' es un lugar común: hay hay quienes no maduran ni cuando están a punto de fenecer y otros, en cambio, ya se esnifan rayas de coca con 14 o 15 años. Pero, si, reconozcamos que no es lo más general en esas edades juveniles darse cuenta de que la vida es un soplo y hay que aprovecharla. Leemos ya en la primera página: 'Mira / sólo sé que después vendrá la tierra / a por nosotros'. Y sin solución de continuidad añade que no quedará nada: 'Los abismos las llamadas / desaparecerán, / el hambre la lluvia todo'. Si acaso una fotografía para el recuerdo: 'Colocaos para la foto que se hace tarde / y las cabezas de las vacas se van a apagar / que la luz es muy amarilla ahora / y hay un resquicio de azafrán prendido en las hojas / del pino'.
Partiendo de estos supuestos, ciertos, hay que llenar la vida cada instante, en una actitud abierta a lo que se ofrece por doquier, a la belleza, que aunque fugaz existe y hay que aprisionarla antes de que se evapore, no hay que dejarla pasar. Porque cuando surge, porque brota por ahí y es muy sonora, nace con 'gran ruido de párpados'. Los párpados de uno, singulares. No los párpados del universo, de la Humanidad, ni de la colectividad. Pudiéramos decir que son los párpados de la soledad. De los ojos de Ángela Segovia: 'Yo, / atrapada en tu terciopelo azul, / sangrando el alma porque no puedo / no puedo sostener tanta belleza'.
Es un problema que se soluciona haciéndose belleza, introduciéndose entre sus pliegues. Así, de ese modo se desprende de su materialidad. Lo decimos porque se da a entender que la belleza es algo que está por encima, levitando. Como decía Claudio Rodríguez de la claridad: 'viene del cielo; / es un don: no se halla entre las cosas / sino muy por encima'. La poetisa navera viendo desde la distancia todo lo anterior lo expulsa, lo tira, no le sirven ya: 'los recuerdos que se me atragantan te los doy, / para ti todos'. No quiere que nadie le obstruya ese sendero. No quiere eclipses. Le duela a quien le duela. Es inmisericorde en su andadura. Ni un poso de miramiento, de conmiseración o de ternura. Lo que ya fue deja de servir y lo abandona en la vereda. Como los versos que leyó en la representación de su libro. En la performance según alguno dijo. Y si alguno de los deshechos le duele, porque al fin y al cabo también tiene algo de humana, son como piedrecitas, pequeños cantos que de una patada se los aparta de la senda por la camina en pos de la belleza. Son obstáculos sin importancia en su camino, en su paso por la vida. Es como si avanzara con perfil de diosa 'ebria de violetas'. Angela Segovia Soriano tiene el orgullo de la juventud: 'Que le vamos a hacer / si nacimos caleidoscópicas / y el paso de las hojas nos define'. Efectivamente caminas 'con esa indiferencia que te arropa, / que te ensalza, que te hace superior'. Tan superior, tan suprema que no quiere la permanencia, sino la muerte en la cima: 'con la punta clavada en la garganta por donde sale / mi última palabra / entre estertores atragantados de muselina y gasas / estupefactas. / Mi última palabra / eres tú: / COLIBRÍ. / La belleza ha de ser el único motivo de la muerte'. Es su testamento final.
Todo un poema de métrica libre. Surrealista. Como dijimos arriba le notamos un eco leve de Perse. De quién sea la influencia no sabemos. Pero sí que ha sido, luego, procesada y le ha salido propia. De su alma. De su sangre. De su ser. De sus propias entrañas. Es decir: con personalidad propia, con estilo suyo.
Ha nacido en Las Navas del Marqués una firma poética. Con ansias de cielo. Decía Rubén Darío: 'y tuve hambre de espacio y sed de cielo / desde las sombras de mi propio abismo'. Esperemos que no se esté elevando Ángela desde ningún 'abismo'. Porque los abismos, muchas veces, nunca tienen fondo. Son mortales. Cuando Ángela regrese a la tierra, que regresará, será más divina por humana. Por eso le hablamos de Aimé Cesaire y su 'Cuaderno de regreso al país natal', también surrealista, que no conocía. Si algún día lo lee se encontrará con estos versos muy terrenales que nos gusta citar muy a menudo: 'Y sobre todo mi cuerpo y también mi alma, guardaos de cruzar los brazos en la actitud estéril del espectador, pues la vida no es un espectáculo, un mar de dolores no es un proscenio, un hombre que grita no es un oso que danza... '.
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Foto: Ángela Segovia Soriano

lunes, 4 de mayo de 2009

Iswe Letu: Por la calle Molinillo de Las Navas del Marqués



Al final de la calle Juan Fernández Yagüe nos metemos por una calleja de rótulo Travesía del Álamo. Es como salir de la luz y entrar en la penumbra. Esta travesía se nos atraviesa. Nos vamos de allí y torciendo a la izquierda y luego a la derecha penetramos en otra calleja o travesía sin nombre. O al menos nosotros no lo vemos. Estaba vacheada la calzada, el asfalto agrietado, corroido, remendado... luego volvimos al día siguiente y le estaban echando una capa de brea. La necesitaba.
Si en la anterior travesía, la del Álamo, nos figuramos en la penumbra en esta, en la sin nombre, nos rodean las tinieblas. Y es que por estas Navas que dicen del Marqués hay calles, callejas o travesías alejadas o dejadas de la mano de Dios. Posiblemente no vivan parientes o amigos de los jefes municipales por estos lares. Posiblemente no, casi seguro.
Desembocamos en una calle ancha y luminosa. Más adelante leemos: Calle del Molinillo. Lástima, no tiene poyos. Muchas casas tienen orientada su entrada al sur, a la solana. Las ventanas hacia este punto cardinal son más grandes. Bueno, pues en la calle del Molinillo también. Recogen así el calor del sol, que buena falta hace en este pueblo serrano.
Decíamos que el Molinillo no tiene poyos. Y lo sentimos pues es muy larga y en cuesta. No se hallan poyos porque no los necesita al tener, como tienen, casi todas las casas, un patio o jardincillo delante. Y plantas. Ahora, en primavera, lilas florecidas. También enredaderas. Y, como no, muchas se rodean de verjas. No necesitan hablar con el vecino o con el viandante o con el paseante. Suponemos, comparándola con otras calles, que por aquí se asentarían, antaño, gentes del pueblo que lograron un holgado vivir. Sin duda con su esfuerzo. Con su duro trabajo.
Alguien al que se lo comentamos nos contesta preguntándonos:
-¿Solo con su esfuerzo y trabajo?

Y otro responde:
-Y con el de algún obrero al que explotaron.

Nosotros no lo sabemos. De todo habría. Eso sí, se diferenciaron. Y se atrincheraron. Incluso algún perro nos ladraba.
Nos detenemos un instante. Discuten un hombre y una mujer. Un niño llora. Es una familia emigrante. Son rumanos. Tienen antena parabólica. Les une a su tierra y se sienten menos solos y extraños. Este edificio ya no tiene jardincillo, pero en cambio le han puesto un patio delante de la casa y una escalera para subir al piso de más arriba. Hay algunas más de este tipo. No sabemos si el Consistorio tendrá normas de edificación. Pero lo suponemos. Y si es así puede que no cumplan con ese reglamento. Claro está que cuando un edificio se sale de la regularidad urbanistica, destroza la armonía, es como un pegote, un manchón, una cagadita en la soleada calle del Molinillo en esta primavera del 2009. No estará lejos de estos desaguisados la influencia, el amiguismo, el mamoneo y el dios llamado Dinero.
Dos ancianas se saludan. No se entienden. Vocean. Son sordas.
Seguimos nuestra andadura calle arriba. Justo unos metros más allá del Molinillo 112, tres jóvenes, levantado el capó de su coche, lo miran como extasiados, casi con amor. Puede que estén enamorados. No es extraño. A lo mejor es su única propiedad. Quizás no del todo. Tal vez el banco tenga aun un tanto por ciento elevado del automóvil. En cualquier caso es suyo. Y en esta sociedad capitalista de adoración a la Santa Propiedad los verdaderamente propietarios han inoculado esa veneración por la misma a sus criados o esclavos. Con lo cual todos se unen, pobres y ricos, en esa postración ante el dios de la Propiedad Capitalista. Con este envenenamiento, los Propietarios Reales tienen asegurado, mientras duren los efectos de la pócima, su emporio de posibles revueltas, pues siendo todos iguales, amos y criados, esclavos y esclavistas, ¿quién va a levantarse para destruir el sistema?
Decíamos Molinillo 112 porque así se rotula una de las casas. Y la alegra, la embellece, con sus azulejos blancos y sus números y letras azules. Es un signo de distinción agradable a la vista. No sabemos quién vive ahí pero ha tenido gusto. Y se lo agradecemos. Un ayuntamiento, digno de tal nombre, debería premiar este adecentamiento de inmuebles. Animaría, quizás, a otros a cambiar la adustez de las calles por una alegre y luminosa sonrisa.
Ya en el final de la cuesta, en el mismo rellano podríamos decir, que da paso a los Matizales han edificado un inmueble moderno: de dos plantas y cinco casas adosadas, de forma rectangular, lineas rectas, color blanco tenue en la parte de abajo y gris con cinco franjas de un azul pálido arriba. Han eliminado la terraza o jardincillo. Lo singular del edificio, su diseño, es que la puerta de entrada está en la parte norte, es decir en la umbría. En la solana, en el sur, hay cinco grantes persianas que llegan hasta el suelo. Suponemos que son la entrada al garaje. Por cierto, no se ve el tejado; y las ventanas tampoco parecen estar ideadas para recoger el calor del sol. ¡Allá el arquitecto y los que las hayan comprado! Pero tenemos que decir que rompe la estética de toda la calle, por lo tanto, sin ser feo, que no lo es, es ciertamente una cagarruta urbanística. A continuación, así mismo con azulejos y letras azules, la palabra 'Dona', que es palabra catalana o lo parece, en el vallado de una finca. Por fin, 'Villa Manuela' que es castellano. Una villa de Los Matizales. Otro mundo. Incluso multicultural en los rótulos. Allí está 'Miren etxea', así, en euskera, 'Casa de Miren' traducido al castellano. De un pedagogo relevante. ¿Franquista? Quizás. Victor García Hoz. Connotado pedagogo, no obstante. Ya fallecido. Pero esa es otra historia.