martes, 30 de diciembre de 2008

Fray Luis de León: Décima (al salir de la cárcel)


décima Al salir de la cárcel

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa
en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa
ni envidiado ni envidioso.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Karl Marx: Dominación británica de la India en 5 capítulos

Carlos Marx
Dominación británica de la India[1]

Bajo este título escribió Marx un artículo que nosotros lo hemos dividido en cinco partes:1. Una Italia de proporciones asiáticas; 2. La organización de las obras públicas; 3. Laisez faire, laisez aller; 4. Destrucción de la organización social; 5. Base del despotismo feudal.
Lo ponemos aquí, copiado del blog 'Africano' que le sirvió para comprender lo que los estados coloniales, los estados imperialistas y otros de menor cuantía, hicieron en África, muy semejante al saqueo al que sometiron a la India. Y al mismo tiempo nos puede valer a nosotros para librarnos de ese concepto de que lo primitivo está tocado con un aura de bondad, de pureza, de ingenuidad... y por ende ponernos a llorar añorando lo pasado como plañideras, como lloricas reaccionarios.
Está bien constatar las salvajadas y brutalidades de imperio inglés, anotar todo lo que arrasó por el simple afán de lucro. Pero conviene también dejar constancia de lo que la sociedad anterior tenía de malsano. De modo que así, de ese modo, se puede uno acercar a la verdad objetiva. Eso hace Marx en Londres un viernes, 10 de junio de 1935.
El que quiera tenerlo para él sin mezcla alguna, le quita los títulos y tendrá el original mondo y lirondo.

I. Una Italia de proporciones asiáticas

El Indostán es una Italia de proporciones asiáticas, con el Himalaya por los Aldes, las llanuras de Bengala por las llanuras de Lombardía, la cordillera del Decán por los Apeninos y la isla de Ceilán por la de Sicilia. La misma riqueza y diversidad de productos del suelo e igual desmembración en su estructura política. Y así como Italia fue condensada de cuando en cuando por la espada del conquistador en diversas masas nacionales, vemos también que el Indostán, cuando no se encuentra oprimido por los mahometanos, los mogoles[2] o los británicos, se divide en tantos Estados independientes y antagónicos como ciudades o incluso pueblos cuenta. Sin embargo, desde el punto de vista social, el Indostán no es la Italia, sino la Irlanda del Oriente. Y esta extraña combinación de Italia e Irlanda, del mundo de la voluptuosidad y del mundo del dolor, se anticipaba ya en las antiguas tradiciones de la religion del Indostán. Esta es a la vez una religión de una exuberancia sensualista y de un ascetismo mortificador de la carne, una religión de Lingam[3] y de Yaggernat, la religión del monje y de la bayadera[4].
No comparto la opinión de los que creen en la existencia de una edad de oro en el Indostán, aunque para confirmar mi punto de vista no me remitiré, como lo hace sir Charles Wood, al período de la dominación de Kuli khan. Pero, tomemos, por ejemplo, los tiempos de Aurengzeib; o la época en que aparecieron los mogoles en el Norte y los portugueses en el Sur; o el período de la invasión musulmana y de la Heptarquía[5] en el Sur de la India; o, si ustedes quieren retornar a una antigüedad más remota, tomemos la cronología mitológica de los brahmines[6], que remonta el origen de las calamidades de la India a una época mucho más antigua que el origen cristiano del mundo.
No cabe duda, sin embargo, de que la miseria ocasionada en el Indostán por la dominación británica ha sido de naturaleza muy distinta e infinitamente más intensa que todas las calamidades experimentadas hasta entonces por el país. No aludo aquí al despotismo europeo cultivado sobre el terreno del despotismo asiático por la Compañía inglesa de las Indias Orientales[7]; combinación mucho más monstruosa que cualquiera de esos monstruos sagrados que nos infunden pavor en un templo de Salseta[8]. Este no es un rasgo distintivo del dominio colonial inglés, sino simplemente una imitación del sistema holandés, hasta el punto de que para caracterizar la labor de la Compañía inglesa de las Indias Orientales basta repetir literalmente lo dicho por sir Stamford Raffles, gobernador inglés de Java, acerca de la antigua Compañía holandesa de las Indias Orientales:
"La Compañía holandesa, movida exclusivamente por un espíritu de lucro y menos considerada con sus súbditos que un plantador de las Indias Occidentales con la turba de esclavos que trabajaba en sus posesiones —pues éste había pagado su dinero por los hombres adquiridos en propiedad, mientras que aquélla no había pagado nada—, empleó todo el aparato de despotismo existente para exprimirle a la población hata el último céntimo en contribuciones y obligarla a trabajar hasta su completo agotamiento. Y así, agravó el mal ocasionado al país por un gobierno caprichoso y semibárbaro, utilizándolo con todo el ingenio práctico de los políticos y todo el egoísmo monopolizador de los mercaderes".


II. La organización de las obras públicas

Guerras civiles, invasiones, revoluciones, conquistas, años de hambre: por extraordinariamente complejas, rápidas y destructoras que pudieran parecer todas estas calamidades sucesivas, su efecto sobre el Indostán no pasó de ser superficial. Inglaterra, en cambio, destrozó todo el entramado de la sociedad hindú, sin haber manifestado hasta ahora el menor intento de reconstitución. Esta pérdida de su viejo mundo, sin conquistar otro nuevo, imprime un sello de particular abatimiento a la miseria del hindú y desvincula al Indostán gobernado por la Gran Bretaña de todas sus viejas tradiciones y de toda su historia pasada.
Desde tiempos inmemoriales, en Asia no existían, por regla general, más que tres ramos de la hacienda pública: el de las finanzas, o del pillaje interior; el de la guerra, o pillaje exterior, y, por último, el de obras públicas. El clima y las condiciones del suelo, particularmente en los vastos espacios desérticos que se extienden desde el Sahara, a través de Arabia, Persia, la India y Tartaria, hasta las regiones más elevadas de la meseta asiática, convirtieron el sistema de irrigación artificial por medio de canales y otras obras de riego en la base de la agricultura oriental. Al igual que en Egipto y en la India, las inundaciones son utilizadas para fertilizar el suelo en Mesopotamia, Persia y otros lugares: el alto nivel de las aguas sirve para llenar los canales de riego. Esta necesidad elemental de un uso económico y común del agua, que en Occidente hizo que los empresarios privados se agrupasen en asociaciones voluntarias, como ocurrió en Flandes y en Italia, impuso en Oriente, donde el nivel de la civilización era demasiado bajo, y los territorios demasiado vastos para impedir que surgiesen asociaciones voluntarias, la intervención del Poder centralizador del Gobierno. De aquí que todos los gobiernos asiáticos tuviesen que desempeñar esa función económica: la organización de las obras públicas. Esta fertilización artificial del suelo, función de un gobierno central, y en decadencia inmediata cada vez que éste descuida las obras de riego y avenamiento, explica el hecho, de otro modo inexplicable, de que encontremos ahora territorios enteros estériles y desérticos que antes habían sido excelentemente cultivados, como Palmira, Petra, las ruinas que se encuentran en el Yemen y grandes provincias de Egipto, Persia y el Indostán. Así se explica también el que una sola guerra devastadora fuese capaz de despoblar un país durante siglos enteros y destruir toda su civilización.

III. Laissez faire, laissez aller

Pues bien, los británicos de las Indias Orientales tomaron de sus predecesores el ramo de las finanzas y el de la guerra, pero descuidaron por completo el de las obras públicas. De aquí la decadencia de una agricultura que era incapaz de seguir el principio inglés de la libre concurrencia, el principio del laissez faire, laissez aller[*]. Sin embargo, estamos acostumbrados a ver que en los imperios asiáticos la agricultura decae bajo un gobierno y resurge bajo otro. Aquí la cosecha depende tanto de un gobierno bueno o malo como en Europa del buen o mal tiempo. Por eso, por graves que hayan sido las consecuencias de la opresión y del abandono de la agricultura, no podemos considerar que éste haya sido el golpe de gracia asestado por el invasor británico a la sociedad hindú, si todo ello no hubiera sido acompañado de una circunstancia mucho más importante, que constituye una novedad en los anales de todo el mundo asiático. Por importantes que hubiesen sido los cambios políticos experimentados en el pasado por la India, sus condiciones sociales permanecieron intactas desde los tiempos más remotos hasta el primer decenio del siglo XIX. El telar de mano y el torno de hilar, origen de un ejército incontable de tejedores e hiladores, eran los pivotes centrales de la estructura social de la India. Desde tiempos inmemoriales, Europa había recibido las magníficas telas elaboradas por los hindúes, enviando a cambio sus metales preciosos, con lo que proporcionaba la materia prima necesaria para los orífices, miembros indispensables de la sociedad hindú, cuya afición por los aderezos es tan grande que hasta los individuos de clases más bajas, que andan casi desnudos, suelen tener un par de pendientes de oro o algún adorno de oro alrededor del cuello. Era casi general la costumbre de llevar anillos en los dedos de las manos y de los pies. Las mujeres y los niños se adornaban frecuentemente los tobillos y los brazos con aros macizos de oro o de plata, y las estatuillas de oro o plata, representando a las divinidades, eran un atributo del hogar. El invasor británico acabó con el telar de mano indio y destrozó el torno de hilar. Inglaterra comenzó por desalojar de los mercados europeos a los tejidos de algodón de la India; después llevó el hilo torzal a la India y terminó por invadir la patria del algodón con tejidos de algodón. Entre 1818 y 1836, la exportación de hilo torzal de Inglaterra a la India aumentó en proporción de 1 a 5.200. En 1824, la India apenas importó 1.000.000 de yardas de muselina inglesa, mientras que en 1837 la importación subió ya a más de 64.000.000 de yardas. Pero durante ese mismo período la población de Dacca se redujo de 150.000 habitantes a 20.000. Esta decadencia de ciudades de la India, que habían sido célebres por sus tejidos, no puede ser considerada, ni mucho menos, como la peor consecuencia de la dominación inglesa. El vapor británico y la ciencia británica destruyeron en todo el Indostán la unión entre la agricultura y la industria artesana.

IV. Destrucción de la organización social

Estas dos circunstancias -de una parte, el que los hindúes, al igual que todos los pueblos orientales, dejasen en manos del Gobierno central el cuidado de las grandes obras públicas, condición básica de su agricultura y de su comercio, y de otra, el que los hindúes, diseminados por todo el territorio del país, se concentrasen a la vez en pequeños centros en virtud de la unión patriarcal entre la agricultura y la artesanía- originaron desde tiempos muy remotos un sistema social de características muy particulares: el llamado villaje system (sistema de comunidades rurales). Este sistema era el que daba a cada una de estas pequeñas agrupaciones su organización autónoma y su vida distinta. Podemos juzgar de las características de este sistema por la siguiente descripción que figura en un antiguo informe oficial sobre los asuntos de la India, presentado en la Cámara de los Comunes:
"Considerado geográficamente, un poblado es un espacio de unos cientos o miles de acres de tierras cultivadas e incultas; desde el punto de vista político parece una corporación o un municipio. Por lo común suele tener los siguientes funcionarios y servidores: un potail o jefe, que es, generalmente, el encargado de dirigir los asuntos del poblado, resuelve las disputas que surgen entre sus habitantes, posee poder policíaco y desempeña dentro del poblado las funciones de recaudador de contribuciones, para lo cual es la persona más indicada, por su influencia personal y su perfecto conocimiento de la situación y los asuntos de la gente. El kurnum lleva las cuentas de las labores agrícolas y registra todo lo relacionado con ellas. Siguen el tallier y el totie: las obligaciones del primero consisten en recoger informes sobre los delitos o las infracciones que se cometan, y acompañar y proteger a las personas que se trasladen de un poblado a otro; las obligaciones que segundo parecen circunscribirse más a los límites del poblado y consisten, entre otras, en guardar las cosechas y ayudar a medirlas. El guardafrontera cuida los lindes del poblado y testifica acerca de ellos en caso de disputa. El vigilante de los depósitos de agua y de los canales es el encargado de distribuir el agua para las necesidades de la agricultura. El brahmín que vela por el culto. El maestro de escuela, a quien se puede ver enseñando a los niños del poblado a leer y a escribir sobre la arena. El brahmín encargado del calendario, o astrólogo, y otros. Todos estos funcionarios y servidores constituyen la administración del poblado, que en ciertos lugares del país es más reducida, pues algunos de los deberes y funciones que se han descrito se refunden y desempeñan por una misma persona; en otros lugares su número es mayor. Los habitantes del campo han vivido bajo esta forma primitiva de gobierno municipal desde tiempos inmemoriales. Los límites de los poblados cambiaban muy raramente, y aunque en ocasiones los poblados sufrían grandes daños e incluso eran desvastados por la guerra, el hambre o las enfermedades, el mismo nombre, los mismos límites, los mismos intereses y hasta las mismas familias perduraban durante siglos enteros. A los habitantes de esos poblados no les preocupaba en absoluto la desaparición o las divisiones de los reinos; mientras su poblado siguiese intacto, les tenía sin cuidado la potencia a cuyas manos habían pasado o el soberano a que habían sido sometidos, pues su economía interior permanecía inmutable. El potail seguía siendo el jefe y seguía actuando como juez o magistrado y recaudador de contribuciones".
Estas pequeñas formas estereotipadas de organismo social han sido destruidas en su mayor parte y están desapareciendo, no tanto por culpa de la brutal intromisión del recaudador británico de contribuciones o del soldado británico, como por la acción del vapor inglés y de la libertad de comercio inglesa. Estas comunidades de tipo familiar tenían por base la industria doméstica, esa combinación peculiar de tejido a mano, hilado a mano y laboreo a mano, que les permitía bastarse a sí mismas. La intromisión inglesa, que colocó al hilador en Lancashire y al tejedor en Bengala, o que barrió tanto al hilador hindú como al tejedor hindú, disolvió esas pequeñas comunidades semibárbaras y semicivilizadas, al hacer saltar su base económica, produciendo así la más grande, y, para decir la verdad, la única revolución social que jamás se ha visto en Asia.

V. Bases del despotismo feudal

Sin embargo, por muy lamentable que sea desde un punto de vista humano ver cómo se desorganizan y descomponen en sus unidades integrantes esas decenas de miles de organizaciones sociales laboriosas, patriarcales e inofensivas; por triste que sea verlas sumidas en un mar de dolor, contemplar cómo cada uno de sus miembros va perdiendo a la vez sus viejas formas de civilización y sus medios hereditarios de subsistencia, no debemos olvidar al mismo tiempo que esas idílicas comunidades rurales, por inofensivas que pareciesen, constituyeron siempre una sólida base para el despotismo oriental; que restringieron el intelecto humano a los límites más estrechos, convirtiéndolo en un instrumento sumiso de la superstición, sometiéndolo a la esclavitud de reglas tradicionales y privándolo de toda grandeza y de toda iniciativa histórica. No debemos olvidar el bárbaro egoísmo que, concentrado en un mísero pedazo de tierra, contemplaba tranquilamente la ruina de imperios enteros, la perpetración de crueldades indecibles, el aniquilamiento de la población de grandes ciudades, sin prestar a todo esto más atención que a los fenómenos de la naturaleza, y convirtiéndose a su vez en presa fácil para cualquier agresor que se dignase fijar en él su atención. No debemos olvidar que esa vida sin dignidad, estática y vegetativa, que esa forma pasiva de existencia despertaba, de otra parte y por oposición, unas fuerzas destructivas salvajes, ciegas y desenfrenadas que convirtieron incluso el asesinato en un rito religioso en el Indostán. No debemos olvidar que esas pequeñas comunidades estaban contaminadas por las diferencias de casta y por la esclavitud, que sometían al hombre a las circunstancias exteriores en lugar de hacerle soberano de dichas circunstancias, que convirtieron su estado social que se desarrollaba por sí solo en un destino natural e inmutable, creando así un culto embrutecedor a la naturaleza, cuya degradación salta a la vista en el hecho de que el hombre, el soberano de la naturaleza, cayese de rodillas, adorando al mono Hanumán y a la vaca Sabbala.
Bien es verdad que al realizar una revolución social en el Indostán, Inglaterra actuaba bajo el impulso de los intereses más mezquinos, dando pruebas de verdadera estupidez en la forma de imponer esos intereses. Pero no se trata de eso. De lo que se trata es de saber si la humanidad puede cumplir su misión sin una revolución a fondo en el estado social de Asia. Si no puede, entonces, y a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha revolución. En tal caso, por penoso que sea para nuestros sentimientos personales el espectáculo de un viejo mundo que se derrumba, desde el punto de vista de la historia tenemos pleno derecho a exclamar con Goethe:

"Sollte diese Qual uns quälen
Da sie unsre Lust vermehrt,
Hat nicht Myriaden Seelen
Timur's Herrschaft aufgezehrt? " [**]

(traducido del inglés)

*

Escrito: Por Marx el 10 de junio de 1853.
Primera edición: Publicado en el The New York Daily Tribune, núm. 3804, del 25 de junio de 1853.
Fuente: C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas, en dos tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1971; t. I.


__________
NOTAS
[*] Dejad hacer, dejad pasar: fórmula de los economistas burgueses librecambistas que defendían la libertad de comercio y la no ingerencia del Estado en el dominio de las relaciones económicas. (N. de la Edit.)

[**]
¿Quién lamenta los estragos
Si los frutos son placeres?
¿No aplastó miles de seres
Tamerlán en su reinado?
(De la poesía de Goethe "A Suleika" del Diván occidental-oriental) (N. de la Edit.)

[1] Los artículos de Marx "La dominación británica en la India" y "Futuros resultados de la dominación británica en la India" son de los mejores que salieron de su pluma sobre el problema nacional y colonial.

[2] Mogoles: conquistadores de origen túrquico procedentes de la parte oriental de Asia Central que invadieron la India a comienzos del siglo XVI y fundaron en 1526, en el Norte de este país, el Imperio de los Grandes Mogoles (así se denominaba la dinastía gobernante de este imperio) que, debido a las continuas luchas intestinas y al reforzamiento de las tendencias separatistas feudales se disgregó prácticamente en la primera mitad del siglo XVIII.

[3] Religión de Lingam: culto a la deidad de Siva extendido particularmente entre la secta india meridional de los lingayates (de linga, símbolo de Siva) que no reconoce las diferencias de casta y rechaza los ayunos, los sacrificios y las peregrinaciones.

[4] Yaggernat (Yaganat): una de las encarnaciones del dios hindú Vichnú. Los sacerdotes del templo de Yaggernat obtenían cuantiosos ingresos de las peregrinaciones en masa (estimulando además la prostitución de las bayaderas, residentes en el templo). El culto de Yaggernat se distinguía por la extraordinaria suntuosidad de los ritos y por el extremado fanatismo religioso, que se manifestaba en las flagelaciones y suicidios de los creyentes. Durante las grandes fiestas, algunos de ellos se lanzaban bajo las ruedas de la carroza en que se llevaba la imagen de Vichnú-Yaggernat.

[5] Heptarquía (siete gobiernos): término adoptado en la historiografía inglesa para designar el régimen político de Inglaterra en los albores de la Edad Media, cuando el país estuvo fraccionado en siete reinados anglosajones (del siglo VI al VIII). Marx utiliza aquí, por analogía, este término para designar el fraccionamiento feudal del Decán (India central y meridional) antes de su conquista por los musulmanes.

[6] Brahmines: una de las cuatro castas más antiguas de la India a la que pertenecía primero y fundamentalmente la capa privilegiada de los sacerdotes; posteriormente, lo mismo que otras castas indias, abarcaba, además de los sacerdotes, a gente de diversas profesiones y origen social, sin excluir a los campesinos y artesanos empobrecidos.

[7] Compañía de las Indias Orientales: compañía comercial inglesa que fue instrumento de la política colonial inglesa en la India, China y otros países de Asia. Se fundó en 1600. La ley adoptada en 1853 restringía los derechos monopolistas de la Compañía para dirigir la India. La Compañía fue liquidada definitivamente en 1858.

[8] La isla de Salsette, situada al Norte de Bombay, tenía fama por sus 109 templos budistas en grutas.

sábado, 15 de noviembre de 2008

José Mª Amigo Zamorano: Gritos en El Colmenar

Un relato contra el racismo ¿o no?

No había dado ni quince pasos, después de hablar con el joven obrero, cuando llegó hasta sus oídos un sonido que no era ni palabra (aunque creyó oír articular palabras), ni cántico, ni silbido, siendo todos esos conceptos a la vez con el añadido de una notable mezcla de alegría desbordante y nostálgica rebeldía. O eso creyó él.
Miró hacia atrás, en la dirección donde trabajaba el obrero con el que acababa de intercambiar unas pocas palabras. Estando seguro de que el origen del sonido no estaba allí. Lo pensaba porque le había parecido un ser sumiso y obediente. Nada proclive a veleidades contestatarias. Cosa que a él, precisamente a él, le hubiera gustado, estando, como estaba, muy a menudo, soñando con movimientos revolucionarios de masas obreras que se levantaban en oleada imparable, dando al traste con este sistema capitalista del que periódicamente surgen crisis, como en la que estamos ahora inmersos, que lanzan al paro, a la pobreza, incluso al hambre, a millones de personas.
El obrero seguía subido en la máquina haciendo zanjas. Era un trabajador polivalente: zanjero, cableador, hormigonero... un esclavo valioso al que, aún, no había echado del curro.
Siguió su derrota andariega... Nunca mejor dicho 'derrota... Hacía años que caminaba derrotado, vencido... Ningún sueño de libertad por el que luchó llegó a materializarse. De modo, que su derrotero iba en consonancia con su derrota.
Si bien, en ese momento, precisamente en ese, su cuerpo flotaba en una nube vencedora recibiendo, con agradecimiento, un sol de otoño en día luminoso y cálido. Por doquier, verdeaba con color de esperanza el horizonte, la ladera del monte y el suelo. Una primavera anticipada o un verano en ciernes era un aviso de que la vida seguía a pesar de los pesares. Y mientras hay vida hay esperanza... por lo que se sentía henchido de gozo.
De nuevo llegó a sus oídos un sonido parecido al anterior. Más penetrante. Y otra vez creyó oír la palabra 'libre'; y como un silbido o tal vez alarido. Un latigazo precisado en la palabra 'cabrón'. Alga extraño Inquietante. Venía a romper día tan hermoso un insólito sonido. Sus oídos habían vuelto a captar ese sonido ni palabra, ni silbido, ni cántico pero poseedor de todas esas características. Decidido, caminó en la dirección de donde salían esas notas, muchas de ellas un tanto indefinidas. Tras doblar una esquina se sorprendió encontrándose delante de una finca que, siempre, había hallado cerrada a cal y canto, El Colmenar se rotulaba, pero que, ahora, en ese momento preciso, tenía abiertos sus anchos portalones. A un hombre, que después de dejar un mueble en el suelo cerca de un camión de mudanzas, entraba en la finca le preguntó si podía entrar también él a ver el jardín.

-Verá usted, es que, siempre siempre, he encontrado este lugar cerrado. Y me ha picado la curiosidad. Como si esta soledad fuera un misterio. Aquí hay busilis, me he dicho en algunas ocasiones... Mas si molesto...

El hombre se sujetó el cinto en el que llevaba, entre otras herramientas, una larga llave inglesa y lo miró sonriendo.

-Busilis... ¡Oh, no! Pase, pase. Miré lo que quiera. El amo no está... Vaciando la casona de muebles.

-¿Casona? No he visto nunca casa...

-Desde fuera no se ve. Pero hace años el amo construyó una mansión. Como un indiano cualquiera pero sin hacer alarde de riqueza. Y ahora perdóneme, pero tengo que seguir trabajando. Usted pasee y vea lo que quiera... Y si encuentra algo misterioso... me lo dice.

-Pues muchas gracias. ¡Ah! Y recuerde que estoy aquí... espero no me deje aquí encerrado y se vaya.

-No se preocupe. Le avisaremos.

El hombre siguió un sendero que se abría a su derecha. Iba a seguirlo, pero cambió de decisión y se adentró por una senda que avanzaba hacia la izquierda.
Pronto se dio cuenta de que el espacio adonde había entrado tenía algo especial y dejó la senda adentrándose entre la arboleda dejándose llevar por el albur. Caminaba y el ruido de sus pasos parecía adquirir volumen. Solo el murmullo de los pájaros en las copas de los árboles lo acallaba un poco. Sus pies pisaban un mullido de hojarasca acumulado durante años, como si jamás hubiese sido hollado por humanos. Tropezaba acá y allá con piñotas grandes a las que daba patadas por el placer de oir como se expandía el ruido y asustaba a los pajarillos. En un claro de este pequeño bosque encontró diseminados numerosos níscalos que dejaban asomar su anaranjado sombrero. Y al fondo, cerca de unas jaras, unos boletos que son, entre los hongos comestibles, de lo más exquisito al paladar. El hecho de estar ahí esos manjares eran muestras inequívocas de que pocas personas habían transitado por el lugar donde él andaba. Y para embellecer aun más el sitio multitud de florecillas de color lila y blanco, que son típicas del otoño, se dejaban ver.
¡Qué bien se estaba allí!
Lástima tener que abandonar este pequeño paraiso. Un lugar, pensaba, recoleto para aislarse del mundo y sus miserias... porque en cualquier momento le avisaría el señor que encontró a la entrada.
En esto estaba cavilando cuando oyó como una estampida o revoloteo fugaz de pájaros. Y un silencio absoluto. Y casi al mismo tiempo, insistiendo, más cerca, más rotundo, más cortante. Con unas palabras esta vez claras:

-¡Libre, libre quiero ser! ¡Cabrón!

Como dirigidos a alguien que lo retuviera a la fuerza.
Palabras, por otra parte, nada extrañas en estos momentos de crisis, donde todos... bueno... por lo menos la mayoría, nos hallamos atados a los poderes del Gran Capital. Eran palabras sin duda simbólicas. Aunque el lugar, todo hay que decirlo, no era el más apropiado para dar esos gritos, donde, por no haber, no había ni gente; y menos banqueros, empresarios, obispos, o generales... ¡Ni el amo estaba!, según el hombre que había sido tan amable dejándole atisbar ese rincón. Recordó unos versos irónicos de Neruda en su grandioso poema 'Canto general': 'Halló al valiente perorando en la calle desierta'. Palabras más o menos. De modo que, tal muestra de protesta o rebeldía en el desierto, era casi inutil.
Mas, con todo y con eso, echó a correr en post de la derrota que indicaba las voces. No podía permanecer quieto. Quizás fuera esta la ocasión que estaban esperando todos los caminantes revolucionarios del mundo para unirse.
Al poco rato, porque no era muy extensa la finca, se encontró, justo, delante de la entrada de la casa o casona o mansión del amo. De ella seguían sacando muebles unos trabajadores... ¡de raza negra!

-¡Negros! ¡Aquí hay busilis!, exclamó para si.

Y esa admiración le empujó a creer, como creyó a pies juntillas, que esos currantes estaban trabajando forzadamente. Tal que esclavos. Un pensamiento que no se desviaba mucho de una realidad, producto de la explotación del hombre por el hombre y que la avalancha de emigrantes ha incrementado, que habían denunciado inspectores de trabajo y sindicatos.
De modo que escondido tras el tronco de un árbol se quedó observando a la espera de sacar alguna conclusión para actuar en consecuencia.
Los hombres entraban y salían de la casa con muebles que llevaban, suponía, hasta el camión de las mudanzas. Hablaban poco. Sudaban mucho. Y si por un casual se tropezaban o estorbaban, intercambiaban alegremente unas palabras. Con esos detalles no podía concluir que... infelices, infelices... lo fueran mucho.

-¡N'Komo! ¿No sabes dónde está Pedrito? No lo encuentro. ¡Ah!... Sube a ayudarme a bajar la consola africana. ¡Enseguida!

Oyó que gritaban desde dentro de la casa. Por el timbre debía de ser el hombre blanco de la entrada...

-Eso tono imperioso no me gusta...

Un negro que llevaba una silla la dejó en el suelo y gritó a su vez yendo a la puerta de la casa:

-¡No! ¡No lo he visto¡ Pero no se enfade. Ya sabe que es muy rebelde. ¡Voy, voy!.

Poco después asomaba por la puerta con el hombre blanco llevando la consola.
Ya la estaban colocando en el suelo, cuando le sorprendió, estremeciéndolo, ese sonido tan familiar y tan extraño que le carcomía la moral. Advirtió que tenía algo alegre y una nota hueca que atribuyó al hecho, cierto, de que las voces, los sonidos, allí se amplificaban. Lo notó, él mismo, un rato antes, cuando sus pasos, al andar, adquirían una nota exótica llenando todo el espacio. Ese gritó tenía reminiscencias nostágicas y rebeldes...

-¡Libre, libre, quiero ser! ¡Cabrón!

Esas palabras le llegaron de todas las partes. Se tapó los oídos para no oírlas. Pero se le habían metido tan adentro del cerebro que no podía quitárselas de encima.
Los que posaban en la tierra el mueble ni se inmutaron o lo hicieron mínimamente. Extrañabale su insensibilidad al que se parapetaba tras el árbol. Estuvo a punto de irse por donde había venido. Oido lo que había oido. No debería meterse en líos. Y es que ese hombre con esa llave inglesa al cinto... inquieta. Ramalazo de cobardía que le duró un solo instante. Decide enfrentarse al misterio. Sale de detrás del refugio, e hinchando el pecho como un Quijote, se dirige hacia el blanco que se yergue del suelo diciéndole:

-¡Coño! ¿Ya de vuelta? ¿Ha visto lo que ha querido? ¿Le ha gustado?

-Si. Magnífico.

-Bueno, pues me alegro... mucho... porque estamos a punto de irnos.

-Una pregunta quisiera hacerle antes de que se fuera, si me lo permite...

-Pregunte usted. Si yo sé... le responderé con mucho gusto.

-¿No han oido algo fuera de lo común?

-No. ¿Por qué lo dice?

-¿De verdad no ha oido nada?... ¿Usted tampoco?...

-¿Qué teníamos que oir, señor?, le respondió el que al parecer se llamaba N'Komo.

-¡Joder! O... yo me estoy volviendo orate o... No. De loco nada de nada. He oído, bien clarito, quejarse a alguien y decir: 'Libre, libre, quiero ser' y 'cabrón'. Y como un grito prolongado. Como si protestara por algo...

Lo miraron con una faz alegre y sorprendida. Y de repente, mirándose entre ellos, se echaron a reír con ganas. Con verdaderas ganas. Tantas... que los otros trabajadores acudieron a ver qué pasaba.
Luego, el blanco que de la risa se había tornado rojo, ya calmado, le contestó:

-Es Pedrito que se ha escapado y anda gritando por ahí.

-Pero...

El hombre blanco, sacó la llave inglesa de la funda del cinto y alzándola con el puño en alto, gritó:

-¡Pedrito! ¡Ven aquí! ¡La papa, Pedrito! ¡Aquí!

Y de la rama de un árbol vino a posarse en la llave inglesa el loro del amo, el loro Pedrito. A comer la papa.

-¡Libre, libre, quiero ser! ¡Cabrón!

sábado, 8 de noviembre de 2008

Labordeta: Canta, compañero, canta

Canta, compañero, canta

Por el alba del camino
a tu hermano encontrarás,
dale la mano y camina
hasta llegar al final.

Juan Antonio Labordeta

jueves, 6 de noviembre de 2008

Carlos Zippel García: Un día

Carlos Zippel García: Un día
...
Cantaremos, mañana, Guatemala.
Reposa ahora en tus dolores;
mas no duermas.
La roja aurora
perfilará de nuevo
la silueta
de tus hijos
y libre estará el quetzal
de los espantos:
¡río encendido
en el verde de tus montes
y en el corazón
de antorchas
que lo alumbra!

Carlos Zippel y García

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Lope de Vega: Perdido se han en el monte

Perdido se han en el monte
con la mucha escuridad
al pie de una parda peña
el alba aguardando están.
La ocasión y la ventura
siempre quieren soledad.

Lope de Vega

lunes, 3 de noviembre de 2008

Inolvidables muertos en pateras

RECORDATORIO - RECORDATORIO - RECORDATORIO


01/11/1988 Primer naufragio de una patera con inmigrantes africanos. 13 muertos
01/11/2008 Dos décadas de luto. 18.000 muertos en veinte años.









01/11/1988 Primer naufragio de una patera con inmigrantes africanos. 13 muertos
01/11/2008 Dos décadas de luto. 18.000 muertos en veinte años.

PARA QUE NO SE ME OLVIDE
NUNCA
JAMÁS



sábado, 25 de octubre de 2008

Rindiendo homenaje a las víctimas del franquismo

Poema: Memoria del cóndor
Autor: Juan Gracia Armendariz
Traduce al euskera: Jon Arzallus Eguiguren

Sangre de metal,
brea caliente
que del cielo expulsó un cóndor.
Recibir saliva y bombas
de aquel ácido alado
que en las plumas ostentaba
su alma incendiaria,
y acaso un árbol,
-testigo leñoso-
se cubrió de tanta lágrima
y miembros
para combatir en silencio
y raices;
como un topo sin tierra
que aspira a ser viento.
Avido en ruinas,
un hombre buscó arterias
para salpicar los caminos
de la sangre que interroga.
Al fin lo sabe,
el tiempo y la memoria
le han deshecho las alas.

(Kondorearen oroitzapena

Odol metalezkoa
galipot beroa
kondore batek egozki zuena goietatik.
Listua eta bonbak jaso,
lunetan ere barru errauslea
nabari zitzaion
azido hegaldun harrengandik,
eta malkoz eta atalez
estali zen agian
zuhaitza
-testigu egurrezkoa-
zainutsik borrokatzera
isilean;
haize bilakatzekoa zen
sator lurgetua bezala.
Gizon bat ibili zen
erruina minez,
arteria bila
galdeorroaren odoloz
bideak zipriztintzeko.
Jakin du azkenean,
denbora eta oroitzapenak
dizkiote hegoak zehatu.)

Juan Gracia Armendariz
(Traduce al euskera: Jon Arzallus Eguiguren)


Este y muchos otros poemas pueden leerlos en la 'Antología Poética Vasca' Homenaje a las Víctimas del Franquismo de la Editorial VOSA, Madrid.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Iswe Letu: Moro de zarzamora

Un cuentecillo ligeramente antiracista

Le apodaban 'El Moro'.

Se lo había ganado el mote año a año. Lo decimos porque cuando las moras estaban en sazón, entre el ramaje espinoso de la zarzamora, allá por septiembre, se daba buenos y suculentos desayunos. Y como de lo que se come se cría, según el decir de las gentes, se estaba volviendo su cara amoratada.

Cuando se jubiló su desayuno de moras fue a diario. Se levantaba y, tras beberse un bueno y largo trago de la botella de la nevera porque los días eran aun calurosos y regresaba del paseo ya muy entrada la mediodía, regresaba al lavabo, se miraba en el espejo diciéndose en voz alta:

-Las moras me están volviendo moro de verdad.

Su hijo, parado por la crisis, se sonreía. Él, al ver su sonrisa, hacía ademán de decirle algo. Luego se arrepentía.

Así prácticamente eran las mañanas. Todas. Su rutina diaria.

Y el día que le vamos a relatar no fue una excepción.

Después de arrenpentirse de algo que quería decirle a su hijo, salió del water y se encaminó pasillo adelante a la salida de la casa.

-¡Adiós papá! -oye que le dice.

-Con dios, hijo, y... -responde sin terminar la frase iniciada- ¿Para qué gastar más saliva? No me va a escuchar -musitó.

Su intención se inclinada a aconsejarle que no perdiera el tiempo en asuntos que, una mente madura, adulta, calificaría de secundarios; por ejemplo: pasarse horas y horas, ante el ordenador, escuchando música, una clase solo de música además, o enterándose de los grupos musicales que existían en el mundo -de ese estilo musical-  y de las novedades de sus grupos favoritos.

Eran aficiones, lo sabía, que toda la juventud ha sentido, pero que, con el paso del tiempo, se van atemperando al percibir, como lo perciben, unos más pronto y otros más tarde, que la vida es una cosa seria y que lo primero que hay que hacer es asegurar el pan cotidiano y luego, más tarde, alimentar al espíritu. Estando el segundo encadenado al primero. Sin una manutención asegurada el alma no puede recibir su ración con pleno aprovechamiento. Mas bien, no está preparada en absoluto para ese deleite.

Pero en el caso de su hijo no se daba todavía ese florecimiento de la razón, del sentido común.

Y eso le torturaba.

Absorto en sus pensamientos se tropezó con una señora a la que pidió perdón.

-¡Moro de mierda! -le regaló al oido la señora.

Tan corrido se quedó que no supo que contestarle. Disgustado, más de lo que estaba, por esa contestación tan grosera de la mujer que, más que otra cosa, pareció un rebuzno, se alejó con prisa hacia el campo donde las burras pastaban, en comparación con la hembra, entre estornudos delicadísimos.

Ya bastante apartado de esa burra humanoide murmuró:

-Hija de puta...

Es lo que tenía de malo 'El Moro': su proceder encaminado a tragarse todo para sí, por timidez, o por miedo a enfrentarse al de enfrente o... o vaya usted a saber la razón...

Lo cierto es que sus intenciones no se materializaban; es decir: no salían al exterior articuladas en palabras para que el otro las oyera. Y así no hay manera de dialogar, de hilar una simple conversación a fin de llegar a algún acuerdo.

Con sus hijos (y con este en particular) que, como progenitor, es lo que más quería, las ideas que deseaba trasmitirle se quedaban en su magín sin salir afuera. De modo que nunca llegaba a traspasarle la riqueza de conceptos que, él, creía, llevada dentro. Sus principios democráticos, mal aprendidos y peor asimilados, en contraposición al mundo de patriarcas, de dictaduras del padre, de machismo, le impedían ejercer esa autoridad que, a veces, es necesaria y cuando conseguía apuntar uno de los conceptos se las rebatían de malas maneras los hijos. Entonces, por no salir a mal, dejaba pudrirse la mala leche dentro de su piel. Recordaba al respecto que pocos días ha, estando sentado a la mesa, vio que su hijo lo miraba de modo atravesado y le dijo:

-Me miras mal.


-Te miro mal siempre -le contestó su vástago.

Otro padre, de los que él conocía, hubiera reaccionado enérgicamente, incluso violentamente, y de inmediato, diciéndole por ejemplo:

-¡Ah, si! ¡Pues, cuándo coños piensas encontrar trabajo e irte de aquí, de una puta vez, para no verme en esta casa que pago y, además, te alimento, teniendo que aguantar tus impertinencias, de las que ya me tienes hasta los cojones!

Pero se calló. Enmudeció. Porque a él, precisamente a él, lo que le hubiera gustado era hacerlo sentar a la mesa y en una charla tranquila, sosegada, armoniosa, expresarle, enseñarle, que la vida es corta y que hay que aprovechar el tiempo que se va y no vuelve; decirle que se puede estudiar, cultivar su espíritu y divertirse con los amigos. Y que observaba en su comportamiento un hecho que le estaba empobreciendo intelectualmente, como era el hecho de que solo atendía a una manifestación artística; y dentro de esa parcela del arte a un solo estilo; con lo cual se estaba aislando de las diversas facetas de la actividad artística: la poesía, el teatro, la música, la novela... La lectura de los clásicos es una forma de reflexionar sobre la vida haciéndole madurar. Y le añadiría que no se dejara maniatar por la angustia del paro, si es que la tenía, que la tendría aunque a su padre no se la manifestara; haciéndole comprender que, en esa época de desempleo, es cuando más puede diversificar su tiempo: repasando, por ejemplo, sus estudios; haciendo gimnasia; escuchando todo tipo de musica; perfeccionando sus técnicas; manejando numerosas herramientas de trabajo... ahora que tenía más tiempo libre y la manutención asegurada que, luego, si su padre desaparecía... Pero, ¿para qué decirle todas esas cosas?... si le iba a contestar, no como la burra femenina, a lo mejor... peor.

-No. No vale la pena.

Sin darse cuenta se había alejado de la población. Lo supo de repente por el esquileo de la ovejas. Alzó la vista del suelo y miró al frente. Lo que se le ofrecía a la vista nada tenía que ver con lo que dejó atrás: el campo verdecido, tras las lluvias, mostraba su 'alegre otoñada': aquí las florecillas lilas, amarillentas y blanquecinas, embellecían el prado, por doquier los blancos champiñones y, de cuando en cuando, los niscalos, inconfundibles, lucían su sombrero anaranjado; y lo que él más deseaba, diseminados por las laderas o cerca de los arroyos, las verdeoscuras zarzamoras que al sol hacían brillar sus frutos como diciendo: 'acá estamos, venid a comernos'. Y es lo que hizo.

Ya había otros comensales dándose el desayuno. A algunos los conocía de días pasados, eran emigrantes marroquíes, parados como su hijo. Los saludó:

-'Sala maleikun' o 'Ala ila ala' o 'Insalah'.

No sabía bien lo que significaban pero coligía que eran esas frases una forma de cortesía, como las que a él contestaban, con su acento particular, los antes aludidos:

-'Buenos dias', 'Qué tal' o 'Con Dios' o 'Hasta luego'.

Nada más. Pero con eso bastaba.

Esa mañana fue abundante el desayuno de moras. De zarzamora en zarzamora fue pasando el tiempo. Algunos ratos se paraba sentándose en alguna piedra. El sol calentaba sus huesos. Lo agradecía. Se estaba tan bien... ¿Volver a casa? Claro. Sin ganas. Lo que menos le tentaba era regresar a la casa. No. No le hacía la menor gracia. Si, volvió. A remolque. Pero lo hizo.

Abrió la puerta. Otras veces llamaba al timbre. Se encaminó, como siempre, al frigorífico. Cogió la botella. Acordándose de una mujer de su pueblo quien, por las matanzas, después de comer la chanfaina, levantaba la jarra de vino y en voz alta apoyaba su odio al agua declarándola 'madre de ranas y sapos y lavadora de trapos' pegaba un trago profundo de vino a la jarra, 'El Moro' levantó, igualmente, la botella de vino y mirándola dijo:

-¡In vino veritas! ¡Oh, botella, introdúceme entre pecho y espalda la esencia alegre del optimismo! Lo necesito.

Luego, como hacía ordinariamente, se dirigió al lavabo a refrescarse la cara. Su hijo se estaba afeitando al tiempo que oía música, la música de siempre, para variar. Mientras se secaba la cara se miró al espejo.

-Las moras me están volviendo realmente moro.

Su hijo lo miró y sonriendo le dijo:

-¿Las moras, papá?... No. Mas bien el morapio.

martes, 7 de octubre de 2008

Nadine Gordimer: El último mundo burgués

Una cita contra el racismo:

"Décadas, siglos, eras... ya no tienen mucho significado cuando la imposición de una ley de emergencia o la caída de una bomba cambia la vida de manera más profunda en un día de lo que una podía esperar razonablemente experimentar en toda la vida."



"(Los blancos de mentalidad liberal, cuyas protestas, peticiones y franquezas no habían conseguido nada, señalaron la ineficacia de los
terroristas y el despilfarro insensato de sus atentados)"


"No se puede confiar en saltar de su asiento al gran trasero de alabastro con una bomba de hojalata."


"Los blancos que eran amables con sus animales domésticos y sus criados se sintieron conmocionados ante las bombas y el derramamiento de sangre, del mismo modo que se habían conmocionado en 1960, cuando la policía disparó contra hombres y mujeres y niños en el exterior de la oficina de pases de Sharpeville. No pueden soportar la visión de la sangre; y dieron de nuevo a aquellos que carecen de voto, el humano consejo de que la manera decente de relizar el cambio debe basarse en los medios constitucionales. por qué arriesgar la vida? 'La locura de los valientes es la sabiduría de la vida'".

Nadine Gordimer
(En la novela 'El último mundo burgués')

viernes, 3 de octubre de 2008

Jon Arzalluz Eguiguren: Beharko litzateke

Beharko litzateke,
berharko,
iletargiz ere,
kriseilua piztu leihondoan
ez gaitezen
gau osoan
lotara erori...
Beharko litzaioke,
beharko,
kontuz kontuz,
lema bat erantsi
ukabil zoro horri
jakin dezan noiz eta nori
esan EZ, (sic)
eman derrebes...
Beharko dugu,
beharko,
ezin duguta bestela,
burni zirbilez idatzi
tornu gainera
borrokaminez
makurturik...
Ta...
beharko dugu
handik,
hik eta guk,
zuek eta nik,
adiskidetasun onean
sendo lotuta elkarri,
altza hegalari...
Beharko dugu gero,
noski, beharko,
festa eder bat prestatu
bihamunerako,
eguskia etxe oretan sarturik
guztiok kanpora gaitzanerako...

(traducción al castellano por el autor: 'Aún / en pleno día / encendemos la candela / en el umbral / de la ventana. / Pongámosle / dos remos al barco / para que / hasta con temporal / pueda / navegar / sobre las olas. / Y / ya que no podemos / de otra forma, / encorvándonos / sobre el torno / con ánimo / de lucha, / escribamos / con virutas / de hierro. / Levantémonos, / los dos / , / y / con /unión (fraterna*) (*sic) / firme / amiga / y fuerte / volemos. / Y... / organicemos una fiesta / para mañana, ¡ya!, / cuando el sol / entre a raudales / en las casas / y / nos / lance a todos / a la calle.')

viernes, 19 de septiembre de 2008

D. Dióscoro Galindo González, por ejemplo

Barranco de Viznar donde se supone
que se hallanm enterrados miles de
republicanos asesinados por los fascistas
entre ellos el maestro D. Dióscoro Galindo
y el poeta D. Federico García Lorca












Titulares de la prensa:


"La fam
ilia García Lorca acepta que se abra la fosa del poeta"
"No impediremos exhumar los restos de
Federico"



Siempre Lorca. El grandísimo poeta. Ahora transformado en casi cacique de ultratumba. Pero... el cacique, claro, no es él, sino su familia. Que gestiona su memoria y dineros... 'Acepta', 'no impediremos'... pero, bueno, ¡¿qué se habrán creído ellos?!... ¡¿los amos del mundo?!, exclamamos preguntándonos.






Remedamos, así, a D. Eusebio García Luengo, que, cuando oía hablar de la Residencia de Estudiantes como la de Dalí, Buñuel y Lorca, tronaba indignado: '¡Hombre, no!, de ellos solo, ¡no!; hubo más, muchísimos más en ese edificio.




Al igual que, en el lugar donde se supone que yacen los restos de Lorca, hay muchísimos más asesinados a los que enterraron los fascistas de mala manera. ¡Entre mil y tres mil! ¡Cazi na!

Junto a al poeta granadino enterraron a otros tres asesinados antifascistas; a saber: dos banderilleros de la CNT, los señores D. Joaquín Arcollas Cabezas y D. Francisco Galadí Melgar y un maestro republicano, D. Dióscoro Galindo González.

D. Dióscoro Galindo González, maestro rojo y cojo, que surge vencedor de ultratumba a recordarnos que fueron los maestros de niños un colectivo especialmente reprimido por el franquismo: asesinados, encarcelados, condenados a trabajos forzados, expulsados del trabajo... (no olvidamos, nosotros, nunca, a Amado Hernández Pascual, -del que nos habló el amigo Pepe Cancio- un maestro comunista, de Argujillo, municipio de la provincia de Zamora, vilmente asesinado y enterrado en algún lugar de por allí, )... Unos dicen que en Toro, otros que en Zamora, en el cementerio de Zamora...

Fue tal la represión sobre los maestros que se dice que la guerra de 1936/39 la perdieron los maestros y la ganaron los curas. A D. Dióscoro Galindo González, lo asesinaron por ateo (así reza la resolución de la condena). Al exhumarlo es como rendir homenaje a todos los maestros asesinados y represaliados. Ya es hora de rindir homenaje a las víctimas del franquismo. A estas. Y a todas. Y no solo a D. Dióscoro... ¡Hombre, no! No solo a él.

Ya se hizo un inicio de homenaje a las víctimas del franquismo en la década de 1980 que firmaron muchas organizaciones y partidos mayoritarios pero que, al mismo tiempo, estos mayoritarios, hicieron lo posible, entonces, por ahogar el homenaje por debajo. No pudieron. Nos estamos refiriendo sobre todo al PSOE y al PCE (ahora practicamente extraparlamentario) Si. Esos que ahora no apean de los labios a las víctimas del franquismo. Bueno... bienvenidos sean. Pero es una prueba de que nos les ha servido de nada sus zancadillas.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Iswe Letu: Una de zarzamoras

zarzamora con frutos y espinas

Nunca me olvidaré de las zarzamoras. Hace unos días venía yo de vuelta del paseo diario, cuando, cerca de casa, me sorprendió el repentino aleteo de una bandada de pájaros: salían huyendo de una zarzamora que quedó como temblando. Estaba cuajada de flores blancas. La zarzamora.

Digo esto de las flores blancas no por lo hermoso o insólito de colorido. No sabría decir si esta planta tiene los flores de ese color o de otro. Nunca me había fijado. Simplemente me acordé de mi mujer y decidí sorprenderle con una ramo de flores. Soy poco amigo de regalos. No es que sea poco obsequioso, sino que no me sale. No me salen de adentro esos arrumacos, Me parecen algo cursi. Pero, qué se le va a hacer, algunas veces le entran a uno esos repentes acariciadores, amorosos, romanticones... Impropios de mi, que todo hay que decirlo. Y ¡zas!...

Lo cierto es que a mi esposa le gustan mucho las flores. Hasta los vestidos tienen adornos florales. Le entusiasman las flores.

-Esta es la mía. Si no lo hago ahora, nunca lo haré.

Me dirigí hacia la zarzamora que estaba unos metros más adelante. A la vera del camino. A la derecha.

Me fijé que, aun más a la derecha de la zarza, tras una tapia de piedras, había un prado y que hacia él se dirigía, en vuelo picado, una cigüeña. La velocidad me sorprendió. Por eso miré. Al poco remontó el vuelo con una culebra en el pico del que intentaba zafarse.

-¡Qué bárbaro!, pensé.

Era digno de verse. La soltaba y la volvía a atrapar.

Me paré un poco observando la escena.

Luego, continué camino de la zarzamora. Tenía en mi cabeza lo que acaba de ver: la lucha por la vida. Muchas veces, como esta, feroz, salvaje, cruel... Como queráis decirlo... inmisericorde.

Alargué distraído la mano para arrancar las flores con las que mostrar cariño a mi mujer...

-¡Ay! ¡Joder!, exclamé lleno de dolor.

Me clavé las espinas de la zarzamora. Y dolían de cojones, como se dice vulgarmente.

Lo curioso, y doloroso claro, es que no había flores. Que no tenía ni una flor la planta.

Pero, ¿qué explicación podía tener esa ausencia de flores cuando yo las acababa de ver?...

Con el dolor en las yemas de los dedos, en aquel preciso momento, me importaba una mierda, dicho sea en román paladino, el desentrañar el misterio. Cuando el dolor se fue amortiguando, camino de casa, me lo expliqué: lo que me parecieron flores blancas era el envés de las hojas de un verde pálido casi grisáceo.

Porque todo se puede explicar, razonar e incluso justificar... hasta los crímenes más horrendos. ¿No era horrendo lo que acaba de ver: el ave matando a la culebra?... ¿O los nazis matando judíos, comunistas, gitanos?... ¿o los yanquis matando iraquíes o afganos?... ¿o el hambre matando millones de seres mientras otros nadan en la hartura?...

Bueno, transcendencias aparte, yo me lo expliqué de la siguiente manera: en primer lugar caminaba distraído y luego, el zarandeo de las alas de los pájaros sobre la zarzamora y el airecillo de la mañana, hizo que el envés de las hojas, de un color verde claro, se mostrara, a ratos, frente al sol, reflejándolo, como hace la luna con el sol por las noches; por lo que, en contraste con el verde oscuro de las hojas, me parecieran blancas.

Recordé eso de 'álamos plateados' que dice en verso Machado (D. Antonio); hojas de los álamos cuyo envés tienen un color similar. El aire mueve sus hojas produciendo destellos acerados.

En fin, aparte de explicaciones, nunca olvidaré las zarzamoras. Eso seguro: vi las estrellas en pleno día. Además, pronto comeré sus frutos que son muy ricos. Aunque ellas se quejen al arrancárselos.

lunes, 25 de agosto de 2008

Un soldado llamado Horacio Álvarez Hernández (2ª Parte)

(viene del anterior post)

...

Ahora una breve historia
de amor, aunque pasajera,
se quedará en mi memoria
creo que hasta que muera.

Aquí escasea el agua,
por ello, toda la tropa,
siempre un día por semana,
vamos a lavar la ropa

a un río, se llama el Rif;
cuando vamos a la cita
-aquí es donde estuvo el quiz-
lavando está una morita.

Empecé a decirle cosas
pero ni caso me hacía;
así que lavé la ropa
y me fui hasta otro día.

A la semana siguiente,
misma hora y mismo día,
puesta en la misma corriente
lavando estaba la mora.

Otra vez me acercop a ella;
pero esta vez, asevero,
que es la chiquilla mas bella
que he visto en el mundo entero.

La seguí echando piropos
cuando vo que se reía;
por lo tanto, aunque poco,
algo el idioma entendía.

Y tramo conversación
con esta linda morita;
entonces mi corazón
con más fuerza me palpita.

De la cita semanal
que cierto tiempo tuvimos
como norma general
con más frecuencia nos vimos.

Así, hasta que una mañana
sentados en un barranco
bajando por la montaña
vemos venir un moranco.

Y, la verdad, que no entiendo
lo que pudo suceder,
pero ella salió corriendo
y jamás la volví a ver.

Cien veces al río fui
esperando hora tras hora
pero ya nunca mas ví
a aquella preciosa mora.

No es que mejara huella
o esa que tan mal se quita
pero a consecuencia de ello
rompí con mi novia Anita.

No es que fuera gran amor
es que sentí por Anita
pero al faltar la morita
me puse de mal humor.

Y a modo de desahogo
le escribí a la salmantina
una carta tan cretina
que dio con el traste todo.

Aunque lo quise arreglar
cuando a España regresé
ella dijo... que ni hablar
y sin ninguna me quedé.

Triste y con poco dinero
transcurrió el tiempo y un día
sin saber ni lo que hacía
me apunté a cabo primero.

Quizá la vaga esperanza
de obtener tal distinción
por una pueril venganza...
Les cuento la situación:

Tuve un tiempo un amiguete
que pensé que era leal
pero solo lo era tal
cuando yo recibía paquete.

El era Cabo Primero
a fuerza de reenganchar,
o sea era un chusquero,
le gustaba merendar.

Por eso andaba conmigo
aquel andaluz fulero
que resultó traicionero
a quien consideré amigo.

Así, un día, este buen mozo,
se olvidó de la amistad
y ejerciendo su autoridad
mandome, si, al calabozo.

Fue por una tontería
que no merece mención;
quise su categoría
pa pedirle explicación.

Y lo pude conseguir
teniendo su graduación
para poderle decir:
chaval... ¡eres un cabrón!

Cuatro meses ejercí
aquella categoría;
y, la verdad, no valía;
eso no era para mi.

Y eso que mis superiores
me querían animar
a quedar de militar
al verme ya con galones.

Pero no quise quedarme
y aquí termino mi historia;
solo tengo en la memoria
la hora de licenciarme.

*

Horacio Álvarez Hernández

sábado, 23 de agosto de 2008

Un soldado llamado Horacio Álvarez Hernández (1ª Parte)

Iglesia parroquial de Santa Clara de Avedillo
(Zamora), pueblo natal del poeta Horacio


"Mi servicio militar 1956" así tituló Horacio Álvarez Hernández su relación en torno a su vida de soldado en África. Como ella miles de soldados vivieron esa vida en el Ejército obligatoriamente. El mérito de Horacio es saber componer estas cuartetas con cierto oficio. Oficio que le viene de sentir la musicalidad de las palabras, porque él, precisamente él, no es un hombre de los 'leidos y escribidos', sino un obrero, ya jubilado, residente en Gijón (Asturias) que, antes, en su juventud, fue jornalero en tierras de Castilla (nacido en Santa Clara de Avedillo municipio de la provincia de Zamora) Ese es su mérito: ser un poeta popular.

Esra relación la pondremos en dos partes:

1ª Parte:

Como a todo ciudadano
llegó la edad de ingresar
a ese deber obligado:
el servicio militar.

Le llegó el gran sufrimiento
a mi madre ¡pobre cielo!
saber que mi regimiento
tiene su sede en Melilla.

De Avedillo yo salí
con un nudo en la garganta,
y además... (sic) ¡con una manta!
¡Ay pobrecillo de mi!

Mi hermana qquedó llorando
cuando me fue a despedir,
y me dio el último abrazo
allá en la cuesta el "toril".

De Zamora a Madrid,
en aquel tren de vagones;
cuando llegamos allí
ya dolían los... riñones.

Allí pasamos la noche;
nada más desayunar
nos metieron en los "coches"(sic)
y hasta Alcazar de San Juan,

donde aquel tren infernal
hizo la primer parada;
pero nada de acampada,
paró para repostar.

Atravesé Andalucía,
pasé por Despeñaperros;
metidos en los vagones
lo mismo que los corderos.

Málaga desde Zamora,
cuatro días de viaje;
ya se adivina el paisaje
de la infame costa mora.

Y ya en Málaga embarqué
en un mar con violencia,
el trasatlántico aquel
era el Ciudad de Valencia.

El día dos de abril
a Melilla yo llegué
y con camiones de allí
me llevaron al cuartel.

Tres días tardé en saber
donde estaba situado;
a mi manera de ver
salía el sol por otro lado.

Me llevaron a las duchas
y de ropa me cambiaron,
y lo mismo que una trucha
la cabeza me dejaron.

Empecé a hacer instrucción:
medias vueltas, variaciones,
pelar algunas patatas...
¡Cosa de las instruciones!

Arresto de Imaginaria (sic)
¡Dios mío, qué pesadilla!
el teniente me arrestó
por escaparme a Melilla.

Se me olvidaba decir
-ahora lo digo y en paz-
donde me toca servir
se llamaba El Zoco El Haz.

Un cuartel de Regulares (sic)
que mentarlo es un tabú;
está en siniestros lugares
cerca el monte Gurugú.

Hacemos movimientos:
sobre el hombro, a tierra, rindan...
Detrás estaba el sargento
¡qué soltaba cada linda... (sic)!

Yo muchas veces temblaba
cuando lo veía venir;
no saber si regañaba
a un compañero o a mi.

Lo primero la instrucción
solo para el 'combatiente' (sic),
luego pasa a la escuadra
que ya es más inconveniente.

Luego viene el pelotón,
que ya un sargento lo manda,
y es lo mismo la instrucción
que la que tiene la escuadra.

Pero es con la 'Sección' (sic)
que la cosa es algo dura
porque lo manda un teniente
y es demás embergadura.

En siguiendo la Compañía (sic)
que la manda un capitán,
entonces por pelotones
tenemos que desplegar.

Pasamos luego al tabor
que son cinco compañías,
y lo manda un comandante;
¡más dificil todavía!

Así sucesivamente
hasta todo el grupo entero
que lo manda el coronel
y es el asunto más serio.

Y como aquí no hay manera
de arreglar este tinglado,
cuando juramos bandera
yo me apunto para cabo.

No sé si esto es bueno o malo,
el tiempo ya lo dirá;
lo que si es seguro ya
que me libro de algún palo.

A los tres meses veía,
-y... ¡que caray!... con agrado-
que en aquel orden del día
salía nombrado cabo.

Y... amigos... es cojonudo,
pues se gana más dinero;
lo peor... que un compañero
tiene que hacerte el saludo.

Porque hay mucha discuplina,
es una fuerza de choque,
y le toque a quien le toque
no se consienten pamplinas.

Empiezan a dar destinos
y en la orden del Cuartel (sic)
la fortuna va conmigo:
me nombran Cabo Furriel (sic)

¿Sabéis lo que significa
este mando que me dan?:
que no haré ninguna guardia
y que no me falta el pan.

Estoy loco de contento,
mas a los muy pocos días
nos mandan de campamento;
le toca a mi compañía.

Yo me puse en lo peor,
pero fue que no sabía
que era de Plana Mayor (sic)
la novena compañía.

Esto si que tiene gracia
porque a dicha compañía
sólo le pertenecían
asuntos de burocracia.

Yo fui el más feliz del mundo
por lo bien que allí vivía
pues solito compartía
una tienda de campaña.

Para mi aquí no hay diana,
ni silencio, ni fajina,
ni retreta, ni cocina...
en fin, que no hacía nada.

Solo repartía el pan
y paja para los mulos,
porque todo lo demás,
para mi, todo era nulo.

Así el tiempo transcurría
estando de maravilla;
cuando me escribe mi tía
que vendría a verme a Melilla.

La noticia me produce
alegría desbordante,
lo cual luego me conduce
ir a ver al Comandate.

Necesitaba permiso
para atender a mi tía;
y el comandante me dijo
que me daba cuatro días

porque él no podía más
aunque dijo que podía
presentarme al general
que alguno más me daría.

Y al general me presento,
la verdad, algo remiso;
pero me dio más permiso,
¡estoy loco de contento!

Asi que, al siguiente día,
me pro del Campamento
y a recibir a mi tía
en Melilla me presento.

Ocho días de paisano
paseando por Melilla,
hasta aquí de maravilla;
al regresar ¡vaya chasco!

Cuando llego al Campamento
mi maleta 'desguazada'(sic);
yo que estaba tan contento;
pues me dejaron sin nada.

Yo que cuando la dejé
la tenía tan repleta...
¡que disgusto me llevé
a ver así mi maleta!

Así es la vida, señores,
hay días maravillosos,
mas hay también sinsabores
que te dan los envidiosos...


(continuará con la segunda parte)

jueves, 21 de agosto de 2008

Un cantor para un pueblo: Horacio Álvarez Hernández

Santa Clara de Avedillo (Zamora) tiene un poeta. Se llama Horacio Álvarez Hernández. Los que como él tiene ese don se hacen portavoces del sentir de su pueblo. Son como los poetas nacionales que llevan la nación en su corazón. Por ellos habla el pueblo. Sirva de ejemplo estas rimas sobre, como él dice, 'una fiesta que no habrá'. Hay que decir que son un ejercicio de libertad de expresión, respeto y tolerancia democráticos. También de la fuerza que tienen las fiestas de mediados de agosto en los pueblos de España. Porque nacieron de la tierra, de las faenas del campo. Fiestas de raiz pagana aunque reciban nombres de vírgenes católicas, apostólicas y romanas.
También habría que decir aunque no es este el objetivo de estas letras a que, efectivamente, esas fiestas no se han celebrado. Y como nada se va sin dejar huella, le ha llevado al alcalde del PP de ese municipio, entre otras causas en las que no queremos meternos, a su dimisión como primer edil.
Las cuartetas (*) llevan por título, 'Comentario de una fiesta que no habrá'.

"Según el edil primero
de este pueblo, Santa Clara,
no habrá ni toros, ni nada,
porque, amigos... no hay dinero.

Entiendo que otros alcaldes,
desde hace bastantes años,
supieron hacer apaños;
O... ¿es que antes eran de valde?

En esta agreste campiña
de la Región (sic), es notorio,
que siempre en el consistorio
las arcas están vacías.

¿Es que esta corporación
-que ahora se ve impotente-
no ha visto el inconveniente
cuando tomó posesión?

Cuando alguien pisa el albero
debe de tener presente,
que siempre habrá inconveniente
para meterse torero.

Y si sale un toro malo
y dificil de lidiar,
nunca podrá delegar;
él tendrá que torearlo.

Que la gente que le aplaude
cuando lo ve en el cartel,
no debe de defraudarle
porque ha confiado en él.

Pero si éste en esa tarde
se atecha en el burladero
le gritará todo el pueblo
y lo llamará cobarde.

Por lo menos lo que haría
cuando llega esa impotencia
decirle a la concurrencia...
¡Confieso mi cobardía!

Y en ese mismo momento
debe decirle al usía:
'Desde ahora dejo mi puesto
para otro de más valía'.

Seguro que entre la gente
habrá alguien con más salero
que consiga algún dinero
aunque sea con los dientes.

Pues no se puede estar quieto
cuando uno tiene un deber,
aunque el debe y el haber
este mal ese momento.

Para estarse uno parado
mejer se queda en su casa,
porque eso es lo que nos pasa
al que estamos jubilado.

Este poeta 'chambón' (sic)
nada les puede exigir,
pero es libre en escribir
aportando su opinión.

Porque a esta corporación,
como personas, respeto
y tendrán todo mi afecto;
como dirigentes... 'non'.

Un espontáneo (sic)

(*) Estas formas de expresión poética popular poco se han estudiado. Y han tenido mucha importancia en la formación de los poetas nacionales. Por ejemplo, Juan de Yepes, elevado a los altares del catolicismo como San Juan de la Cruz, uno de los grandes poetas de la literatura española, estuvo muy atento a las coplas y composiciones populares. De las que tomó numerosas poesías.
Y ahora está surgiendo otro tipo de literatura que, algún día, tendrá que estudiarse. Nos referimos a las obras que muchos autores se autopublican. Las tiradas son de unos cientos de ejemplares, pero tienen su influencia en el entorno donde se mueven. Y esto crea opinión. Modela el gusto. Hay editoriales que viven de eso. Estamos leyendo ahora una de ellas. Se titula 'El hombre en piedra o arcilla' de Laraño Conde (1), nombre literario de Luis Pérez Conde. Es todo un cuadro de la clase obrera de los años sesenta, contada por uno de esa misma clase. Tendrá muchos defectos, habrá muchas faltas por una poco cuidada edición; tal vez necesite una mejor redacción; o sobren muchas palabras. Pero tiene numerosos chispazos poéticos. No cabe duda que puede servirle a otros como preciado material, aparte de ser una muestra sociólogica. No hay que despreciar lo que el pueblo va elaborando. Sería una manera de quitarle poder a las grandes editoriales.

(1) Laraño Conde: El hombre en piedra o arcilla; MADRID, Entrelíneas Editores, 2006

martes, 5 de agosto de 2008

Jon Arzallus Eguiguren tradujo este collage para el homenaje a las víctimas del franquismo

Combatiendo el olvido

Para rasgar el olvido
ayudar a la memoria
y a la sangre derramada;
proclamamos
el sonido del hierro sobre el yunque:
esta antología.
Os pedimos por nuestros muertos
y callará toda la tierra!
Por los muertos de amarga copa solitaria,
por los muertos de ala desvalida!
Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas
y el dolor y su manto
vienen una vez más a nuestro encuentro,
pero
aun no nos damos por vencidos.
Dicen que se perdió una guerra.
Pero la perdieron
la legión de los hombres sin futuro.
No sabemos
como andaría en aquel tiempo
lo del vivir del tajo y ser un pobre,
pero lo que es ahora
es un milagro mayor
que el de los panes y los peces
poner algo en la mesa
y repartirlo
para que llegue a todos.
Seguimos contra la exacta puerta de oro
que se cierra matando.
*
Habría que contarlo:
cuando murió el soldado,
lejos,
escaló el mar de una ventana
y se puso a llorar
junto a un retrato.
Había que contarlo.
¡Ay de los ojos desvelados,
que recogen formas últimas!
La forma de Julián Grimau.
Las formas de las cinco espigas jóvenes
del 27 de septiembre de 1975.
¡Maldito baile de muertos
polvora de la mañana!
Fueron tiempos insólitos
fijos en la memoria,
como un deseo presente
que no acaba.
A la espalda los llevo ¿no lo notas?
De cadenas y penas ancho río.
Tiempo del miedo a los aldabonazos
en la noche,
de lenta muerte
entre paredes
(¡Ay retahila de Migueles!)
Dolor que insiste
en todo lo que existe;
hombres que intervienen el alba,
la secuestran,
la violan
y le arrancan la luz de las entrañas.
Tanta luz cenital nos ha llevado
a sueños de cuchillos,
ante el desfile triunfal.
Hoy esperamos el sueño del heroe.
Siu corazón se ha forjado
en los yunques del espanto
que dejó su Excelencia
el Fusilarísimo
para ponernos nombre.
Mientras tanto
laz sangre ofusca
y hay
muertos inclementes reclamando.
Desconocidos
que ahora
pueblan el nido de fantasmas:
hombres que sufren,
hombres torturados,
maniatados,
acosados por Franco,
caudillo de las Españas,
yunque de forja y martillo,
herrero condecorado con bombardeo
y gritos de combatientes absortos
y montañas de caidos.
Por lo demás todo es terriblemente
sencillo.
El agua natural
tiene figura de fuente
(Gritos al amanecer. Espaldas desnudas.
Ojos heridos por el alba fría)
Por lo demás todo sencillo...
Hilerrietako murrailak pirikortez betedira.
Bekokietan daukagu hildakoen zigilua
pisuago existentzia.
Porque no hay un muerto
que valga
más que otro muerto.
¡Coged su sabia espesa,
echadla al mar
y verás como aplaca tempestades!
*
Pero otra fue
la historia de sus vidas
y otra también
la historia de la nave.
Aferrado a los barbechos,
cada rosa de abril
fue una victoria dificil
porque la tierra no es redonda,
sino un patio cargado
envuelto en malas artes
(garrote vil, 2 de marzo, Puig Antich)
La primavera venía
cortando trozos de nieve
y antes de las diez del día
se derramó para siempre.
Siguieron matando los cuchilleros,
los carniceros;
Sansón Carrasco, pequeños y vulgares,
enemigos jurados
de cualquier aventura.
No te olvido carnicero
que mataste un pueblo entero.


Epílogo
Pero las víctimas
disponen de un cuchillo,
lo dice el día naciente,
lo declama la rama verde,
lo proclama la flor luminosa.
Soñenos, si, soñemos.
Hoy no estamos desnudos,
y es grande el sueño como la tierra.
Antes de que los pájaros enmudezcan,
se alzará una voz:
-Mirad de frente, hijos míos.
Grito que recorrerá el espinazo
de la Ibérica.
¡Mirad de frente!
Recordarlo y reescribir de nuevo
en las paredes de la Historia.
El puño crispado en el úlltimo
sollozo. ¡Mirad de frente!
Hijos del limo y la aceituna,
del asfalto y de las máquinas.
Aun lucen las estrellas.
También hay alambradas.
Pero a pesar de todo,
un día estaréis con nosotros
como queríais.
La lucha sigue:
"Caenas que tienen mis manos,
caenas que quiero arrancar"
¡Sabed!
¡Sabedlo bien!
¡Grabadlo en los ojos abiertos
del recuerdo!
Tan solo es posible
porque muchas
numerables sangres
se abrieron a la muerte.
Cantó la estancia,
huido el áspid,
Ara Mareix,
acaso sea el momento
de buscar la medida
de tanta certidumbre:
se retiró la sangre a la tiniebla.
Terminemos con Neruda:
Hemos de caminar conociendo,
para tocar la rectitud,
para que la serenidad
sea condición de la alegría,
para que así seamos invencibles.

sábado, 2 de agosto de 2008

Jon Arzallus Eguiguren y la traducción: Ahazteari gogor (Poemen poema)

Para un Homenaje a las Víctimas del Franquismo, que a mediados de la década de 1980/90 del siglo pasado se hizo, se editaron dos antologías poéticas: La Memoria y la Sangre y la Antología Poética Vasca. Para esta última se compuso un collage sacando versos de poetas que salieron en 'La Memoria y La Sangre'. Luego no salió editada esta composición. Para recordar a esas victimas, para luchar contra el olvido y para que el trabajo de traducción de Jon Arzallus Eguiguren no permanezca arrumbado en un cajón, publicamos esta composición en euskera que, repetimos, tradujo al castellano.


Ahazteari gogor (Poemen poema)



Ahazte erazka urratzeko,
oroimena eta ixuritako odola laguntzeko, ingude gainean darion soinua lez aldarrikatzen dugu: antología hau. Geure hilengatik eskatzen dizuegu eta ludia isilduko da! Hildakoen kopa garratz bakartiarengatik, hilen hagal babesgabeagatik! Lantza herdoilduz heriotza zeharpasa eta gure bila datoz berriro sufrikarioa eta bere mantua baina ez dugu amor eman oraino. Gerrate bat galdu zela diote. Etorkizunik gabeko gizon aldrek izatea, galdu zuten. Auskalo nola zebilen garaietan tajotik bizi eta txiro izatea, egun bederen milagro handiagoa da oraino arrain eta ogiena baino, zerbait mahairaino ekarri eta denei iristeraino luzatzea hura. Ixtean beti norbait hiltzen duen urrezko ate justuaren kontra jarraitzen dugu; gapirio, giltza eta katea guztien ere kontra. Beharko litzateke konta: nola soldatu bat hil zenean, urrun, itsasoa leihoraino igo eta agazkiaren kontra egin zuen negar. Behar zen kontatu baita. Hara begi atzarri azken irudien biltzaileak 75 eko irailaren 27 ko bost bihiburu gazteenak. Hilen dantza madarikatuaren putza polbora goizalbakoa! Gose luzeen aldi motz. Betiko gogoan geldituak. Bizkarreaan daratzat. Ez duk ikusten? Kateaz eta sufrikariozko ibai hantua. Aldabahots beldurgarri gauekoen, heriotze luze horma artekoen denborak (Nolako Miguel sailak!) Oinaze, izatedun guztiaren ziztari iraunkorra; gizon, gizalba bera eskuhartzen bahitzen, bortxatzen eta erraietako argia ere ohozten diozutenak. Zenbat ginga argik ez gaitu kutxilo ametsetan murgildu desfile triunfarien aurrean. Gaur ordea heroearen ametsak derabiltzagu, trebatua bait du bihotza izuikaren ingudegain, guri izenak ipintzeko Jaun Bere Fusilarisimoak utzitakoetan. Aldiz, itsua bait da odola eta hor daude hilak gogaikarrriko arrendeika; mamuen kabixuloa bixilekutzat hartu duten ezezagunak, oinazeak eta turturak eskuloturik, Frankok berak Espainietako kaudillo, sutegiko ingude eta mailu zenak, bonbardeoek, Konbatiente liluratien oihuek eta mendiak bete hilek kondekpraturiko errementari zenak erasotakoak. Izugarri sinplea da gainerakoa guztia: ur naturala iturriaren irudikoa (eguntxintean karraxiak. Larrugorritan bizkarrak. Gainerakoan dena berez... Hilerrietako murrailak pirikortez betedira. Bekokietan daukagu hildakoen zigilua pisuago existentzia baino. Zeren ez bait da hildako bat bakarrik hildako balio duenik. Har ezazue bestela baten sabia lodia, bota itsasora eta ikusiko duzue nola ekaitzak baretzen dituen! Beste bat izan zen ordea, haien bizitzako historia eta beste bat itsasontziarena ere. Lugorriari loturik dagoen aspirileko arrosarena bezain zaila izan zen garaipen bakoitza, zeren ez bait da borobila gure lurra patio karratu bat baizen arte tzarrez korapilatua (garrote makurra martxoaren bila, Puig Antich) Elur sailak ebakiz zetorren udaberria eta egunak haanrrak baino lehen geratu zen ixuria betiko. Garbitu ta garbitu jarraitu zuten harakinek; Sanson Carrasco, tatar eta arloteek, mentura guztien. Ezdut ahaztuko harakina herri bat osoa duzula hila.



Hitzondoa

Halabaina biktimek badute ganibeta, hala dio egun berriak, ala adazka berdeak eta hala lore dirdiratiak. Ez gaude bilutsik. Lurra bera bezain handi bait da gure ametsa. Xoriak isildu baino lehen altzako da ahotsa: Begira aurrera, ene semeok, oihuak korrituko du Iberia hezurrik hezur. Begira aurrera! Jaso gogoan eta idatzi berriro histiriako hormetan. Azken negozotinekin kuzkurturiko ukabilak. Begira aurrera! Linu ta olibaren, asfaltoa eta makinen semeok. Nirnari daude oraino izarrak. Hor dirau, nozki, alanbresareak. Ordea egun batez gurekin egongo zarete zeuok gura zenuten lez. Ez da gelditu borroka. Eskuetako kataiok berok nahi ditugu eten denok. Eta jakin! Jakin gero ondo! Eta grabatu oroitzapenaren begi zabalietan! Hori posible soil soilik kontahala odol errkek ebaki dutelako heriotza bitan. Abestu du etxe guztiak sugeak ihesegitean. Ara Mateix, Hainbat ziurtzari neurria hartzeko unean gaude agian: baztertu bait da odola ilunpetara. Eman diezaiogun Nerudarekin bukaera. Ezagutuz egin dezagun bidea unkituz zuzentasuna, zorroztasuna izan dadin pozaren baldintza eta menderaezinak zaitezen horrela.

¡Que putada!: No ha salido en verso.