martes, 29 de junio de 2010

Miguel de Cervantes: 'Con la iglesia hemos dado' (*) (1)

Hemos destacado aquí estos párrafos de la famosísima novela de Miguel de Cervantes
no por la frase del final acerca de la Iglesia, sino por el comienzo del capítulo del que los hemos tomado en el que hace una descripción, que a nosotros nos parece magistral, de la media noche en un pueblo cualquiera de Castilla
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Media noche era por filo, poco más a menos, cuando don Quijote y Sancho dejaron el monte y entraron en el Toboso. Estaba el pueblo en un sosegado silencio, porque todos sus vecinos dormían y reposaban a pierna tendida, como suele decirse. Era la noche entreclara, puesto que quisiera Sancho que fuera del todo escura, por hallar en su escuridad disculpa de su sandez. No se oía en todo el lugar sino ladridos de perros, que atronaban los oídos de don Quijote y turbaban el corazón de Sancho. De cuando en cuando, rebuznaba un jumento, gruñían puercos, mayaban gatos, cuyas voces, de diferentes sonidos, se aumentaban con el silencio de la noche, todo lo cual tuvo el enamorado caballero a mal agüero; pero, con todo esto, dijo a Sancho:

-Sancho, hijo, guía al palacio de Dulcinea: quizá podrá ser que la hallemos despierta.

-¿A qué palacio tengo de guiar, cuerpo del sol -respondió Sancho-, que en el que yo vi a su grandeza no era sino casa muy pequeña?

-Debía de estar retirada, entonces -respondió don Quijote-, en algún pequeño apartamiento de su alcázar, solazándose a solas con sus doncellas, como es uso y costumbre de las altas señoras y princesas.

-Señor -dijo Sancho-, ya que vuestra merced quiere, a pesar mío, que sea alcázar la casa de mi señora Dulcinea, ¿es hora ésta por ventura de hallar la puerta abierta? Y ¿será bien que demos aldabazos para que nos oyan y nos abran, metiendo en alboroto y rumor toda la gente? ¿Vamos por dicha a llamar a la casa de nuestras mancebas, como hacen los abarraganados, que llegan, y llaman, y entran a cualquier hora, por tarde que sea?

-Hallemos primero una por una el alcázar -replicó don Quijote-, que entonces yo te diré, Sancho, lo que será bien que hagamos. Y advierte, Sancho, que yo veo poco, o que aquel bulto grande y sombra que desde aquí se descubre la debe de hacer el palacio de Dulcinea.

-Pues guíe vuestra merced -respondió Sancho-: quizá será así; aunque yo lo veré con los ojos y lo tocaré con las manos, y así lo creeré yo como creer que es ahora de día.

Guió don Quijote, y, habiendo andado como docientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la iglesia principal del pueblo. Y dijo:

-Con la iglesia hemos dado, Sancho. 
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(*) El título se lo he puesto nosotros
(1) Capítulo IX de la Segunda Parte

martes, 8 de junio de 2010

REPARACION AFRICANA- ITRAP Spain: 20 años del mto panteras negras FOJA 1990-2010

REPARACION AFRICANA- ITRAP Spain: 20 años del mto panteras negras FOJA 1990-2010

Miguel de Cervantes: Que trata de humor escatológico (*)


Del Capítulo XX. 
De la jamás vista ni oída aventura que con más poco peligro fue acabada de famoso caballero en el mundo, como la que acabó el valeroso don Quijote de la Mancha
*
¡Y riámonos un poco!
...

En esto, parece ser, o que el frío de la mañana, que ya venía, o que Sancho hubiese cenado algunas cosas lenitivas (1), o que fuese cosa natural –que es lo que más se debe creer–, a él le vino en voluntad y deseo de hacer lo que otro no pudiera hacer por él; mas era tanto el miedo que había entrado en su corazón, que no osaba apartarse un negro de uña de su amo. Pues pensar de no hacer lo que tenía gana, tampoco era posible; y así, lo que hizo, por bien de paz, fue soltar la mano derecha, que tenía asida al arzón trasero, con la cual, bonitamente y sin rumor alguno, se soltó la lazada corrediza con que los calzones se sostenían, sin ayuda de otra alguna, y, en quitándosela, dieron luego abajo y se le quedaron como grillos (2). Tras esto, alzó la camisa lo mejor que pudo y echó al aire entrambas posaderas, que no eran muy pequeñas. Hecho esto –que él pensó que era lo más que tenía que hacer para salir de aquel terrible aprieto y angustia–, le sobrevino otra mayor, que fue que le pareció que no podía mudarse (3) sin hacer estrépito y ruido, y comenzó a apretar los dientes y a encoger los hombros, recogiendo en sí el aliento todo cuanto podía; pero, con todas estas diligencias, fue tan desdichado que, al cabo al cabo, vino a hacer un poco de ruido, bien diferente de aquel que a él le ponía tanto miedo. Oyólo don Quijote y dijo:

–¿Qué rumor es ése, Sancho?

–No sé, señor –respondió él–. Alguna cosa nueva debe de ser, que las aventuras y desventuras nunca comienzan por poco.

Tornó otra vez a probar ventura, y sucedióle tan bien que, sin más ruido ni alboroto que el pasado, se halló libre de la carga que tanta pesadumbre le había dado. Mas, como don Quijote tenía el sentido del olfato tan vivo como el de los oídos, y Sancho estaba tan junto y cosido con él que casi por línea recta subían los vapores hacia arriba, no se pudo escusar de que algunos no llegasen a sus narices; y, apenas hubieron llegado, cuando él fue al socorro, apretándolas entre los dos dedos; y, con tono algo gangoso, dijo:

–Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo.

–Sí tengo respondió Sancho–; mas, ¿en qué lo echa de ver vuestra merced ahora más que nunca?

–En que ahora más que nunca hueles, y no a ámbarrespondió don Quijote.

–Bien podrá serdijo Sancho–, mas yo no tengo la culpa, sino vuestra merced, que me trae a deshoras y por estos no acostumbrados pasos.

–Retírate tres o cuatro allá, amigo dijo don Quijote (todo esto sin quitarse los dedos de las narices)–, y desde aquí adelante ten más cuenta con tu persona y con lo que debes a la mía; que la mucha conversación (4) que tengo contigo ha engendrado este menosprecio.

–Apostaré replicó Sanchoque piensa vuestra merced que yo he hecho de mi persona alguna cosa que no deba.

–Peor es meneallo, amigo Sanchorespondió don Quijote.
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(*) El título es nuestro
(1) Laxantes, suavizantes
(2) Grilletes
(3) Cagar, evacuar, deponer
(4) El mucho trato