miércoles, 19 de diciembre de 2007

Lope de Vega: del Soneto CI y del CXIII

Cayó la torre que en el viento hacían
mis altos pensamientos castigados,
que yecen por el suelo derribados
cuando con sus extremos competían.

Atrevidos al sol llegar querían
y morir en sus rayos abrasados,
de cuya luz contentos y engañados
como la ciega mariposa ardían.

Del Soneto CXIII

Desde que viene la pasada Aurora
hasta que el viejo Atlante esconda el día,
lloran mis ojos con igual porfía
su claro sol, que otras montañas dora.
...................................................
Mi vida va volando, el tiempo corre,
y mientras mi esperanza con vos viene,
callando pasan los ligeros años.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Manuel Blanco Chivite escribe sobre Sebastían Miñano

Manuel Blanco Chivite: Miñano, castellano y afrancesado

Entre los personajes castellanos más complejos y cambiantes y, al mismo tiempo, menos conocidos hoy del XIX se encuentra, sin duda, D. Sebastián Miñano y Bedoya, natural de Becerril de Campos (Palencia), donde nació en 1779. De él nos habla Menéndez y Pelayo en su “Historia de los Heterodoxos”, Madoz en su “Diccionario Geográfico”; Alcalá Galiano en sus “Memorias de un anciano”, Baroja en varias de sus obras, amén del estudio que le dedicó Eugenio Ochoa.

Miñano, por sus cambios políticos de chaqueta –“cambios de casaca” decía Galdós- y su vida itinerante y diversa, es un personaje muy español, incluido su afrancesamiento.

Estudió en los seminario de Palencia y Salamanca. Formó parte de la secretaría de Luís de Borbón, arzobispo de Sevilla, de cuya catedral fue prebendado. Afrancesado, pasó a la secretaría del mariscal Soult, cuando este era capitán general de Andalucía durante la ocupación napoleónica. En 1812 pasó a Francia de donde no regresaría hasta 1816.

De talante liberal moderado, como todos los afrancesados, escéptico respecto a las capacidades populares y respecto a casi todo.

En el trienio liberal, 1820-1823, llegó a dirigir en Madrid el periódico “El Censor”, formando equipo con sus amigos Lista, Hermosilla y Burgos.

De 1820 data su obra más popular, “Los lamentos políticos de un pobrecito holgazán que estaba acostumbrado a vivir a costa ajena”, publicado anónimamente en forma de cartas. Se trata de una sátira contra el absolutismo y el clero y contra los sectores dominantes y exaltados del liberalismo doceañista y del trienio que arrinconaron a los viejos afrancesados. De los “Lamentos…” llegaron a editarse 60.000 ejemplares, “el mayor éxito editorial de su tiempo”, según Max Aub.

Menéndez y Pelayo califica la obra como una muestra de “ingenio castellano de buen donaire, extremado en el manejo de la ironía” y de “gracejo volteriano refinadísimo”.

La obra de Miñano durante estos tres años fue abundante y polémica: “Cartas de El Madrileño”, que vieron la luz en “El Censor”; “Discurso sobre la libertad de imprenta”, “Cartas de don Justo Balanza al pobrecito holgazán…”

Bartolomé Gallardo, que ya había polemizado con él desde su puesto de diputado en el Cádiz de 1812, le lanzó un fuerte ataque durante el trienio en respuesta a un escrito de Miñano correspondiente al número 47 de “El Censor”. El texto de Gallardo, titulado “Carta Blanca” no sería el último de este autor contra el grupo de Miñano, Hermosilla, Lista, ya que en 1834 les llamaría “mercachifles de la literatura” en un nuevo folleto.

Sebastián Miñano pasó a Francia y se instaló en Bayona en 1831, en la finca ‘Buruchuri’, según cuenta Baroja en el tomo II de sus memorias. En esta época D. Sebastián había evolucionado en sus opiniones y era ‘partidario del despotismo ilustrado’ (Baroja). También evolucionó en el terreno religioso haciéndose protestante.

En Bayona, donde vivía ‘con una señora de apellido Ochoa, de la que tuvo un hijo, Eugenio de Ochoa, escritor y académico de la Academia Española ’ (Baroja) publicó junto a sus viejos amigos afrancesados, ‘ La Gaceta de Bayona’, de ideas moderadas que en alguna ocasión se imprimió en la imprenta de los abuelos de Pío Baroja (D. Pío y D. Ignacio Ramón), situada primero en la calle 31 de Agosto y más tarde en la plaza de la Constitución. En esta imprenta vio la luz igualmente la traducción que Miñano hizo de la ‘Historia de la Revolución Francesa ’ de Thiers.

Desatada la primera guerra carlista, Miñano recibía en su finca de Bayona tanto a los enviados del bando liberal como a los agentes del pretendiente, Carlos María Isidro (Carlos VII). Cuenta el mismo Baroja que recibía dinero de ambos bandos, que le consideraban una especie de oráculo.

Murió el 6 de febrero de 1845, cuando preparaba su traslado a San Sebastián, ciudad en cuyo cementerio de Polloe fue enterrado.

D. Serafín Baroja, ingeniero y padre del novelista, jugaba al chito y a los bolos con sus amigos en dicho cementerio, utilizando alegremente algunas calaveras, entre ellas la de Miñano.

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Manuel Blanco Chivite. Madrid, enero de 1994

( TOMADO DE LA REVISTA CAMINAR CONOCIENDO)