viernes, 27 de febrero de 2009

Carlos Marx: De loterías y truhanes (*)

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El 20 de diciembre, Pascal Duprat interpeló al ministro del Interior sobre la lotería de los lingotes de oro. Esta lotería era una «hija del Elíseo». Bonaparte la había traído al mundo con sus leales, y el prefecto de policía Carlier la había tomado bajo la protección oficial, a pesar de que la ley en Francia prohibe toda clase de loterías, fuera de los sorteos hechos para fines de beneficencia. Siete millones de billetes por valor de un franco cada uno, y la ganancia destinada, al parecer, a embarcar a vagabundos de París para California. De una parte se quería que los sueños dorados desplazasen a los sueños socialistas del proletariado parisino, la tentadora perspectiva del premio gordo desplazase el derecho doctrinario al trabajo. Naturalmente, los obreros de París no reconocieron en el brillo de los lingotes de oro de California los opacos francos que les habían sacado del bolsillo con engaños. Pero, en lo fundamental, tratábase de una estafa directa. Los vagabundos que querían encontrar minas de oro californianas sin moverse de París, eran el propio Bonaparte y los caballeros comidos de deudas que formaban su Tabla redonda. Los tres millones concedidos por la Asamblea Nacional se los habían gastado ya alegremente, y había que volver a llenar la caja como fuese. En vano había abierto Bonaparte una suscripción nacional para construir las llamadas cités ouvrières (1), a cuya cabeza figura él mismo, con una suma considerable. Los burgueses, duros de corazón, aguardaron a que desembolsase el capital suscrito, y como, naturalmente, el desembolso no se efectuó, la especulación sobre aquellos castillos socialistas en el aire se vino chabacanamente a tierra. Los lingotes de oro dieron mejor resultado. Bonaparte y consortes no se contentaron con embolsarse una parte del remanente de los siete millones que quedaba después de cubrir el valor de las barras sorteadas, sino que fabricaron diez, quince y hasta veinte billetes falsos del mismo número. ¡Operaciones financieras en el espíritu de la Sociedad del 10 de Diciembre! Aquí la Asamblea Nacional no tenía enfrente al ficticio presidente de la República, sino al Bonaparte de carne y hueso. Aquí, podía coger in fraganti, transgrediendo no ya la Constitución, sino el Code pénal. Si ante la interpelación de Duprat la Asamblea pasó al orden del día, no fue solamente porque la enmienda de Girardin de declararse satisfait traía a la memoria del partido del orden su corrupción sistemática. El burgués, y sobre todo el burgués hinchado en estadista, completa su vileza práctica con su grandilocuencia teórica. Como estadista, se convierte, al igual que el poder del Estado que tiene enfrente, en un ser superior, al que sólo se le puede combatir de un modo superior, solemne.

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(tomado de la obra de Carlos Marx 'El 18 Brumario de Luis Bonaparte', capítulo V)
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(*) El título es nuestro
(1)Colonias obreras