sábado, 23 de agosto de 2008

Un soldado llamado Horacio Álvarez Hernández (1ª Parte)

Iglesia parroquial de Santa Clara de Avedillo
(Zamora), pueblo natal del poeta Horacio


"Mi servicio militar 1956" así tituló Horacio Álvarez Hernández su relación en torno a su vida de soldado en África. Como ella miles de soldados vivieron esa vida en el Ejército obligatoriamente. El mérito de Horacio es saber componer estas cuartetas con cierto oficio. Oficio que le viene de sentir la musicalidad de las palabras, porque él, precisamente él, no es un hombre de los 'leidos y escribidos', sino un obrero, ya jubilado, residente en Gijón (Asturias) que, antes, en su juventud, fue jornalero en tierras de Castilla (nacido en Santa Clara de Avedillo municipio de la provincia de Zamora) Ese es su mérito: ser un poeta popular.

Esra relación la pondremos en dos partes:

1ª Parte:

Como a todo ciudadano
llegó la edad de ingresar
a ese deber obligado:
el servicio militar.

Le llegó el gran sufrimiento
a mi madre ¡pobre cielo!
saber que mi regimiento
tiene su sede en Melilla.

De Avedillo yo salí
con un nudo en la garganta,
y además... (sic) ¡con una manta!
¡Ay pobrecillo de mi!

Mi hermana qquedó llorando
cuando me fue a despedir,
y me dio el último abrazo
allá en la cuesta el "toril".

De Zamora a Madrid,
en aquel tren de vagones;
cuando llegamos allí
ya dolían los... riñones.

Allí pasamos la noche;
nada más desayunar
nos metieron en los "coches"(sic)
y hasta Alcazar de San Juan,

donde aquel tren infernal
hizo la primer parada;
pero nada de acampada,
paró para repostar.

Atravesé Andalucía,
pasé por Despeñaperros;
metidos en los vagones
lo mismo que los corderos.

Málaga desde Zamora,
cuatro días de viaje;
ya se adivina el paisaje
de la infame costa mora.

Y ya en Málaga embarqué
en un mar con violencia,
el trasatlántico aquel
era el Ciudad de Valencia.

El día dos de abril
a Melilla yo llegué
y con camiones de allí
me llevaron al cuartel.

Tres días tardé en saber
donde estaba situado;
a mi manera de ver
salía el sol por otro lado.

Me llevaron a las duchas
y de ropa me cambiaron,
y lo mismo que una trucha
la cabeza me dejaron.

Empecé a hacer instrucción:
medias vueltas, variaciones,
pelar algunas patatas...
¡Cosa de las instruciones!

Arresto de Imaginaria (sic)
¡Dios mío, qué pesadilla!
el teniente me arrestó
por escaparme a Melilla.

Se me olvidaba decir
-ahora lo digo y en paz-
donde me toca servir
se llamaba El Zoco El Haz.

Un cuartel de Regulares (sic)
que mentarlo es un tabú;
está en siniestros lugares
cerca el monte Gurugú.

Hacemos movimientos:
sobre el hombro, a tierra, rindan...
Detrás estaba el sargento
¡qué soltaba cada linda... (sic)!

Yo muchas veces temblaba
cuando lo veía venir;
no saber si regañaba
a un compañero o a mi.

Lo primero la instrucción
solo para el 'combatiente' (sic),
luego pasa a la escuadra
que ya es más inconveniente.

Luego viene el pelotón,
que ya un sargento lo manda,
y es lo mismo la instrucción
que la que tiene la escuadra.

Pero es con la 'Sección' (sic)
que la cosa es algo dura
porque lo manda un teniente
y es demás embergadura.

En siguiendo la Compañía (sic)
que la manda un capitán,
entonces por pelotones
tenemos que desplegar.

Pasamos luego al tabor
que son cinco compañías,
y lo manda un comandante;
¡más dificil todavía!

Así sucesivamente
hasta todo el grupo entero
que lo manda el coronel
y es el asunto más serio.

Y como aquí no hay manera
de arreglar este tinglado,
cuando juramos bandera
yo me apunto para cabo.

No sé si esto es bueno o malo,
el tiempo ya lo dirá;
lo que si es seguro ya
que me libro de algún palo.

A los tres meses veía,
-y... ¡que caray!... con agrado-
que en aquel orden del día
salía nombrado cabo.

Y... amigos... es cojonudo,
pues se gana más dinero;
lo peor... que un compañero
tiene que hacerte el saludo.

Porque hay mucha discuplina,
es una fuerza de choque,
y le toque a quien le toque
no se consienten pamplinas.

Empiezan a dar destinos
y en la orden del Cuartel (sic)
la fortuna va conmigo:
me nombran Cabo Furriel (sic)

¿Sabéis lo que significa
este mando que me dan?:
que no haré ninguna guardia
y que no me falta el pan.

Estoy loco de contento,
mas a los muy pocos días
nos mandan de campamento;
le toca a mi compañía.

Yo me puse en lo peor,
pero fue que no sabía
que era de Plana Mayor (sic)
la novena compañía.

Esto si que tiene gracia
porque a dicha compañía
sólo le pertenecían
asuntos de burocracia.

Yo fui el más feliz del mundo
por lo bien que allí vivía
pues solito compartía
una tienda de campaña.

Para mi aquí no hay diana,
ni silencio, ni fajina,
ni retreta, ni cocina...
en fin, que no hacía nada.

Solo repartía el pan
y paja para los mulos,
porque todo lo demás,
para mi, todo era nulo.

Así el tiempo transcurría
estando de maravilla;
cuando me escribe mi tía
que vendría a verme a Melilla.

La noticia me produce
alegría desbordante,
lo cual luego me conduce
ir a ver al Comandate.

Necesitaba permiso
para atender a mi tía;
y el comandante me dijo
que me daba cuatro días

porque él no podía más
aunque dijo que podía
presentarme al general
que alguno más me daría.

Y al general me presento,
la verdad, algo remiso;
pero me dio más permiso,
¡estoy loco de contento!

Asi que, al siguiente día,
me pro del Campamento
y a recibir a mi tía
en Melilla me presento.

Ocho días de paisano
paseando por Melilla,
hasta aquí de maravilla;
al regresar ¡vaya chasco!

Cuando llego al Campamento
mi maleta 'desguazada'(sic);
yo que estaba tan contento;
pues me dejaron sin nada.

Yo que cuando la dejé
la tenía tan repleta...
¡que disgusto me llevé
a ver así mi maleta!

Así es la vida, señores,
hay días maravillosos,
mas hay también sinsabores
que te dan los envidiosos...


(continuará con la segunda parte)

No hay comentarios: