lunes, 18 de junio de 2012

Iswe Letu: El mundo postrero


Título: El último mundo burgués

Autora: Nadine Gordimer

Editorial: Versal

Año: 1987


Mientras los americanos se pasean por el espacio con el objetivo de llegar a la luna, en Sudáfrica una mujer blanca recibe un telegrama comunicándole el suicidio de su marido, de su expareja. 


Aunque ella ha rehecho su vida y tiene un nuevo amante, este acontecimiento le hace revivir su vida pasada con él. 


Vida que, entre el acontecer cotidiano, le viene de cuando en cuando. Por ejemplo mientras conduce hacia el colegio donde está internado su hijo al que va a comunicarle la noticia de la muerte del padre. 


Es una novelita escrita en primera persona. En un espacio de tiempo de un día. La Premio Nobel sudáfricana, de raza blanca, nos va mostrando de manera magistral los problemas en lo estaba inmersa la sociedad de su país en aquel tiempo. Todos derivados del dominio de una minoría de blancos sobre una mayoría de negros.


Sobre ese escenario se desenvuelven los personajes: la protagonista, su nuevo novio, su abuela, un militante negro antiaparheit y sobre todo el marido suicidado.


A lo largo del relato nos vamos enterando de que, él, es hijo de la más encumbrada burguesía sudafricana (su padre es, además, parlamentario) que se incorpora a la lucha contra el racismo, acude a manifestaciones, concentraciones... y hasta fabrica una bomba, a resultas de este hecho lo detienen y... Y su final era previsible después de transformarse en un testigo protegido del Estado, es decir: en un chivato. 'Un pobre hombre', como lo define el militante negro.


El lector va netiéndose en la angustia de este 'pobre hombre' que deviene en trágico final. Hasta su ex mujer lo salva diciendo, más o menos, que fue uno de los pocos blancos que se movió para cambiar las cosas.


La novelita es como una instantánea, una foto eterna de un momento de la historia de Sudáfrica. 


Tiene un tono mesurado como corresponde al personaje de una mujer que ya ha superado el trauma de la separación y lo que piensa lo hace con objetiva reflexión. Hasta sus relaciones sexuales son puestas y pensadas con comedida y desprejuiciada naturalidad.  O eso cree la escritora. Nosotros no del todo.






Sobre esto último de la sexualidad trataremos en un post posterior.

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