sábado, 16 de junio de 2012

Iswe Letu: Instigador intelectual de la matanza


La sentencia del tribunal que ha juzgado acerca de la carnicería de gente trabajadora en Madrid el 11 de marzo de 2004 ha descartado a Eta no habla de autores intelectuales. A eso se han agarrado, no podía ser de otro modo, los partidos mayoritarios como perros al hueso; uno (el PSOE) repite: no ha sido Eta; y el otro (el PP) no apea de los labios: no se ha averiguado el autor intelectual.

Aparte de la pugna política que demuestra lo poco que les importan las víctimas que podríamos ser cualquiera de nosotros, queremos referirnos a esa algarabía entorno al 'autor intelectual' al que ya se había referido el anterios mandatario pepero Aznar, Ansar para los amigos. Recordamos todos aquellas palabras de que los autores intelectuales se hallarían en yermos y montes cercanos, o algo parecido, con lo que quería apuntar a Eta y dirigentes marroquíes.

Esto de insistir tanto en autores intelectuales, nos muestras una concepción elitista, casi aristocrática, del devenir de la Historia en la que unos pocos piensan y dan órdenes y el resto de la población actúa como marionetas de ese poder pensante. Son, recordamos, las minorías selectas a las que se refería Ortega y Gasset y que luego hizo suyas el jefe de la Falange Española (variante del fascismo en España) J. A. Primo de Rivera con lo de 'minorías selectas inasequibles al desaliento'. 

Pues bien, estas (las minorías), acostumbradas a la vida muelle, regalada, muchas veces ociosa, se consideran entes pensantes a los que otros seres, inferiores por supuesto, obedecen en todo: "¡Traeme el desayuno!... ¡Limpiame el culo!"...

Es la visión del señorito, del terrateniente, del general, del banquero, del cardenal, del patrono...

No conciben que desde abajo, desde las clases inferiores, pueda surgir una idea trascendente cuya materialización llevada a cabo por esos mismos individuos de cuna miserable pueda trastocar o conmover los objetivos programados de las élites pensantes. 

Así, se ha despreciado en la prensa de la llamada conspiración a los autores de la masacre madrileña no por su acción (que también) sino porque las biografías llevaban a una humilde cuna. De modo que, "¿cómo iban ellos a saber la trascendencia de sus actos si son unos pobres imbéciles?". Es lógico que ante esta pregunta busquen a alguien que esté detrás pensando. Un jefe intelectual que les haya ordenado llevar el desayuno o limpiar el culo.
Ese empeño en buscar el autor intelectual de la masacre del 11 M que divide las organizaciones entre los que piensan y los que actúan (según los que defienden esto) nos muestra un desprecio intelectual hacia los militantes de base de cualquier organización porque implica que estos no tienen cerebro solo son carne en movimiento.

Es, además, una posición sumamente hipócrita: "yo ordeno porque pienso pero no me meto en la mierda ya que se la dejo a las moscas mientras me baño y me perfumo para que el hedor no llegue a mis narices.

Y recordando otra vez las palabras de Aznar (Ansar para los amigotes) de que los autores intelectuales no estarían en desiertos muy lejanos y ni en montañas a las que se tardaría mucho en llegar, cabe colegir también las numerosas maniobras sucias, escondidas, clandestinas y hasta criminales que deben de barajar continuamente esas élites. Eso ya lo sospechábamos y luego se ha demostrado. Un ejemplo pudiera ser aquello de las armas de destrucción masivas para llegar a la guerra en Irak.

Decíamos que sospechábamos maniobras sucias, oscuras, tenebrosas, criminales, no por intuición genial o divina sino porque en la Historia ya hemos aprendido cosas tan siniestras como lo del incendio del Reistag alemán, quemado por los mismos nazis, para acusar a los comunistas, ilegalizarlos y perseguirlos; es decir: para deshacerse de sus enemigos políticos. Por cierto, que algunos han barajado esa misma acción en relación con las Torres Gemelas como pretexto para invadir pueblos y derrocar gobiernos.
 Llegados a este punto, tenemos que decir que, a nosotros, nos parece que la inteligencia no tiene clase. Es decir: puede surgir hasta en la cuna más humilde unida a la valentía, el arrojo y otros ingredientes explosivos. Solo se necesita una ideología determinada que la alumbre para que su acción, planeada y ejecutada por unas personas concretas, nos sea agradable o nos parezca horrible.

Así, la masacre de Madrid nos resulta odiosa, repugnante, irraccional, sin sentido. Nos hace apretar los puños de rabia.

Dicho lo anterior, como principio, tenemos que añadir que la comprendemos dentro de una ideología, en este caso religiosa, que, como todas las ideologías religiosas, es irraccional teniendo, como tiene en el punto de mira, como enemigos, a todos los que no comulguen con su fe. A todos. 

Y la comprendemos, además, en el marco de la historia que vivimos, donde los palestinos son asesinados todos los días, donde se invade países como Irak o Afganistán, donde se roba las riquezas de los pueblos pobres, al tiempo que se ridiculiza su civilización, sus creencias y hasta su modo de vestir. De modo que, en un arranque de irraccionalidad, alumbrados por su ideología islámica, consideran enemigo a todo aquel que pasa a su lado, sin distinción de responsabilidad o clase.

Es la historia la que los recoge, los junta, los concita y aguza su inteligencia; la religión los ilumina, los atiza, los mueve y los empuja hacia el martirio.

Con estos mimbres, con semejantes elementos, el buscar dinero, explosivos, armas... es pecata minuta.

Si de autores se trata, quienes quieran, con voluntad, mínimamente organizados, pueden ser los creadores de algo tan horrible como lo del 11 de marzo en Madrid.

Empero, si se quiere profundizar, más aún, para que no se vuelva a producir, el origen está en Palestina, en Irak, en Afganistán, en el saqueo de los pueblos por parte del imperialismo, en la miseria, en el hambre, en el llanto que golpea a estos hombres, que los persigue, que pisotea sus cojones hasta que saltan matando sin mirar a quien. Esos son los autores intelectuales de lo que pasó y del aciago porvenir. ¿Que la sociedad tiene que defenderse deteniéndolos, juzgándolos y condenándolos? Pues si. Pero si las causas no desaparecen, tarde o temprano, volveremos a sufrir sus zarpazos. Y si no, al tiempo.

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