lunes, 18 de junio de 2012

Libia en su encrucijada



El joven tunecino Mohamed Buazizi se inmoló por dignidad y sus llamas prendieron la pólvora iracunda que venía regándose por los pueblos árabes. Las masas se alzaron y, avanzando contra el poder establecido, fueron derribando dictaduras; primero Túnez, luego Egipto. Ahora están en la cuerda floja los gobernantes de Barheim, Yemen, Marruecos, Argelia...
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Zona toda ella muy sensible a la economía de la llamada Civilización Occidental; es decir: del capital imperialista y neocolonialista. Los gobiernos de estos paises están muy inquietos. Y lo están porque no saben como acabarán todas estas revueltas (que no revoluciones). Al principio estuvieron a la espectativa. Mas luego, al contemplar el avance incontenible de los pueblos, se fueron desmarcando de los regímenes dictatoriales que, antes, les parecían de perlas. Tan perlíferos les resultaban que no escamotearon elogios de estos sátrapas. Sin importarles un bledo lo que hacían contra sus pueblos. Pero ahora se ponen, ¡hipócritas!, los galones de la defensa de los derechos humanos para curarse en salud ante el arrojo, la valentía, el coraje, de esas masas que levantan barricadas a las fuerzas represivas.
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Ante ello, como decimos, se colocan en el ojal la insignia de acérrimos salvaguardas de los derechos humanos y de las libertades en el mundo. Pero al mismo tiempo sus cuarteles generales idean complots con el fin de detener la marcha de los trabajadores hacia su independencia y su libertad. Maquinan continuamente conspiraciones. Y dudan. Dudan, si, y se inquietan, quedando hasta cierto punto paralizados. Lo más sencillo, se dicen, sería meterles miedo. Invadirlos. Hacerles detener su avance por la fuerza de las armas. La iniciativa bélica los detiene, no porque no puedan llevarla a cabo. Ni por escrúpulos morales. No. Son las consecuencias de semejante acción lo que temen, pues después de invadirlos tienen que ocupar el terreno durante algún tiempo. Y comenzarán las escaramuzas, las emboscadas, la guerra de guerrillas, los sabotajes... Está presente el ejemplo de Irak, Afganistán. Y antes la derrota más clamorosa de todas: Vietnam
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Y no solo eso, sino el avispero en el que se enfangan con los diversos intereses que se juegan allí. Y es que, por muy globalizado que esté el mundo, que lo está, aun no todo está controlado y el Magreb se halla entrecruzado de intereses económicos particulares, de cada país occidental con alguno de esos países árabes o de varios, cuando no empresas que actúan por su cuenta.
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Para complicar aun más el tablero árabe están los llamados países emergentes que algo tienen que decir y su voz es cada vez más escuchada: China, Brasil, India y otros. Sin olvidarnos de Rusia, con su potencial económico defendido por un arsenal de armas nucleares.
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De modo que todos caminan con tiento.
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Hace poco se reunió la Comunidad Europea para decidir sobre Libia. ¿Qué hacer? ¿La opción militar que defiende Francia?
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Esa es la cuestión en esa encrucijada. Un vasto desierto, si. Pero lleno de petróleo. Pueden ganar mucho o perderlo casi todo.
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Buques yanquis están, ya, apostados con ganas de hincarle el diente a esas riquezas del subsuelo libio donde hasta ahora apenas tienen acceso. También otros paises, incluido España, tienen en el mar sus artefactos guerreros. Incluso dicen de China que ha traido algún buque de guerra.
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Si el mundo no estuviera tan interrelacionado la invasión de Libia sería una solución para ellos: se apoderarían del petróleo con la disculpa de detener la agresión de los gobernantes libios había su propia población y de paso tendrían a raya a los dos pueblos árabes que hasta ahora se han liberado de su opresión. Pueblos que la flanquean a derecha e izquierda: el tunecino y el egipcio; que están ahondando en sus revueltas y podrían transformarlas en auténticas revoluciones. Si así sucediera llenaría de aliento a los otros pueblos árabes amenazando seriamente sus regímenes dictatoriales en un avance, incontrolable para los imperialistas y neocolonialistas, haciéndoles perder el control que hoy tienen sobre las riquezas de sus tierras. Y eso no. No le conviene al Gran Capital, ni al Estado Sionista de Israel, gendarme de ese capital.
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Veremos como suceden las cosas.
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Nosotros no somos optimistas porque conocemos que los pueblos sin dirección política lo mismo que se levantan, se abajan. No creemos en el espontaneismo. Y sabemos, además,  porque nos lo enseñó Marx (D. Carlos), que el capital rezuma sangre de los pies a la cabeza. Y no le importaría dejar un reguero de sangre con tal de que sus beneficies no disminuyan.
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Y nos podemos confundir. ¡Ojalá!
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Eso si, una cosa no podrán borrar las armas, si inician una agresión bélica, porque nada se va sin dejar huella y el recuerdo, la memoria de  Mohamed Buazizi quedará en la memoria de todos los pueblos del mundo. Las llamas del honor herido que lo consumieron han calentado los espíritus de los que se morían humildemente con ansias de libertad. Permanecerá para siempre con nosotros el joven tunecino.
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Estas revueltas lo certifican.

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