viernes, 9 de enero de 2009

Aimé Césaire: Retorno al País Natal (2)

(poema traducido al castellano por Lydia Cabrera y editado por Molina y Compañía enLa Habana -Cuba- en 1942; para ello tomó como base la primera edición del poema deAimé Césaire, aparecido en la revistaVolontés, en París, en el año de 1939, y titulado Cahier d'un retour au pays natal -Cuaderno de un retorno al pais natal-; después lo amplió; pero el que esté interesado por el poemario con esas añadiduras le recomendamos acudan a la editorial 'Fundación Sinsonte' que lo editó a finales del año 2007; nosotros lo reproduciremos tal cual, si bien en algunos trozos pondremos antes el original francés para el curioso que quiera compararlo con la traducción de la ilustre escritora cubana)


He aquí la segunda entrega prometida:

*

Al morir el alba esta ciudad chata _expuesta...

Y en esta ciudad inerte, esta muchedumbre que grita asombrada pasa junto a su grito como pasa la ciudad junto a su movimiento, a su sentido, sin inquietud, al lado de su grito verdadero, el único que se hubiera deseado oír porque sólo a él se le siente suyo; se le siente habitar en ella, en algún refugio profundo de sombra y de orgullo; en esta ciudad inerte, esta muchedumbre junto a su grito de hambre, de rebeldía, de odio, esta muchedumbre tan extrañamente habladora y muda.

En esta ciudad inerte, esta muchedumbre que no se junta, que no se mezcla; hábil en descubrir el punto de castración, de fuga, de desvío. Esta muchedumbre que no sabe ser muchedumbre, uno se da cuenta de que está perfectamente sola bajo el sol, del mismo modo que una mujer, de quien todo hubiera podido creerse por la cadencia lírica de sus nalgas, bruscamente interpela una lluvia hipotética y le ordena que no caiga; como una rápida señal de la cruz sin objeto visible; o como la animalidad súbitamente grave de una campesina que orina de pie, las piernas abiertas y rígidas.

En esta ciudad inerte, esta muchedumbre desolada bajo el sol, sin participar en nada de lo que pueda expresarse, se afirma, se libera en el ancho día de esta tierra suya. Ni la emperatriz Josefina de los Franceses, soñando muy alto por encima de la negrada. Ni del libertador congelado en su liberación de piedra blanqueada. Ni del conquistador. Ni de este desprecio, ni de esta libertad, ni de esta audacia.

Al morir el alba, esta ciudad inerte con sus reversos de lepra, consunciones, hambres, sus miedos agazapados en los barrancos, sus miedos posados en los árboles, sus miedos excavados en la tierra, sus miedos sin rumbo por el cielo, sus miedos agolpados y sus fumarolas de angustia.

Al morir el alba, el Morne olvidado olvidándose de saltar.


(continuará)

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