jueves, 8 de enero de 2009

Aimé Césaire: Retorno al País Natal (1)

(poema traducido al castellano por Lydia Cabrera y editado por Molina y Compañía en La Habana -Cuba- en 1942; para ello tomó como base la primera edición del poema de Aimé Césaire, aparecido en la revista Volontés, en París, en el año de 1939, y titulado Cahier d'un retour au pays natal -Cuaderno de un retorno al pais natal-; después lo amplió; pero el que esté interesado por el poemario con esas añadiduras le recomendamos acudan a la editorial 'Fundación Sinsonte' que lo editó a finales del año 2007; ; nosotros lo reproduciremos tal cual si bien en algunos trozos pondremos antes el original francés para el curioso que quiera compararlo con la traducción de la ilustre escritora cubana)


Helo aquí en una primera entrega:


*

(Au bout du petit matin bourgeonnant d’anses frêles les Antilles qui ont faim, les Antilles grêlées de petite vérole, les Antilles dynamitées d’alcool, échouées dans la boue de cette baie, dans la poussière de cette ville sinistrement échouées.

Au bout du petit matin, l’extrême, trompeuse désolée eschare sur la blessure des eaux ; les martyrs qui ne témoignent pas ; les fleurs de sang qui se fanent et s ‘éparpillent dans le vent inutile comme des cris de perroquets babillards ; une vieille vie menteusement souriante , ses lèvres ouvertes d’angoisses désaffectées ; une vieille misère pourrissant sous le soleil, silencieusement ; un vieux silence crevant de pustules tièdes, l’affreuse inanité de notre raison d’être.

Au bout du petit matin, sur cette plus fragile épaisseur de terre que dépasse de façon humiliante son grandiose avenir – les volcans éclateront, l’eau nue emportera les taches mûres du soleil et il ne restera plus qu’un bouillonnement tiède picoré d’oiseaux marins – la plage des songes et l’insensé réveil.)


Al morir el alba, de frágiles ensenadas retoñando, las Antillas hambrientas, las Antillas perladas de viruelas, las Antillas dinamitadas de alcohol, varadas en el fango de esta bahía, siniestramente fracasadas en el polvo de esta ciudad.

Al morir el alba, la externa, engañadora, desolada pústula sobre la herida del agua; los mártires que no testimonian; las flores de sangre que se marchitan deshojándose en el viento inútil como gritos de loros parlanchines; una vieja vida sonriendo mentirosa, sus labios abiertos por desamorada angustia; una vieja miseria pudriéndose silenciosamente bajo el sol; un viejo silencio reventado de postillas tibias,
la aterradora inanidad de nuestra razón de ser.

Al morir el alba, sobre este más que frágil espesor de tierra que sobrepasa de manera humillante su porvenir grandioso estallarán los volcanes, el agua desnuda arrastrará las manchas maduras del sol y no quedará más que un tibio hervor picoteado por los pájaros marinos _la playa de los sueños y el despertar insensato.

Al morir el alba, esta ciudad chata _expuesta, su buen juicio titubeante, inerte, asfixiándose bajo el fardo geométrico de su cruz recomenzando eternamente, indócil a su suerte, muda, de todos modos contrariada, incapaz de crecer nutrida por la savia de esta tierra, impedida, roída, reducida, en ruptura de fauna y flora.

Al morir el alba esta ciudad chata _expuesta...


(seguirá)

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