viernes, 16 de enero de 2009

Aimé Césaire: Retorno al País Natal (7)

(poema traducido al castellano por Lydia Cabrera y editado por Molina y Compañía en La Habana -Cuba- en 1942; para ello tomó como base la primera edición del poema de Aimé Césaire, aparecido en la revista Volontés, en París, en el año de 1939, y titulado Cahier d'un retour au pays natal -Cuaderno de un retorno al pais natal-; después lo amplió; pero para el que esté interesado por el poemario con esas añadiduras le recomendamos acudan a la editorial 'Fundación Sinsonte' que lo editó a finales del año 2007; nosotros lo reproduciremos tal cual salió en 1942, si bien en algunos trozos pondremos antes el original francés para el curioso que quiera compararlo con la traducción de la ilustre escritora cubana)



He aquí la séptima entrega:

*

'Y aquí estoy, he vuelto!
Otra vez esta vida cojeando ante mí, no esta vida, esta muerte sin sentido ni piedad, esta muerte en la que fracasa tristemente la grandeza, la brillante mezquidad de esta muerte que cojea de pequeñez en pequeñez; estas paletadas de miserables avideces sobre el Conquistador; estas paletadas de insignificantes siervos sobre el gran salvaje, paletadas de las almas pequeñas sobre el Caribe de tres almas,
y todas estas muertes fútiles,
absurdos bajo la salpicadura de mi conciencia abierta, trágicas nimiedades alumbradas
solamente por esta única luciérnaga
y yo sólo, brusca escena de este amanecer
en que luce el Apocalipsis de los monstruos
y luego de zozobras enmudece,
cálida elección de cenizas, de ruinas y hundimientos.

-¡Una objeción más!, ¡todavía una sola, por favor una sola: no tengo derecho a calcular la vida por la medida de mi palmo fuliginoso; de reducirme esta nada elipsoidal que tiembla a cuatro dedos por encima de la línea, yo, hombre que así trastorno la creación que lo comprende entre latitud y longitud!

Al fin del amanecer,
una sed de macho y el testarudo deseo,
me dividen los frescos oasis de la fraternidad,
impúdico friso de duras espinas,
este horizonte demasiado seguro se estremece como un carcelero.

Tu último triunfo, cuervo tenaz de la traición.
Lo que me pertenece, estos cuantos miles de moribundos que giran sin cesar en la calabaza de una isla, y lo que es mío también, el archipiélago arqueado como el deseo inquieto de negarse, diríase una maternal ansiedad de proteger la tenuidad más delicada, que separa una América de otra; y sus flancos que segregan para Europa el buen licor de un Gulf Stream, y una de las dos vertientes de incandescencia entre las cuales el Ecuador piruetea hacia el África. Y mi isla sin cercar, su clara audacia en pie detrás de esta polinesia y ante ella, la Guadalupe, su espina dorsal partida en dos, hecha de nuestra misma miseria. Haití donde por primera vez se alza la negrada y dice que creía en su humanidad y la colita cómica de la Florida donde se acaba con un negro estrangulándolo, y el África gigantescamente moviéndose como una oruga hasta el pie hispánico de Europa, su desnudez en que la muerte siega a grandes trancos.

Y yo me digo Burdeos y Nantes y Liverpool
y Nueva York y San Francisco
ni un pedazo de este mundo que no lleve mi impresión digital y mi calcáneo
en el lomo de los rascacielos y mi mugre el fulgor de sus gemas.
¿Quién puede jactarse de tener mejores cosas que yo?
Virginia, Tennesse, Georgia, Alabama.
Putrefacciones monstruosas de inoperantes revueltas,
marasmos de sangre pútrida
trompetas absurdamente taponadas.
Tierras rojas, tierras sangrientas, tierras consanguíneas.

Y lo que es mío también: una celda pequeña en el Jura,
una celda pequeña, la nieve duplica sus barrotes blancos.
La nieve es un carcelero blanco de guarda
ante una prisión.

Es mío
un hombre sólo preso de blancura
un hombre sólo que desafía los gritos de la muerte
blanca.
(TOUSSAINT, TOUSSAINT LOUVERTURE)



(continuará)

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