jueves, 22 de enero de 2009

Aimé Césaire: Retorno al País Natal (11)

(poema traducido al castellano por Lydia Cabrera y editado por Molina y Compañía en La Habana -Cuba- en 1942; para ello tomó como base la primera edición del poema de Aimé Césaire, aparecido en la revista Volontés, en París, en el año de 1939, y titulado Cahier d'un retour au pays natal -Cuaderno de un retorno al pais natal-; después lo amplió; pero el que esté interesado por el poemario con esas añadiduras le recomendamos acudan a la editorial 'Fundación Sinsonte' que lo editó a finales del año 2007; nosotros lo reproduciremos tal cual, si bien en algunos trozos pondremos antes el original francés para el curioso que quiera compararlo con la traducción de la ilustre escritora cubana)



He aquí la entrega número 11:

*

¡Sol, Ángel, Sol, Ángel rizado de Sol.
De un brinco más allá del nadar verdoso y suave de las aguas
de la abyección!

Pero me dirigí al brujo malo. En esta tierra exorcizada, suelta a la deriva de su preciosa intención maléfica, esta voz grita lentamente enronquecida, inúltimente enronquecida,

y sólo existe el estiércol acumulado de nuestras mentiras _que no responden.

¡Qué locura la pirueta maravillosa que por encima de la bajeza yo soñé!
¡Pardiez! los Blancos son grandes guerreros
¡hosannah al amo y al castra-negros!
¡Victoria! ¡Victoria os digo: están contentos los vencidos!
¡Alegres pestilencias y cantares de cieno!

Por una inesperada y bienhechora revolución interior, honro al presente sus repulsivas fealdades.

Por San Juan Bautista, en cuanto las primeras sombras caen sobre el pueblo de Gros Morne, se reúnen por cientos los chalanes para cambiar sus caballos en la calle 'DE PROFUNDIS',

cuyo nombre, al menos tiene la franqueza de advertirnos el ataque de los bajos fondos de la Muerte. Y es la Muerte verdaderamente, de sus mil formas mezquinas y locales (avasallamiento a la redonda de las destilerías, hambre insaciable de yerba de Paral) de donde surge a la vida abierta y grande la sorprendente caballería de rocines impetuosos. ¡Y qué galopar! ¡qué relinchos! ¡qué sincero orinar! ¡Qué estiércol maravilloso! Hermoso caballo difícil en el picadero -'Una altiva yegua sensible a la espuela' -'Un intrépido potro lindamente proporcionado'.

Y el malicioso compadre, atravesado el chaleco de una orgullosa cadena de reloj va a región de los senos plenos de los ardores juveniles, de redondeces auténticas, o a las tumefacciones regulares de complacientes avispas, a las mordidas obscenas del jengibre o la benéfica circulación de un decalitro de agua azucarada.

Me niego a considerar mis hinchazones como glorias verdaderas.
Y me río de mis antiguas imaginaciones pueriles.



(seguirá)

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