lunes, 12 de enero de 2009

Aimé Césaire: Retorno al País Natal (3)

(poema traducido al castellano por Lydia Cabrera y editado por Molina y Compañía en La Habana -Cuba- en 1942; para ello tomó como base la primera edición del poema de Aimé Césaire, aparecido en la revistaVolontés, en París, en el año de 1939, y titulado Cahier d'un retour au pays natal -Cuaderno de un retorno al país natal-; después lo amplió; pero el que esté interesado por el poemario con esas añadiduras le recomendamos acudan a la editorial 'Fundación Sinsonte' que lo editó a finales del año 2007; nosotros lo reproduciremos tal cual, si bien en algunos trozos pondremos antes el original francés para el curioso que quiera compararlo con la traducción de la ilustre escritora cubana)

He aquí la tercera entrega:

*

Al morir el alba, el Morne olvidado olvidándose de saltar.

Al morir el alba, el Morne de zueco izquierdo y dócil _su sangre palúdica derrota al sol con su latido ardiente.

Al morir el alba el incendio sostenido del Morne, como un sollozo amordazado al borde de su explosión sangrienta en busca de una ignición que se oculta y se desconoce.

Al morir el alba, el Morne agazapado ante la bulimia en acecho de centellas y remolinos, vomitando lentamente sus fatigas de hombre: el Morne sólo y su sangre derramada, el Morne y sus vendajes de sombra, el Morne y sus canalillos de miedo, el Morne y sus grandes manos de viento.

Al morir el alba, el Morne famélico, y nadie sabe mejor que este cerro bastardo por qué el suicida en complicidad con su hipogloso se ahogó doblando su lengua para tragarla; por qué una mujer que parece flotar en la playa Capot (su cuerpo dócil, luminosamente oscuro, se organiza a las órdenes de siu ombligo) no es más que un bulto de agua sonora.

Y ni el preceptor en su clase, ni el sacerdote en el catecismo, le arrancarán una palabra a este negro soñoliento, no obstante la energía con que tamborilean ambos su craneo tonsurado, pues en los marasmos del hambre se hunde su voz de inanición (una palabra-una-sola-palabra y estaréis-en-paz-con-la-Reina-Blanca-de-Castilla, una-palabra-una-sola-palabra; ved-este-salvaje-que-no-sabe-uno-solo-de-los-diez-mandamientos-de-Dios)
pero su voz se desvanece en los marasmos del hambre,
y nada puede obtenerse, nada verdaderamente de este pequeño holgazán,
sino un hambre que ya no sabe trepar a la arboladura de su voz,
un hambre pesada y fallecida,
un hambre enterrada en lo más profundo del hambre de este cerro famélico.


Al morir el alba, el heteróclito zozobrar, las pestilencias exacerbadas de la corrupción, las sodomías monstruosas de la hostia y del victimario, los infranqueables muros del prejuicio y de la necedad, las prostituciones, hipocresías, lubricidades, traiciones, mentiras, calumnias, concusiones _el sofoco de cobardías insuficientes, el entusiasmo sin jadeos de brotes supernumerarios, las avideces, los histerismos, las perversiones, las arlequinadas de la miseria, los estropeos, pruritos, urticarias, las tibias hamacas de la degeneración. Aquí el desfile de risibles y escrofulosos bubones, los cultivos de extrañísimos microbios, los venenos sin alexitarias conocidas, los virus de epidemias muy antiguas, las fermentaciopnes de especies putrefactivas imprevistas.

Al morir el alba la gran noche inmóvil, las estrellas más muertas que un balafón roto,

el bulbo teratológico de la noche, germinando de nuestras bajezas y renunciamientos...

(continuará... hasta que nos cansemos)

No hay comentarios: