Y ahora, a dormir: la lucha continúa
La Abuela Pez había terminado su historia. Se hizo un silencio absoluto, casi sepulcral. Los ojos de los oyentes estaban prendidos como imán de la boca de la narradora. Esperaban algo. Pero cuando se despegaron sus labios fue para decirle a sus doce mil hijos y nietos:
--¡Y ahora rápidamente a la cama! ¡Es hora de dormir! ¡Hora de acostarse bien arropados para soñar con los angelitos!
--Abuela, no nos has contado lo que le sucedió al pequeño pececillo!
--¡Ah!, eso... eso os lo contaré mañana por la tarde, ahora es tiempo de dormirse. Buenas noches.
Y once mil novecientos noventa y nueve pececillos de los doce mil, dieron las buenas noches y se fueron a dormir. La Abuela Pez, un poco cansada por los recuerdos, por la historia y sobre todo por los años, se durmió también; pero un pez, precisamente Pequeño Pez Rojo, no podía conciliar el sueño, a pesar de los esfuerzos que hacía para conseguirlo.
Durante toda la noche dio vueltas y vueltas en la cama, e, inquieto, muy nervioso, no hizo otra cosa que pensar y venga pensar... en el mar.
La Abuela Pez había terminado su historia. Se hizo un silencio absoluto, casi sepulcral. Los ojos de los oyentes estaban prendidos como imán de la boca de la narradora. Esperaban algo. Pero cuando se despegaron sus labios fue para decirle a sus doce mil hijos y nietos:
--¡Y ahora rápidamente a la cama! ¡Es hora de dormir! ¡Hora de acostarse bien arropados para soñar con los angelitos!
--Abuela, no nos has contado lo que le sucedió al pequeño pececillo!
--¡Ah!, eso... eso os lo contaré mañana por la tarde, ahora es tiempo de dormirse. Buenas noches.
Y once mil novecientos noventa y nueve pececillos de los doce mil, dieron las buenas noches y se fueron a dormir. La Abuela Pez, un poco cansada por los recuerdos, por la historia y sobre todo por los años, se durmió también; pero un pez, precisamente Pequeño Pez Rojo, no podía conciliar el sueño, a pesar de los esfuerzos que hacía para conseguirlo.
Durante toda la noche dio vueltas y vueltas en la cama, e, inquieto, muy nervioso, no hizo otra cosa que pensar y venga pensar... en el mar.
FIN del cuento de Samad Behrangui (1938-1968)
CUENTO APARECIDO EN EL SUPLEMENTO 'FONTANA SONORA' DEL Nº 9 DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO. SE PUBLICÓ POR PRIMERA VEZ EN CASTELLANO. HAY UNA TRADUCCIÓN AL EUSKERA PUBLICADA POR LA EDITORIAL TXALAPARTA
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