d) Inercia
Las voces habían atraído a otros peces; y las palabras de Pequeño Pez Negro, no puede ocultarse la verdad, habían molestado a muchísima gente.
Un viejo pez dijo amenazante:
--¿Crees que vamos a tener piedad de alguien como tú?
Y otro gritó:
--¡Lo único que necesita este joven son dos hostias bien dadas, nada más!
La madre respondió asustada:
--¡Váyanse, dejen a mi hijo tranquilo!
--Escuche, señora pez, si no es capaz de educar a su hijo en la tolerancia, el respeto a los demás, la prudencia... educar como es debido, debe sufrir las consecuencias.
Y la vecina le espetó:
’--Me avergüenzo de ser su vecina.
--Para evitar lo peor, deberíamos exiliarlo con el viejo caracol.
Pero cuando una multitud de peces se precipitó sobre él para atraparlo, sus amigos le rodearon estrechamente y lo salvaron. Su madre se tapó la cara y se echó a llorar.
--Piedad, se llevan a mi hijo, ¿qué puedo hacer?
Pero Pequeño Pez Negro le gritó:
--Madre, no llores por mí; llora por esos pobre peces viejos.
Uno de ellos le contestó:
--No insultes, granujilla.
Otro gritando le amenazó:
--Si intentas volver, lleno de tristeza, nosotros no te recibiremos.
Un tercero le dijo conciliador:
--No te vayas, no son más que locuras de juventud.
Un cuarto preguntó persuasivo:
--¿Qué te falta aquí?
Un quinto exclamó suplicante:
--¡Vuelve! No existe otro mundo más que este.
Un sexto proclamó muy objetivo:
--Si te vuelves razonable y te quedas aquí, nos demostrarás que eres inteligente.
Un séptimo levantó la voz entre benévolo y resignado:
--Después de todo, nos habíamos acostumbrado a verte...
Mientras tanto su madre gemía acongojada:
--Ten piedad de mí, no te vayas...
Pero a todo esto, Pequeño Pez Negro no tenía nada más que decirles. Algunos amigos de su edad lo acompañaron hasta el borde mismo de la cascada y después se volvieron. Al despedirse, les dijo:
--Adiós amigos, no me olvidéis.
--¿Cómo podríamos olvidarte? Tú eres quien nos has abierto los ojos y nos has enseñado cosas de las cuales nosotros jamás nos hubiéramos preocupado. ¡Adiós, valiente e inteligente amigo!
Las voces habían atraído a otros peces; y las palabras de Pequeño Pez Negro, no puede ocultarse la verdad, habían molestado a muchísima gente.
Un viejo pez dijo amenazante:
--¿Crees que vamos a tener piedad de alguien como tú?
Y otro gritó:
--¡Lo único que necesita este joven son dos hostias bien dadas, nada más!
La madre respondió asustada:
--¡Váyanse, dejen a mi hijo tranquilo!
--Escuche, señora pez, si no es capaz de educar a su hijo en la tolerancia, el respeto a los demás, la prudencia... educar como es debido, debe sufrir las consecuencias.
Y la vecina le espetó:
’--Me avergüenzo de ser su vecina.
--Para evitar lo peor, deberíamos exiliarlo con el viejo caracol.
Pero cuando una multitud de peces se precipitó sobre él para atraparlo, sus amigos le rodearon estrechamente y lo salvaron. Su madre se tapó la cara y se echó a llorar.
--Piedad, se llevan a mi hijo, ¿qué puedo hacer?
Pero Pequeño Pez Negro le gritó:
--Madre, no llores por mí; llora por esos pobre peces viejos.
Uno de ellos le contestó:
--No insultes, granujilla.
Otro gritando le amenazó:
--Si intentas volver, lleno de tristeza, nosotros no te recibiremos.
Un tercero le dijo conciliador:
--No te vayas, no son más que locuras de juventud.
Un cuarto preguntó persuasivo:
--¿Qué te falta aquí?
Un quinto exclamó suplicante:
--¡Vuelve! No existe otro mundo más que este.
Un sexto proclamó muy objetivo:
--Si te vuelves razonable y te quedas aquí, nos demostrarás que eres inteligente.
Un séptimo levantó la voz entre benévolo y resignado:
--Después de todo, nos habíamos acostumbrado a verte...
Mientras tanto su madre gemía acongojada:
--Ten piedad de mí, no te vayas...
Pero a todo esto, Pequeño Pez Negro no tenía nada más que decirles. Algunos amigos de su edad lo acompañaron hasta el borde mismo de la cascada y después se volvieron. Al despedirse, les dijo:
--Adiós amigos, no me olvidéis.
--¿Cómo podríamos olvidarte? Tú eres quien nos has abierto los ojos y nos has enseñado cosas de las cuales nosotros jamás nos hubiéramos preocupado. ¡Adiós, valiente e inteligente amigo!
CONTINUARÁ
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