lunes, 8 de enero de 2007

D) INERCIA


d) Inercia

Las voces habían atraído a otros pe­ces; y las palabras de Pequeño Pez Ne­gro, no puede ocultarse la verdad, habían moles­tado a muchísima gente.
Un viejo pez dijo amenazante:
--¿Crees que vamos a tener piedad de alguien como tú?
Y otro gritó:
--¡Lo único que necesita este joven son dos hostias bien dadas, nada más!
La madre respondió asustada:
--¡Váyanse, dejen a mi hijo tran­quilo!
--Escuche, señora pez, si no es capaz de educar a su hijo en la tolerancia, el respeto a los demás, la prudencia... educar como es debido, debe sufrir las consecuen­cias.
Y la vecina le espetó:
’--Me avergüenzo de ser su ve­cina.
--Para evitar lo peor, debería­mos exi­liarlo con el viejo caracol.
Pero cuando una multitud de peces se precipitó sobre él para atraparlo, sus ami­gos le rodearon estrechamente y lo salvaron. Su ma­dre se tapó la cara y se echó a llorar.
--Piedad, se llevan a mi hijo, ¿qué puedo hacer?
Pero Pequeño Pez Negro le gritó:
--Madre, no llores por mí; llora por esos pobre peces viejos.
Uno de ellos le contestó:
--No insultes, granujilla.
Otro gritando le amenazó:
--Si intentas volver, lleno de triste­za, nosotros no te recibiremos.
Un tercero le dijo conciliador:
--No te vayas, no son más que lo­cu­ras de juventud.
Un cuarto preguntó persuasivo:
--¿Qué te falta aquí?
Un quinto exclamó suplicante:
--¡Vuelve! No existe otro mundo más que este.
Un sexto proclamó muy objetivo:
--Si te vuelves razonable y te que­das aquí, nos demostrarás que eres inteli­gente.
Un séptimo levantó la voz entre bené­volo y resignado:
--Después de todo, nos había­mos acostumbrado a verte...
Mientras tanto su madre gemía acon­gojada:
--Ten piedad de mí, no te va­yas...
Pero a todo esto, Pequeño Pez Negro no tenía nada más que decirles. Al­gu­nos ami­gos de su edad lo acompañaron hasta el borde mismo de la cascada y después se volvieron. Al despe­dirse, les dijo:
--Adiós amigos, no me olvidéis.
--¿Cómo podríamos olvidarte? Tú eres quien nos has abierto los ojos y nos has enseñado cosas de las cuales no­sotros jamás nos hubiéramos preocupado. ¡Adiós, valiente e inteligente amigo!


CONTINUARÁ

No hay comentarios: