e) Encharcado
Nuestro Pequeño Pez Negro se deslizó cascada abajo, cayendo en un charco. Al principio quedó un tanto aturdido, pero enseguida comenzó a nadar dando vueltas y vueltas alrededor del charco. Quedó maravillado, pues en toda su vida, nunca había
visto tanta agua junta. Estaba llena de renacuajos. Cuando vieron a Pequeño Pez Negro, gritaron burlándose de él:
--¡Eh! ¡Mirad esto! ¡Mirad esto!
--¿Qué clase de ser eres tú?
El Pequeño Pez Negro los examinó con mucha atención y les habló:
--No seáis desagradables, por favor. Me llamo Pequeño Pez Negro. ¿Y vosotros?
Uno de los renacuajos se presentó:
--Nosotros somos renacuajos.
--Señores de la nobleza -completó otro.
’--No existen seres más hermosos que nosotros en el mundo -aseguró un tercero.
Y un cuarto concluyó:
--Sí, claro, no somos tan feos y deformes como tú.
Pequeño Pez Negro que los había escuchado pacientemente replicó:
--¡Quién hubiera pensado que fueseis tan vanidosos! Pero... no importa. Perdono vuestra vacua y simple altanería porque sois unos ignorantes.
Los renacuajos muy excitados gritaron todos a la vez:
--¿Quieres decir que no sabemos nada, que somos unos analfabetos?
--Si -afirmó Pequeño Pez Negro- y si no fueseis así de zotes, sabrías que existen en el mundo otros seres que también se sienten hermosos. Y por otra parte, vosotros... ni tan siquiera tenéis nombre propio.
Los renacuajos se enfadaron muchísimo, pero como se dieron cuenta que tenía razón y no sabían que responder, cambiaron de táctica.
--Tú haces mucho ruido para nada; en cambio nosotros navegamos cada día por todo el mundo; y hasta hoy no habíamos visto a nadie más que a nosotros y a nuestros padres..., bueno..., a los gusanitos..., pero ellos no cuentan.
--¡Será posible!, ¿cómo podéis hablar de navegar alrededor del mundo, si ni siquiera habéis salido de vuestro charco?
--¿Hay otro mundo fuera de nuestro charco?
--Deberíais preguntaros, al menos, de donde viene el agua y qué hay fuera de ella.
--¿Qué significa "fuera del agua"? ¡Jamás hemos oído cosa igual!
--¡Ja, ja, ja! ¡Está completamente loco!
Y Pequeño Pez Negro también se rió con ellos de muy buena gana. Había llegado a la conclusión de que era mejor dejar a los renacuajos en paz y charlar un poco con su progenitora: tal vez ella...; y luego continuar el viaje. Por eso preguntó:
--¿Dónde está vuestra madre?
El agudo croar de una rana lo asustó un poco. Estaba a la orilla del charco, encima de una roca; y saltó al agua, nadando hacia él.
--¿Me llamaba?... Aquí estoy. ¿Qué desea, señor?
Pequeño Pez Negro muy educadamente respondió:
--Buenos días, señora.
Mientras hablaba, la rana iba acercándose poco a poco:
V)--¿Por qué haces grandes discursos, ser primitivo? ¿Crees acaso que a los niños se les pueden dar esos discursos? Dios es testigo, y no miento, que he vivido mucho tiempo para saber que el mundo no es más que esta charca. Es mejor para ti que retomes tu camino y dejes en paz a mis hijos.
A lo que respondió vivamente Pequeño Pez Negro:
--¡Mira!, aunque vivas cien años más, mil años más... seguirás siendo la misma rana ignorante y estúpida.
’ La rana se puso furiosa, salto hacia él, pero nuestro Pequeño Pez Negro se deslizó ágilmente hacia un lado, escapando como un rayo; removió el légamo y el charco se convirtió en un torbellino de aguas sucias y malolientes.
Nuestro Pequeño Pez Negro se deslizó cascada abajo, cayendo en un charco. Al principio quedó un tanto aturdido, pero enseguida comenzó a nadar dando vueltas y vueltas alrededor del charco. Quedó maravillado, pues en toda su vida, nunca había
visto tanta agua junta. Estaba llena de renacuajos. Cuando vieron a Pequeño Pez Negro, gritaron burlándose de él:
--¡Eh! ¡Mirad esto! ¡Mirad esto!
--¿Qué clase de ser eres tú?
El Pequeño Pez Negro los examinó con mucha atención y les habló:
--No seáis desagradables, por favor. Me llamo Pequeño Pez Negro. ¿Y vosotros?
Uno de los renacuajos se presentó:
--Nosotros somos renacuajos.
--Señores de la nobleza -completó otro.
’--No existen seres más hermosos que nosotros en el mundo -aseguró un tercero.
Y un cuarto concluyó:
--Sí, claro, no somos tan feos y deformes como tú.
Pequeño Pez Negro que los había escuchado pacientemente replicó:
--¡Quién hubiera pensado que fueseis tan vanidosos! Pero... no importa. Perdono vuestra vacua y simple altanería porque sois unos ignorantes.
Los renacuajos muy excitados gritaron todos a la vez:
--¿Quieres decir que no sabemos nada, que somos unos analfabetos?
--Si -afirmó Pequeño Pez Negro- y si no fueseis así de zotes, sabrías que existen en el mundo otros seres que también se sienten hermosos. Y por otra parte, vosotros... ni tan siquiera tenéis nombre propio.
Los renacuajos se enfadaron muchísimo, pero como se dieron cuenta que tenía razón y no sabían que responder, cambiaron de táctica.
--Tú haces mucho ruido para nada; en cambio nosotros navegamos cada día por todo el mundo; y hasta hoy no habíamos visto a nadie más que a nosotros y a nuestros padres..., bueno..., a los gusanitos..., pero ellos no cuentan.
--¡Será posible!, ¿cómo podéis hablar de navegar alrededor del mundo, si ni siquiera habéis salido de vuestro charco?
--¿Hay otro mundo fuera de nuestro charco?
--Deberíais preguntaros, al menos, de donde viene el agua y qué hay fuera de ella.
--¿Qué significa "fuera del agua"? ¡Jamás hemos oído cosa igual!
--¡Ja, ja, ja! ¡Está completamente loco!
Y Pequeño Pez Negro también se rió con ellos de muy buena gana. Había llegado a la conclusión de que era mejor dejar a los renacuajos en paz y charlar un poco con su progenitora: tal vez ella...; y luego continuar el viaje. Por eso preguntó:
--¿Dónde está vuestra madre?
El agudo croar de una rana lo asustó un poco. Estaba a la orilla del charco, encima de una roca; y saltó al agua, nadando hacia él.
--¿Me llamaba?... Aquí estoy. ¿Qué desea, señor?
Pequeño Pez Negro muy educadamente respondió:
--Buenos días, señora.
Mientras hablaba, la rana iba acercándose poco a poco:
V)--¿Por qué haces grandes discursos, ser primitivo? ¿Crees acaso que a los niños se les pueden dar esos discursos? Dios es testigo, y no miento, que he vivido mucho tiempo para saber que el mundo no es más que esta charca. Es mejor para ti que retomes tu camino y dejes en paz a mis hijos.
A lo que respondió vivamente Pequeño Pez Negro:
--¡Mira!, aunque vivas cien años más, mil años más... seguirás siendo la misma rana ignorante y estúpida.
’ La rana se puso furiosa, salto hacia él, pero nuestro Pequeño Pez Negro se deslizó ágilmente hacia un lado, escapando como un rayo; removió el légamo y el charco se convirtió en un torbellino de aguas sucias y malolientes.
CONTINUARÁ
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