lunes, 8 de enero de 2007

K) INTELIGENCIA


k) Inteligencia


No había terminado de pensar, cuan­do Cuervo Marino se precipitó sobre él, lo co­gió con su pico y se lo llevó. Pe­queño Pez Ne­gro, por más que batallaba, por más que se retorcía, no podía soltarse. Esta vez, si, el pá­jaro lo había agarrado fuertemente por la es­palda y casi lo ahogaba. ¿Cuánto tiempo po­dría vivir un pez fuera del agua? Deseaba ar­dientemente que el pájaro lo tragase ense­guida; de esa manera, podría vivir un poco más aunque fuera en la hu­medad de su estó­mago.
--¡Por qué no me comes vivo?... ¡Ah!, ¡ya sé!, porque crees que no pertenezco a la especie de peces que, cuando mueren, se vuelven ve­nenosos. Y quieres comerme tran­quilamente en tierra; pero te engañas, amigo, te engañas.
El pájaro aunque no respondió pensó: "¡Especie de pez maligno! ¿Qué pre­tendes?, ¿A qué juegas? Quieres ha­cerme hablar para poder escaparte..."
La tierra aparecía en lontanan­za. Se aproximaba más y más. Las cosas se veían cada vez mas grandes. "Cuando lle­guemos a la orilla, no habrá esperanza alguna para mí"
’Entonces se dirigió de nuevo al pája­ro:
--Sé que quieres llevarme para tus hijos, pero una vez que estemos en tie­rra, es­taré muerto; y, ya sabes, lleno de ve­neno
¿Es que no tienes compasión de tus hijos, que mo­rirán envenenados?
Cuervo Marino lo pensó mejor: "Por si acaso, voy a ser prudente y a comerte yo mismo; atraparé otro pez para mis hijos". Y prosiguió diciéndose: "Escúchame, ¿no trata­rás de hacerme una jugada? ¡Bah!, de todas maneras, no puedes hacerme nada."
Pensando en esto no se había dado cuenta de que Pequeño Pez Negro es­ta­ba in­móvil y mudo. Reflexionó una vez más: "¿Qué pasa? ¿Estará muerto? Entonces, ¿tampoco puedo yo comerlo? ¡Oh! ¡Maldita sea! ¿Me quedaré sin comer un pe­cecillo tan tierno?"
Y, siguiendo el hilo de su razo­na­mien­to, sin darse cuenta, gritó:
--¡Eh!... ¡Tu!... ¡Pequeñajo!... dime... ¿todavía te queda algo de vida para que yo pueda comerte?
X)No habían salido del todo sus pa­la­bras de la boca, cuando nuestro amigo saltó sa­liendo fuera por el pico abierto.
El pajarraco vio con asombro que el pez lo había engañado y, rabioso como es­ta­ba, decidió perseguirlo con más ahínco. Mien­tras, Pe­queño Pez Negro se ahogaba a la fuerza, respirando el aire como un rayo; y además estaba medio incons­ciente a causa de la falta de agua. Ya cerca de la superfi­cie del agua aspiró ansiosamente el aire húmedo del mar con su boca reseca.
Y al fin se zambulló en el mar.


CONTINUARÁ

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