lunes, 8 de enero de 2007

J) LUCHANDO


j) Luchando


Sin perder tiempo en inútiles vaci­la­ciones, Pequeño Pez Negro, blandió rápida­mente su pu­ñal, rompió de un solo tajo la bolsa y se es­capó. El Pelícano dio un grito de dolor, se lanzó de cabeza al agua, pues no renun­ciaba a atrapar de nuevo al pez.
Pequeño Pez Negro nadó sin des­canso hasta el mediodía. La montaña y el valle ha­bían quedado atrás y el río atravesaba ahora, con un fluir indolente, perezoso, can­sino, una llanura. Por ambos lados, habían ido llegando arroyos, vertiendo las aguas en su curso; y en­sanchando de esa manera el río.
Pequeño Pez Negro disfrutaba verda­dera­mente de tanta agua. Empero, de pronto, diose cuenta que el agua no tenía fondo. Es mas, nadando hacia la izquierda, luego hacia la dere­cha, y no encontraba la ori­lla. Había tantísima agua que estaba con­fuso, aturdido; com­pletamente desorientado; en una palabra: perdido. Nadara en cual­quier direc­ción que nadase, el agua parecía que no ter­minaba nunca.
Un enorme ani­mal se precipitó de re­pente sobre él, rápido como un rayo y arma­do de doble espada. Pequeño Pez Negro te­mió un instante que Pez Sierra lo cortase en troci­tos. Dio un salto, escapó y se fue a toda velo­cidad.
Des­pués de un momento, se zam­bu­lló para en­contrar el fondo del mar. Por el ca­mino, se tropezó con un banco de peces. Eran... uno, dos, tres, cuatro... cientos... miles y miles.. "¡madre mía, cuantos peces... más de un mi­llón!", pensó para si. Pequeño Pez Negro pre­guntó a uno de ellos:
--Amigo, soy extranjero, vengo de le­jos... ¿dónde nos encontramos?
--¡Mirad, uno nuevo! -gritó el pez inte­rrogado, llamando a otros; luego saludó a Pe­queño Pez Negro con estas palabras:
--Querido amigo, bienvenido al mar.
--Todos los ríos y todos los arro­yos, desembocan en el mar, aunque algu­nos ter­minan en los pantanos -añadió otro.
Y un tercero lo invitó:
--Puedes venir con nosotros.
Él estaba realmente contento de ha­ber llegado por fin al mar.
--Iré, pero es mejor, primero, que me de una vuelta por aquí, antes de reunirme con vo­so­tros. ¡Ah!, y la próxima vez que llevéis al fondo la red del pescador, me gustaría mu­cho estar con vosotros.
--Tu deseo se verá enseguida cumpli­do. Vete tranquilamente a explorar un poco los alrededores; pero si te aproxi­mas a la superfi­cie, ten cuidado con el Cuervo Marino, que estos días no teme a nadie. No nos deja un solo día en paz, si antes no captura a cua­tro o cinco peces.
Pequeño Pez Negro se separó del resto de sus compañeros y, al cabo de un rato, nadó, alegre y decidido, hacia la superficie del mar. Calentaba el sol. Los rayos se filtraban en el agua del mar. Pequeño Pez Negro sentía, cada vez con mas fuerza, la caricia templada del astro sobre su espalda. Contento, como se ha dicho, y sin miedo, nadaba y nadaba hacia arriba, diciéndose:
"La muerte puede abalan­zarse, ahora, sobre mi, ines­peradamente, pero, mientras pueda, no me enfrentaré a ella. Si un día apa­rece en mi camino, lo que acae­cerá, tarde o temprano, sin duda alguna, no me im­portara. Solamente tiene verda­dera im­portan­cia el valor que haya tenido mi vida o mi muerte para los demás..."


CONTINUARÁ

No hay comentarios: