l) Callejón sin salida
Casi no había terminado aun de respirar de dentro de su medio natural, cuando el pájaro, llegando vengativo y veloz como una flecha, lo volvió a atrapar y se lo engulló enseguida; tan rápido fue todo que Pequeño Pez Negro no se dio cuenta, hasta que transcurrieron unos segundos, del alcance real de lo sucedido. A su alrededor, estaba todo oscuro, húmedo y tenebroso; en fin: un callejón sin salida; y además, alguien lloraba desconsoladamente en alguna parte.
Sus ojos se habituaron lentamente a la oscuridad, descubriendo en un rincón un pececillo muy chiquito. Tenía la cara bañada en lágrimas e imploraba sin cesar a su madre.
Pequeño Pez Negro se aproximó a él diciéndole:
--Levántate, pequeño. Harías mejor, mucho mejor, en discurrir la forma de salir de aquí. ¿De qué te sirve llorar así?
--¿Quién... eres... res... tú...? No ves... ves... que... yo voy a... morir... -y siguió llorando y hablando entrecortadamente- ¡Ma... ma, mamá!... ya no podré hundir la red del pescador hasta el fondo del ma... mar... contigo... ¡Mamá, ma... má!
--¡Por el amor de Dios! ¡Deja de ya de llorar! ¡Cállate de una vez! ¡Eres la deshonra de la especie de peces!
Cuando se serenó dejó de llorar, entonces Pequeño Pez Negro le dijo:
’--Óyeme bien: voy a matar al Cuervo Marino y liberar a los peces de su sangrienta opresión. Pero antes, es necesario que te ayude a salir de aquí, para que abandones esa inútil actitud de lloroso comediante.
--Si tú también vas a perecer, ¿cómo quieres matar al Cuervo Marino?
--Con esto voy a rajar su estómago desde aquí -dijo sacando su puñal- Y ahora escúchame bien: me voy a mover por todos los lados hasta hacerle cosquillas al pájaro, cuando abra su pico para reír, tú saltarás afuera.
--¿Y tu que vas a hacer?
--No te preocupes por mi. Hasta que no pase bastante tiempo y haya matado a este monstruo, no saldré de aquí.
Entonces Pequeño Pez Negro comenzó a ir de un sitio para otro tirándose y retorciéndose en el estómago del ave. El pececillo se colocó a la entrada del estómago del pájaro, listo para saltar.
En el instante en que Cuervo Marino abrió el pico y se puso a reír a mandíbula batiente sin poderlo resistir, el pequeñín saltó, lanzándose hacia la libertad.
De repente, casi al mismo tiempo, y sin solución de continuidad, Cuervo Marino lanzó un horrible alarido, dio unas cuantas volteretas en el aire y se precipitó, como un fardo sin vida, como si fuera una piedra, en el agua. Aún se movió con alguna fuerza en ella; luego flotó.
Pero Pequeño Pez Negro había desaparecido y nunca, jamás, lo volvió a ver nadie...
Casi no había terminado aun de respirar de dentro de su medio natural, cuando el pájaro, llegando vengativo y veloz como una flecha, lo volvió a atrapar y se lo engulló enseguida; tan rápido fue todo que Pequeño Pez Negro no se dio cuenta, hasta que transcurrieron unos segundos, del alcance real de lo sucedido. A su alrededor, estaba todo oscuro, húmedo y tenebroso; en fin: un callejón sin salida; y además, alguien lloraba desconsoladamente en alguna parte.
Sus ojos se habituaron lentamente a la oscuridad, descubriendo en un rincón un pececillo muy chiquito. Tenía la cara bañada en lágrimas e imploraba sin cesar a su madre.
Pequeño Pez Negro se aproximó a él diciéndole:
--Levántate, pequeño. Harías mejor, mucho mejor, en discurrir la forma de salir de aquí. ¿De qué te sirve llorar así?
--¿Quién... eres... res... tú...? No ves... ves... que... yo voy a... morir... -y siguió llorando y hablando entrecortadamente- ¡Ma... ma, mamá!... ya no podré hundir la red del pescador hasta el fondo del ma... mar... contigo... ¡Mamá, ma... má!
--¡Por el amor de Dios! ¡Deja de ya de llorar! ¡Cállate de una vez! ¡Eres la deshonra de la especie de peces!
Cuando se serenó dejó de llorar, entonces Pequeño Pez Negro le dijo:
’--Óyeme bien: voy a matar al Cuervo Marino y liberar a los peces de su sangrienta opresión. Pero antes, es necesario que te ayude a salir de aquí, para que abandones esa inútil actitud de lloroso comediante.
--Si tú también vas a perecer, ¿cómo quieres matar al Cuervo Marino?
--Con esto voy a rajar su estómago desde aquí -dijo sacando su puñal- Y ahora escúchame bien: me voy a mover por todos los lados hasta hacerle cosquillas al pájaro, cuando abra su pico para reír, tú saltarás afuera.
--¿Y tu que vas a hacer?
--No te preocupes por mi. Hasta que no pase bastante tiempo y haya matado a este monstruo, no saldré de aquí.
Entonces Pequeño Pez Negro comenzó a ir de un sitio para otro tirándose y retorciéndose en el estómago del ave. El pececillo se colocó a la entrada del estómago del pájaro, listo para saltar.
En el instante en que Cuervo Marino abrió el pico y se puso a reír a mandíbula batiente sin poderlo resistir, el pequeñín saltó, lanzándose hacia la libertad.
De repente, casi al mismo tiempo, y sin solución de continuidad, Cuervo Marino lanzó un horrible alarido, dio unas cuantas volteretas en el aire y se precipitó, como un fardo sin vida, como si fuera una piedra, en el agua. Aún se movió con alguna fuerza en ella; luego flotó.
Pero Pequeño Pez Negro había desaparecido y nunca, jamás, lo volvió a ver nadie...
CONTINUARÁ
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