2º. DIALOGO De sabios
Nuestro amigo pez esperó a que las cabras saciasen su sed y se alejasen un buen trecho de la orilla, para nadar hacia Lagarto y preguntarle lo siguiente:
--Querido Lagarto, me llamo Pequeño Pez Negro y quiero ir hacia el final de este arroyo. Pienso, tal vez me confunda, pero no creo, que tu eres un sabio y por eso quisiera consultarte sobre algunas cuestiones que me tienen muy preocupado.
--Puedes hacerlo; incluso preguntarme todo lo que quieras; o interrogarme... como un policía... y, si lo sé, ten por seguro que te responderé.
--A lo largo de mi viaje, me han dicho varios individuos que tenga mucho cuidado con Pelícano, Pez Espada y Cuervo Marino. Si tú sabes alguna cosa al respecto, te ruego que me lo digas.
--Con mucho gusto: Cuervo Marino y Pez Espada no viven en nuestras regiones; sobre todo Pez Espada, que es un pez de mar. El Pelícano, puede que lo encuentres por aquí. ¡Cuídate de él! ¡Desconfía de su astucia y de su peligrosa bolsa!
--¿Qué bolsa? -preguntó el pez sorprendido.
VI--El Pelícano tiene bajo su pico una bolsa que puede contener mucha agua. Pone su pico abierto de par en par en el agua y los peces entran en la bolsa sin darse cuenta; y de allí pasan directamente a su estómago. Pero si el Pelícano no tiene apetito, guarda los peces en su bolsa y se los come cuando le vuelve el hambre.
--Y, si un pez cae en su bolsa... ¿no tiene ninguna esperanza de salir?
--Sólo existe un medio: ¡es preciso romper la bolsa! Te voy a dar un puñal para el camino. Con la ayuda de este puñal te podrás liberar.
Lagarto se deslizó introduciéndose ágilmente en una hendidura de la roca y volvió con un minúsculo puñal. Pequeño Pez Negro cogió el arma y le dio las gracias.
--No tienes nada que agradecerme -dijo Lagarto- tengo un montón de puñales iguales. Cuando tengo tiempo, me dedico a fabricarlos con espinas. Se los doy a los peces inteligentes como tú.
Extrañado, Pequeño Pez Negro, preguntó:
--Entonces, ¿han pasado, antes que yo, más peces por aquí?
--Muchos, realmente, muchos -respondió Lagarto- Con toda seguridad forman ya una enorme multitud, constituyendo un peligro para el pescador.
--Perdóname, querido Lagarto, si no dejo de preguntarte. No creas que soy un desvergonzado e insolente. Quisiera saber todavía una cosa más: cómo hacen los peces para molestar al pescador.
Lagarto respondió:
--Como están muy unidos, consiguen llevar la red del pescador hacia el fondo del mar, en el momento en que él la lanza.
Luego, Lagarto, colocó su oído en la hendidura de la roca y escuchó.
’--Perdóname, Pequeño Pez Negro, es necesario que me vaya ahora. Mis hijos acaban de despertarse.
--Trasmítele mis saludos.
--Lo haré. Y te pondré como ejemplo de valentía, pues siendo tan joven tienes ya recorrido mucho cauce. ¡Buen viaje, amigo!
Y se deslizó en la hendidura hasta desaparecer de la vista del pez.
CONTINUARÁ
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