lunes, 8 de enero de 2007

2º. DIALOGO DE SABIOS






2º. DIALOGO De sabios

Nuestro amigo pez esperó a que las cabras saciasen su sed y se alejasen un buen trecho de la orilla, para nadar hacia La­garto y pre­guntarle lo siguiente:
--Querido Lagarto, me llamo Pe­queño Pez Negro y quiero ir hacia el final de este arroyo. Pienso, tal vez me confunda, pero no creo, que tu eres un sabio y por eso quisie­ra consultarte sobre algunas cuestiones que me tienen muy preocupado.
--Puedes hacerlo; incluso pregun­tarme todo lo que quieras; o interrogarme... como un policía... y, si lo sé, ten por seguro que te responderé.
--A lo largo de mi viaje, me han di­cho varios individuos que tenga mucho cuida­do con Pelícano, Pez Espada y Cuervo Ma­ri­no. Si tú sabes alguna cosa al respecto, te ruego que me lo digas.
--Con mucho gusto: Cuervo Ma­rino y Pez Espada no viven en nuestras regiones; sobre todo Pez Espada, que es un pez de mar. El Pelícano, puede que lo encuentres por aquí. ¡Cuídate de él! ¡Desconfía de su astucia y de su peligrosa bolsa!
--¿Qué bolsa? -preguntó el pez sor­prendido.
VI--El Pelícano tiene bajo su pico una bolsa que puede contener mucha agua. Pone su pico abierto de par en par en el agua y los peces entran en la bolsa sin darse cuenta; y de allí pasan di­rectamente a su estóma­go. Pero si el Pelícano no tiene apetito, guarda los peces en su bolsa y se los come cuando le vuelve el hambre.
--Y, si un pez cae en su bolsa... ¿no tiene ninguna esperanza de salir?
--Sólo existe un medio: ¡es pre­ciso romper la bolsa! Te voy a dar un pu­ñal para el camino. Con la ayuda de este puñal te po­drás liberar.
Lagarto se deslizó introduciéndose ágilmente en una hendidura de la roca y volvió con un mi­núsculo puñal. Pequeño Pez Negro cogió el arma y le dio las gracias.
--No tienes nada que agrade­cerme -dijo Lagarto- tengo un montón de puñales iguales. Cuando tengo tiempo, me dedico a fabricarlos con espinas. Se los doy a los peces inteligentes como tú.
Extrañado, Pequeño Pez Negro, pre­guntó:
--Entonces, ¿han pasado, antes que yo, más peces por aquí?
--Muchos, realmente, muchos -res­pondió Lagarto- Con toda seguridad forman ya una enorme multitud, constituyendo un pe­ligro para el pescador.
--Perdóname, querido Lagarto, si no dejo de preguntarte. No creas que soy un des­vergonzado e insolente. Quisiera saber to­davía una cosa más: cómo hacen los peces para molestar al pescador.
Lagarto respondió:
--Como están muy unidos, con­si­guen llevar la red del pescador hacia el fondo del mar, en el momento en que él la lanza.
Luego, Lagarto, colocó su oído en la hendidura de la roca y escuchó.
’--Perdóname, Pequeño Pez Ne­gro, es necesario que me vaya ahora. Mis hijos aca­ban de despertarse.
--Trasmítele mis saludos.
--Lo haré. Y te pondré como ejem­plo de valentía, pues siendo tan joven tienes ya recorrido mucho cauce. ¡Buen viaje, amigo!
Y se deslizó en la hendidura hasta de­saparecer de la vista del pez.





CONTINUARÁ

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