jueves, 27 de marzo de 2008

Jean Paul Sartre: y VII.- EL PRIVILEGIO DE LA SERVIDUMBRE (+) (Orfeo Negro)

Un ensayo que puede servir de arma contra el racismo

VII. – EL PRIVILEGIO DE LA SERVIDUMBRE (+)

FIN DE 'ORFEO NEGRO'




(+) Traducción de Bernardo Guillén.
Buenos Aires, Editorial Deucalion, 1956

__________



Pero es preciso ir aun más lejos: esta experiencia esencial del sufrimiento es ambigua. Por ella es cómo la conciencia negra se hará histórica. Sea cual fuere, efectivamente, la intolerable iniquidad de la condición presente, el negro no se refiere en primer término, a ella cuando reclama que ha tocado el fondo de dolor humano. Tiene la horrible prebenda de haber conocido la esclavitud. En esos poetas, que en la mayor parte han nacido entre 1900 y 1918, la servidumbre, abolida medio siglo antes, sigue siendo el más vivo de los recuerdos:



Cada uno de mis hoy tiene sobre mi antaño

Grandes ojos que ruedan de rencor de

Vergüenza.

Aún va mi embrutecimiento de antaño

De

Golpes de soga anudados, de cuerpos calcinados,

Del tobillo a la espalda calcinada

De carne muerta de tizones de hierro al rojo de brazos

Rotos bajo el látigo despiadado… (1)




Escribe Damas, poeta de la Guayana. Y Brière, haitiano:




A menudo como yo sientes flexiones

Despertarse después de los siglos homicidas

Y sangrar en tu carne las viejas heridas… (2)




Durante siglos de esclavitud bebió el negro la copa de amargura hasta las heces. La servidumbre es un hecho pasado que nuestros poetas, ni sus padres, no conocieron directamente. Pero es también una enorme pesadilla, de la que no saben, ni siquiera los más jóvenes de entre ellos, que han despertado cabalmente. De un extremo al otro de la tierra, los negros, separados por sus colonizadores, por la lengua, por la política y la historia, tienen en común una memoria colectiva. Ello no es realmente asombroso, si recordamos que los campesinos franceses, en 1789, aún padecían terrores pánicos cuyo origen se remontaba a la guerra de los Cien Años. De esta suerte, cuando el negro se vuelve hacia su experiencia fundamental, esta nos muestra, de pronto, sus dos dimensiones: es a la vez la captación intuitiva de la condición humana y la memoria, aún fresca, de un pasado histórico.


Pienso aquí en Pascal: él repitió incansablemente que el hombre es un compuesto irracional de metafísica e historia, inexplicable en su grandeza si sale del limo, en su miseria si es aún tal y como Dios le hizo, y que es necesario recurrir, para comprenderlo, al hecho irreductible de la caída. En el mismo sentido, Césaire llama a su raza la ‘raza caída’. Y, en cierto modo, yo veo perfectamente la asociación que puede intentarse entre una conciencia negra y una conciencia cristiana: la ley de hierro de la esclavitud recuerda la del Antiguo Testamento, que relata las consecuencias del Pecado. La abolición de la esclavitud recuerda este otro hecho histórico: la Redención. El paternalismo dulzón del hombre blanco después de 1848, el del Dios blanco después de la Pasión se asemejan.


Pero la falta inexpiable que el negro descubre en el fondo de su memoria no es la suya propia: es la del blanco. El primer hecho de la historia negra es, por cierto, un pecado original; pero el negro es su víctima inocente. De ahí que su concepción del sufrimiento se oponga radicalmente al dolorismo blanco. Si sus poemas son, en su mayor parte, tan violentamente anticristianos, es porque la religión de los blancos se descubre al negro, aún más claramente que al proletariado europeo, como una mistificación. Esa religión quiere hacerle compartir la responsabilidad de un crimen cuya víctima es él mismo: persuadirlo de que vea en los raptos, masacres, violaciones y torturas que han ensangrentado el África un castigo legítimo, sufrimientos que ha merecido. ¿Dirán ustedes que, a cambio de ello, proclama la igualdad de los hombres ante Dios? Ante Dios, sí. Ayer mismo leía yo, en Esprit, estas líneas de un corresponsal en Madagascar: ‘Estoy tan convencido como usted de que el alma malgache vale tanto como el alma del blanco. Exactamente como el alma de un niño, ante Dios, vale lo que el alma de su padre. Sólo que, señor director, usted no permite a sus hijos conducir el coche, si usted lo tiene.” No se puede conciliar más elegantemente cristianismo y colonialismo.


Contra los sofismas, el negro, con solo profundizar en su memoria de antiguo esclavo, afirma que el dolor es el patrimonio de los hombres y que, sin embargo, es inmerecido. Rechaza con horror el marasmo cristiano, la voluptuosidad morosa, la humildad masoquista y todas las invitaciones tendenciosas a la sumisión. Vive el hecho absurdo del sufrimiento en su pureza, en su injusticia y en su gratuidad, y descubre en él esta verdad desconocida. O enmascarada, por el cristianismo: el sufrimiento comporta en sí mismo su propio rechazo, es por esencia negativa de sufrir, la cara oscura de la negatividad, una ventana que da a la revuelta y a la libertad.


Y al punto el sufrimiento se historializa en la medida en que la intuición del sufrimiento le confiere un pasado colectivo y le asigna un objeto en el porvenir. Era hasta hace un momento una pura eclosión presente de instintos inmemoriales, pura manifestación de la fecundidad universal y eterna. Pero he aquí que interpela a sus hermanos de color en un lenguaje muy distinto:




Negro pregonero de revuelta

Conoces los caminos del mundo

Desde que fuiste vendido en Guinea… (3)




Y:




Cinco siglos os vieron las armas en la mano

Y habéis enseñado a las razas explotadoras

La pasión de la libertad. (4)




Hay ya una Gesta negra: primero la edad de oro de África, luego la era de la dispersión y de la cautividad, luego el despertar de la conciencia, el tiempo heroico y sombrío de las grandes revueltas, Toussaint Louverture y los héroes negros, después la abolición de la esclavitud (‘inolvidable metamorfosis’, dice Césaire), y por fin la lucha por la liberación definitiva:




Aguardáis la próxima llamada

La inevitable movilización

Porque vuestra guerra sólo ha tenido treguas

Porque no hay tierra que tu sangre no haya empapado

Lengua en que tu color no fuera insultado.

Sonreís, Black Boy,

Cantáis,

Danzáis,

Arrulláis las generaciones

Que ascienden a toda hora

En las fuentes del trabajo y de la pena

Que se lanzarán mañana al asalto de las bastillas

Hacia los baluartes del porvenir

Para escribir en todas las lenguas

En las páginas claras de todos los cielos

La declaración de tus derechos desconocidos

Desde hace más de cinco siglos… (5)




Extraño y decisivo viraje: la raza se ha mudado es historicidad. El Presente negro estalla y se temporaliza, la negritud se inserta con su Pasado y su Futuro en la Historia Universal. Ya no es un estado, ni siquiera una actitud existencial: es un Devenir. El aporte negro en la evolución de la Humanidad no es ya un sabor, un gusto, un ritmo, una autenticidad, un ramo de instintos primitivos: es una empresa fechada, una paciente construcción, un futuro.


En nombre de la particularidades étnicas, el negro, hace un instante, reivindicaba su lugar al sol; pero ahora funda su derecho a la vida en su misión, y esa misión, como la del proletariado, procede de su situación histórica: puesto que ha sufrido la explotación capitalista, y más que todos los demás, adquirió más que todos los otros el sentido de la revuelta y el amor a la libertad. Y como es el más oprimido, lo que persigue necesariamente es la liberación:




Negro mensajero de esperanza

Sabes todos los cantos del mundo

Desde los de las construcciones inmemoriales. (6)




¿Podremos aún, después de todo esto, creer en la homogeneidad interior de la negritud? ¿Y cómo decir lo que es la negritud? Tan pronto es una inocencia perdida que sólo existió en una lejano pasado, tan pronto una esperanza que sólo se realizará en la Ciudad futura. Ora se contrae en un instante de fusión panteísta con la naturaleza, ora se extiende hasta coincidir con toda la Historia de la Humanidad. Ya es una actitud existencial, ya el conjunto objetivo de las tradiciones negro-africanas. ¿Se la descubre, acaso? ¿O, por el contrario, se la crea? Después de todo, hay negros que ‘colaboran’: después de todo, Senghor, en las noticias que preceden en su antología a las obras de cada poeta, parece distinguir grados de negritud. El que se convierte en el nuncio de la negritud ante sus hermanos de color, ¿los invita a hacerse cada vez más negros, o bien, por una especie de psicoanálisis poético les revela lo que son? ¿Es la negritud necesidad o libertad? Para el negro auténtico, ¿sus actitudes derivan de su esencia, como las consecuencias de un principio, o bien se es negro como el adepto de una religión es creyente, es decir, en el temor y temblor, en la angustia, en el remordimiento perpetuo de no ser nunca bastante lo que querría ser? ¿Es un elemento de hecho o un valor? ¿El objeto de una intuición empírica o de un concepto moral? ¿Es una conquista de la reflexión? ¿O bien la reflexión la envenena? ¿Si nunca fuera auténtica sino en lo irreflexivo y en lo inmediato? ¿Es una explicación sistemática del hombre negro, o un arquetipo platónico, al que podemos acercarnos indefinidamente sin alcanzarlo nunca? ¿Es, para el negro, como para nuestro sentido común de ingenieros, la cosa más compartida del mundo? ¿O desciende en unos pocos como una gracia, y elige a sus Elegidos?


Sin duda se responderá que es todo ello a la vez, y muchas otras cosas aún. Y yo estaré de acuerdo: como todas las nociones antropológicas, la negritud es un cosquilleo de ser o de deber-ser: la haces tal y te hace tal: juramento y pasión a la vez.


Pero hay algo más grave: el negro, ya lo hemos dicho, se crea un racismo antirracista. No desea absolutamente dominar el mundo, quiere la abolición de los privilegios, procedan de donde procedan. Afirma la solidaridad con los oprimidos de todos los colores. Y así la noción subjetiva, existencial, étnica, de negritud, se transfiere, como dice Hegel, a la de proletariado, objetiva, positiva, exacta.


‘Para Césaire, dice Senghor, el blanco simboliza el capital como el negro el trabajo… A través de los hombres de piel negra de su raza, lo que el canta es la lucha del proletariado mundial’. Es fácil decirlo, menos fácil pensarlo. Y, por cierto, no es casual que los cantores más ardientes de la negritud sean al mismo tiempo militantes marxistas. Pero la verdad es que la noción de raza no coincide con la de clase: aquella es concreta, particular; ésta, universal y abstracta. La una corresponde a lo que Jaspers llama comprensión, y la otra a la intelección. La primera es producto de un sincretismo psicobiológico, y la otra una construcción metódica a partir de la experiencia.

De hecho, la negritud parece ser el tiempo débil de una progresión dialéctica: la afirmación teórica y práctica de la supremacía del blanco es tesis, la posición de la negritud como valor antitético es el movimiento de la negatividad; pero ese momento negativo no tiene suficiencia por sí mismo, y los negros que se sirven de él lo saben muy bien. Saben que tiende a preparar la síntesis o realización de lo humano en una sociedad sin razas. La negritud, es pasaje y no llegada, medio y no fin último(*).


En el momento en que los Orfeos negros abrazan más estrechamente a esta Eurídice, sienten que se desvanece entre sus brazos. Es un poema de Jacques Roumain, comunista negro, el que ofrece el testimonio más conmovedor de esta ambigüedad:




África he conservado tu memoria África

Estás en mí

Como la astilla en la herida

Como un fetiche tutelar en medio de la aldea

Haz de mí la piedra de tu honda

De mi boca los labios de tu llaga

De mis rodillas las columnas truncas de tu abatimiento

Sin embargo

No quiero ser sino de vuestra raza

Obreros campesinos de todos los países. (7)



¡Con qué tristeza retiene aún por un momento lo que ha decidido abandonar! ¡con qué orgullo de hombre desnudará para los otros hombres su orgullo de negro! El que dice a la vez que el África está en él como la astilla en la herida, que quiere ser de la raza universal de los oprimidos, ése no escapó aún de la esencia desventurada. Un paso más, y la negritud desaparecerá completamente: lo que era el hervidero ancestral y misterioso de la sangre negra, el propio negro hace de ello un accidente geográfico, el producto inconsistente del determinismo universal:


Es todo ello clima extensión espacio

Lo que crea el clan la tribu la nación

La piel la raza de los dioses

Nuestra disparidad inexorable. (8)



Pero el poeta no tiene absolutamente el valor de tomar a su cargo esa racionalización del concepto racial: vemos que se limita a interrogar; bajo su voluntad de unión asoma un margo pesar. Extraño camino: humillados, ofendidos, los negros hurgan en lo más profundo de sí mismos para reencontrar su más secreto orgullo. Y cuando por fin lo encuentran, se impugna a sí mismo: por una generosidad suprema, abandona como Filoctetes abandonada a Neoptolemo su arco y sus flechas. De esta suerte, el rebelde de Césaire descubre en el fondo de su ser el secreto de su revuelta: es de raza real.



‘… es verdad que hay algo en ti que nunca ha podido someterse, una cólera, un deseo, una tristeza, una impaciencia, un desprecio, en suma, una violencia… y mira, tus venas acarrean oro, no barro; orgullo, no servidumbre. Rey has sido Rey antaño’. (9)




Pero rechaza en el acto esta tentación:



‘Una ley es que yo cubra con una cadena sin ruptura hasta el confluente de fuego que me volatiliza que me depura y me incendia de mi prisma de oro amalgamado… Moriré. Pero uno. Intacto. (10)




Es, acaso, esta desnudez última del hombre lo que le arrancó los oropeles blancos que disimulaban su coraza negra, y que ahora deshace y rechaza esa misma coraza. Es esa desnudez, acaso, lo que mejor simboliza la negritud. Porque la negritud no es un estado: es pura superación de sí misma, es amor. Es en el momento en que renuncia cuando se encuentra. En el momento en que acepta perder ha ganado. Al hombre de color, y a él sólo, se le puede pedir que renuncie al orgullo de su color. Es el que marcha sobre una cresta entre el particularismo pasado que acaba de dejar atrás y el universalismo futuro que será el crepúsculo de su negritud. El que vive hasta el fin el particularismo para encontrar en él la aurora de lo universal.

Sin duda, el trabajador blanco toma también conciencia de su clase para negarla, porque quiere el advenimiento de su clase; pero, insistamos, la definición de clase es objetiva. Resume, tan solo, las condiciones de su alienación. En cambio, el negro encuentra la raza en el fondo de su corazón, y de su corazón debe arrancarla. La negritud es dialéctica, pues; no es solo, aunque sí sobre todo, eclosión del instinto atávico; representa la superación de una determinada situación por parte de conciencias libres.

Mito doloroso y pleno de esperanzas, la negritud, nacida del Mal y grávida de un Bien futuro, es viva como una mujer que nace para morir y que siente su propia muerte hasta en los ricos instantes de su vida. Es un reposo inestable, una fijedad explosiva, un orgullo que se renuncia, un absoluto que se quiere transitorio. Porque, al mismo tiempo que anuncia su nacimiento y su agonía, sigue siendo la actitud existencial escogida por los hombres libres y vivida absolutamente, hasta las heces.

Porque es una tensión entre un Pasado nostálgico en que el negro no entra ya, y un futuro en el que cederá su sitio a nuevos valores, la negritud se engalana con una belleza trágica que no encuentra expresión sino en la poesía. Porque es la unidad viva y dialéctica de tantos contrarios, porque es complejo rebelde al análisis, sólo puede manifestarla la unidad múltiple de un canto, sólo la Belleza fulgurante del Poeta, que un Breton llama ‘explosante-fixe’. Como toda tentativa de conceptualizar sus distintos aspectos conduciría necesariamente a mostrar su relatividad, siendo que es vivida en lo absoluto por conciencias reales, y como el poema es un absoluto, sólo la poesía permitirá fijar el aspecto incondicional de esa actitud.

Porque es una subjetividad que se infiere en lo objetivo, la negritud debe cobrar cuerpo en un poema, es decir, en una subjetividad-objeto. Porque es un Arquetipo y un valor, hallará símbolo más transparente en los valores estéticos. Porque es un llamado y un don, no pude hacerse escuchar, y ofrecerse, sino por medio de la obra de arte, que es llamado a la libertad del espectador y es generosidad absoluta.

La negritud es el contenido del poema, es el poema como cosa del mundo, misteriosa y abierta, indescifrable y sugestiva: es el poeta mismo. Conviene ir aún más lejos: la negritud, triunfo del narcisismo y suicidio de Narciso, tensión del alma más allá de la cultura, de laas palabras y de todos los hechos psíquicos, noche luminosa del no-saber, opción deliberada de lo imposible, y de lo que Georges Bataille llama el ‘suplicio’. Aceptación intuitiva del mundo y rechazo del mundo en nombre de la ‘ley del corazón’, doble postulación contradictoria, retracción reivindicadora, expansión de su generosidad y, en su esencia, Poesía. Por una vez al menos, el más auténtico proyecto revolucionario y la poesía más pura emanan de la misma fuente.

Y si el sacrificio, un día, se consume, ¿qué ocurrirá? ¿Qué ocurrirá si el negro, despojándose de su negritud en provecho de la Revolución, ya no quisiera considerarse sino como un proletario? ¿Qué ocurrirá si no se deja ya definir sino por su condición objetiva? ¿Si se obliga para luchar contra el capitalismo blanco, a asimilar las técnicas blancas? ¿La fuente de la poesía se agotará? ¿O bien el gran río negro coloreará, a pesar de todo, el mar en que se lance? No interesa: a cada época su poesía. en cada época las circunstancias de la historia eligen una nación, una raza, una clase, para retomar la antorcha, creando situaciones que no pueden expresarse, o trascenderse, sino por la Poesía(**). Y ora el impulso poético coincide con el impulso revolucionario, ora divergen. Saludemos hoy la posibilidad histórica que permitirá a los negros, como dice Césaire,

"lanzar con tal rigidez el gran río negro que los cimientos del mundo serán quebrantados



Notas:

(1)Mes aujourd’hui ont chacun mon jadis
De gros yeux qui roulent de rancoeur de
Honte
Va encoré mon hébétude de jadis
De
Coups de corde noueux de corps calcinés
De l’orteil au dos calciné
De chair norte de tisons de fer rouge de bras
Brisés sous le fouet qui se déchaine…
Leon Damas

(2)Souvent comme moi tu sens des courbatures

Se réveiller après les siècles meurtrieres

Et saigner dans ta chair les anciennes blessures…

Brière

(3) Nègre colporteur de révolte

Tu connais les chemins du monde

Depuis que tu fus vendu en Guinée…

Roumain
(4)Cinq siècles vous ont vu les armes a la main

Et vous avec appris aux races exploitantes

Depuis plus de cinq sièces…

Brières
(5)Vous attendez le prochain appel

L’inévitable mobilization

Car votre guerre a vous n’a connu que des trèves

Car il n’est pas de terre ou n’ait coulé ton sang

De langue out a couleur n’ait été insultée

Vous souriez, Black Boy,

Vous chantez,

Vous dansez,

Vous bercez les generations

Qui montent à toutes les heures

Sur les front du travail et de la peine

Qui monteront demain á l’assaut des bastilles

Vers les bastions de l’avenir

Pour écrire dans toutes les langues

Aux pages claires de tous ciels

La déclaration de tes droits méconnus

Depuis plus de cinq siècles…

Brière
(6)Noir messager d’espoir

Tu connais tous les chants du monde

Depuis ceux des chantiers immémoriaux du Nil.

Jacques Roumain

(7)Afrique j’ai ardè ta mémoire Afrique,

Tu es en moi

Comme l’écharde dans la blessure

Comme un fetiche tutelaire au centre du villaje

Fais de moi la Pierre de ta fronde

De ma bouche les levres de ta plaie

De mes genous les colonnes brisées de ton abaisissement

Pourtant

Je ne veux être que de votre race

Ouvriers paysans de tous les pays.

Jacques Roumain



(8)Est-ce tout cela climat étendu espace

Que cree le clan la tribu la nation

La peau la race des dieux

Notre disemblance inexorable.

Jacques Roumain
(9)… c’est vrai qu’il ya quelque chose en toi qui n’a jamais pu se soumettre, une colère, un dèsir, une tristesse, une impatience, un mépris enfin, une violence…, et voilá tes veines charrient de l’or non de la boue, de l’orgeuil non de la servitude. Roi tu as été Roi jadis.

Aimé Césaire
(10)Une loi est que je couvre d’une chaine sans cassure jusqu’au confluent de feu qui me volatilize qui m’épure et m’incendie de mon prisme d’or amalgam… Je périrai. Mais un. Intact.

Aimé Césaire
(11)pouser d’un telle raideur le grand cri négre que les assises du monde en seront ébranlées

Césaire
(*) Párrafo citado por C. Wauthier en su obra ‘El África de los africanos’. Página 328, líneas 14 a 25.
(**)Párrafo citado por C. Wauthier en su obra ‘El África de los africanos’. Página 328, líneas 27 a 44.




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