sábado, 7 de mayo de 2011

M.ª Luisa Rodríguez: El movimiento poético guatemalteco II (*) (1)


Por ahí, en la red, alguien, que dice ser guatemalteco, reclama que se ponga la antología 'Poesía Revolucionaria Guatemalteca' porque merece -según declara- la pena que esté al alcance de los lectores ya que es muy valioso e inencontrable. Y nosotros que tenemos ese libro, esa antología, iremos escribiendo poco a poco el prólogo -compuesto de  'Introducción',  'Reseña histórica' y 'Saker-Ti- 'que M.ª Luisa Rodriguez hace de esa antología de poetas revolucionarios de Guatemala. Algunos de los poemas ya los hemos trasladado a la red, siempre poniendo, claro está, el nombre, apellidos del autor, la editorial, el título del libro y el año de su edición. Si esos poetas no desean estar citados o la prologuista reclama que se quite su escrito del blog lo borraremos aunque creamos que la labor que la Editorial Zero, S.A. hizo en este campo, y en otros, merezca la pena de ser conocida. 


II. Reseña histórica

El 15 de marzo de 1945 entra en funciones como presidente el profesor Juan José Arévalo, hombre de origen humilde y altos ideales políticos, que pretendió democratizar el país, dotándole de un Código laboral y un proyecto de Reforma agraria. El gran dualismo Social (sic) imperante en el país hacía ver todo tipo de reforma que benefiase a los humildes como un alevoso atentado contra la propiedad y la dignidad de los poderosos. El doctor Arévalo había contado con una gran mayoría de votos populares, y al acabar su mandato en 1951, el candidato del partido en el poder, coronel Arbenz Guzmán, se llevó el 50 por 100 de los votos totales. Este nuevo presidente prosiguió la política social de su antecesor y comenzó a aplicar las Leyes de Reforma Agraria, algo inconcebible hasta entonces. En realidad, esta reforma creaba una clase de pequeños propietarios, al repartir entre los desposeidos una serie de tierras provenientes de una expropiación muy débil; según el Decreto 900, podían expropiarse, previa indemnización por parte del Gobierno, aquellas tierras de superficie mayor a dos caballerías en barbecho y que no fuesen cultivadas. Las propiedades que no llegaran a esa extensión, cultivadas o no cultivadas, eran totalmente respetadas. Había también otras excepciones que protegían a las propiedades entre dos y seis caballerías cultivadas en sus dos terceras partes e, incluso a las de mayor extensión cuando perteneciesen a compañías agrícolas dedicadss a cultivos de artículos cuya producción está destinada a satisfacer necesidades del mercado interno y externo (sic). El Gobierno no tomó la iniciativa de formar cooperativas ni granjas colectivas en ningún momento. Pero sació (aunque en casos limitados y a un porcentaje mínimo de la población pobre de Guatemala) parte de las enormes ansiedades por tener algo propio que sufrían, y sufren, los habitantes de este país colonizado, feudalizado y tantas veces martirizado por las oligarquías locales. Estas oligarquías comprendieron que el Gobierno Arbenz era una continuación del de Arévalo y temieron que la situación pudiese prolongarse. Les asustaba no solo la tímida Reforma agraria, sino también el hecho de que los comunistas y sus principios comenzaron a ser respetados entonces. En realidad, el gobierno estaba apoyado por tres partidos políticos: el P.A.R. (Partido de Acción Revolucionaria), el P.R. (Partido Revoloucionario) y P.G.T. (Partido Guatemalteco de Trabajo). Este último era el único que poseía una ideología comunista, y únicamente 4 de los 45 diputados del Congreso Guatemalteco pertenecían a este partido; pero su influencia era clara, y la tónica general de la nación era 'abiertamente comunista': se tomaban en consideración las necesidades de los indígenas y ladinos; se pretendía aumentar el número de escuelas y reducir el enorme porcentaje de analfabetismo entre el pueblo; se permitió la formación de grupos culturales de tendencia izquierdista, etc., y la oligarquía nacional decidió salvar a Guatemala de tal estado de cosas cuanto antes.

Por supuesto, los rebeldes contaban con la ayuda extranjera. Una de las compañías internacionales más importantes (la United Fruit Company) poseía grandes extensiones de terreno en Guatemala, en parte dedicadas a la explotación bananera y de piñas, y en parte sin cultivar. También poseía la única comunicación posible de la costa atlántica con el resto del país: una línea de ferrocarril. Los intereses de esta compañía se vieron afectados doblemente: parte de sus tierras fueron expropiadas al aplicarse el Decreto 900, y se empezó la construcción de una carretera que uniese el puerto de Santo Tomás (también iniciativa de este Gobierno, emplazado a 20 kilómetros de Puerto Barrios, que era de hecho controlado por la Frutera) con la capital.

Estas medidas fueron sin duda excesivas y  de clara inspiración comunista.

Estados Unidos mandó a un nuevo embajador a Guatemala en diciembre de 1953, J. E. Perufoy. Personaje conocido políticamente por su ubicuidad en los momentos cruciales de caídas de Gobierno en los diversos países.

Los guatemaltecos disidentes, al mado del coronel Castillo Armas, emprendieron un plan de entrenamiento en Honduras y Nicaragua (a la sazón bajo el Gobierno de los Somoza); Estados Unidos proporcionó armas a este 'ejército de liberación', como se denominó a si mismo, para que pudiese acelerar su ataque. También se afirma en medios informados de Guatemala, la asistencia proporcionada por la United Fruit Company, quien parece que proporcionó a los rebeldes aviones al precio de un dolar (incluyendo piloto norteamericano, armamento y municiones suficientes). En cualquier caso, es un hecho que los Estados Unidos reconocieron su intervención en la caída del Gobierno Arbenz en Guatemala mediante el Plan Dulles, en junio de 1954. Y desde el principio se publicaba en la prensa norteamericana que la U.F.C. suministraba ayuda financiera a los seguidores de Castillo Armas, que se entrenaban en Honduras y Nicaragua.

El resultado de esta lucha entre el Gobierno popular de Guatemala y la alianza de la oligarquía de este país y el gran coloso del Norte no podía haber sido otro: las tropas del coronel Castillo Armas invadieron  el territorio nacional el 18 de junio de 1954. En esta tarde, modernos aviones sobrevolaron la ciudad de Guatemala, Puerto Barrios y Puerto San José, dejando caer su carga de bombas. Era la primera vez que muchos guatemaltecos veían esos monstruos metálicos que tanto ruido hacían, y las gentes sencillas salían a las puertas de sus casas y chozas o a la calle movidos por la curiosidad. Triste curiosidad que les convertía en blanco fácil para las armas de fuego que desde los aviones barrían de metralla el suelo. Fue una especie de gran trágico acto final a la efímera ola de optimismo proporcionada por las reformas de un Gobierno que no supo defenderse. La única forma de defender el gobierno constituido hubiese sido armar al pueblo. Pero el presidente Arbenz no se decidió, o no tuvo fuerza moral suficiente para tomar esa determinación, o, tal vez, no era tan comunista como se le achacaba, y tuvo miedo del pueblo en el último momento. 

El 28 de junio entregó el poder al jefe de Estado Mayor y se refugió en la Embajada de México en Guatemala. Seguidamente se constituyeron dos sucesivas Juntas militares, el 28 y 29 de junio, y esta última, presidida por el coronel Monzón, pactó con Castillo Armas, que fue elegido presidente de la Junta de Gobierno. Los jóvenes, enardecidos, habían corrido a los cuarteles y pedido armas: querían luchar por sus derechos recién adquiridos. Se les pidió que esperasen y se les concentró. Lo próximo que supieron fue que no podían ya hacer nada. Se había pactado. Disuelta esta Junta el 1 de septiembre, después de haber declarafdo ilegal el partido comunista (25 de agosto), Castillo Armas se hizo cargo de la Presidencia de la República con poderes absolutos. El 11 de octubre se convocaron elecciones, que dieron por resultado la ratificación de Castillo Armas como presidente, con un 90 por 100 de votos a favor. Todo fue rápido y sencillo; casi un paseo. Pero para Guatemala significó mucho mas: la caída de los primeros intentos de reivindicación del pueblo. Castillo Armas fue asesinado a los tres años de su subida al poder y sustituido por el presidente Idígoras Fuentes, general que continuó con la política de Castillo Armas y de los gobernantes anteriores a la llegada de Arévalo. Las tierras repartidas al pueblo por el presidente Arbenz fueron recuperadas y entregadas a sus antiguos dueños, que siempre habían poseido la casi totalidad de las tierras productivas del país y volvieron a recuperar sus feudos; todavía hoy forman el 'todo Guatemala'. El conato de revolución que supuso el ascenso al poder de dos presidentes preocupados, ante todo, por la reivindicación de miles de habitantes oprimidos, desposeidos y analfabetos quedó truncado. Pero había dejado su semilla. Duarnte el periodo 1944-1954 se había intentado cambiar las pautas determinantes del proceso cultural de educación de los guatemaltecos, se dio libertad de asociación a grupos no derechistas, se favorecieron las publicaciones culturales de escritores que cantaban mas a los ímpetus renovadores o de protesta y de denunciaa, que a la luna y al mar (aunque no faltasen tampoco los líricos puros o los que expresaban su nacionalismo en un amor a la enorme belleza de su patria), y se sacaron publicaciones infantiles progresistas exaltando la libertad y la igualdad y condenando la desigualdad y el racismo.

La mayor parte de los que habían dirigido estos movimientos y organizaciones tuvieron que elegir entre el exilio o la muerte. Muchos de ellos partieron para Chile o México.
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(*) (Del libro 'POESÍA REVOLUCIONARIA GUATEMALTECA. de Mª Luisa Rodríguez. Edita: Zero, S.A. Madrid, octubre 1969)

(1) El título es nuestro 


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