jueves, 26 de noviembre de 2009

José Mª Amigo Zamorano: Inicio gozoso de 'Anábasis'



Como un hombre nuevo. Así se hallaba aquel que se encontró con el Extranjero. Y vio en su comportamiento, en su talante e ideas a un hermano y no a un enemigo.
Luego conversa con el forastero que le transmite noticias de otros mundos. Diose cuenta de que aquellos mundos solo se diferenciaban del suyo en los disfraces: vestimentas, costumbres, climas, vegetaciones, idiomas... Lo esencial, por el contrario, era el ser. Y, por ahora, la alegría del ser, la alegría del encuentro. De improviso el reencuentro. Y, enseguida, los agasajos, los convites, las cortesías... La hospitalidad que todo lo enriquece.
Luego, quizás, tal vez, acaso, en el curso de la vida, vendrán roces, desencuentros, puntos de vista dispares... Pero nada que no pudiera salvarse con buena voluntad. En conversación abierta. Junto a un vaso de vino. Vino de uva, o de palma, o de arroz, o de... En eso radicaba la vana diferencia.
Ahora lo que procedía era vestirse con humildad para acompañar al Extranjero en el recorrido que daría por todos los puntos cardinales del entorno. Era pertinente esa humildad en todo el trayecto y en todo el tiempo para que nunca se considerara como extraño en tierra ajena. Nunca un forastero es foráneo en la Tierra. En ningún lugar de ella. Todo lo contrario, es como un hermano al que se esperaba desde hacía tiempo. Y que, junto a su sabiduría, en su zurrón lleva encerradas diversas maneras de amar, de querer. Y las derrama, generosamente, a manos llenas, en cada rincón del mundo donde se asienta.
Mientras acompañaba al Extranjero, henchido de gozo, colmado de desprendimiento, el nativo se veía un hombre nuevo.
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El poeta comienza su 'Anábasis':
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-"Estableciéndome con honor sobre tres grandes estaciones, tengo buenos auspicios para la tierra donde fundé mi ley.
Las armas por la mañana son hermosas, y el mar. La tierra sin almendras, entregada a nuestros caballos,
nos otorga ese cielo incorruptible. Y no se nombra al sol, mas su poder se halla entre nosotros,
y el mar en la mañana como una presunción del espíritu."
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Se encuentra en posesión -como quien dice- de una nueva panorámica del mundo; lo que significa, en realidad, es que ha adquirido una conciencia objetiva sin las telarañas de la estrechez; es decir: se es uno más tan solo, uno más, dentro de lo que rodea. Influyendo en derredor, que duda cabe, en la extensión de la rosa de los vientos, al tiempo que le influyen a él las cosas y los seres con los que se roza. Y se ve en comunión con el universo. Se ha sumergido en él. Una zambullida, claro está, en las aguas de la humildad de conocerse. Un empapamiento. Un empequeñecimiento. Un engrandecimiento. Y esa humildad del conocer, del conocerse, le da un poder desconocido. Otro poder, pero distinto. El que antes tenía era uno artificial. Soberbio. Ignorante. Propio de reyes. Reflejo de reyes. Violento. Nocturno. Tenebroso.
Eso quedó atrás. Afortunadamente. Desapareció. Se fue como el humo. Para siempre. Ahora se pregunta continuamente por cada incomprensión que le sale al paso. Junto al camino que recorre con el Extranjero. Interrogaciones que le brotan sin el angustioso desasosiego del desconocimiento, sin el pertubador azoramiento originado por el qué dirán si le notan ignorante, sino con la ventana abierta de par en par a las nuevas alegrías del conocimiento, con el objetivo espontáneo -que no es objetivo porque no ha nacido de cálculo premeditado- de derramarlas por doquier, sin exigir impuestos por la siembra, sin pedir nada a cambio por tal derroche de semillas esparcidas. Enriqueciéndose, glorificándose... por ese despìlfarro, por no atesorar, ansiosamente, como un avaro, entre su carne, lo que de por si fluye sin impedimentos de propiedad, por consiguiente sin agarrarse al concepto de 'tuyo', 'mío' o 'vuestro'. Eso que reina en su espíritu es el 'nosotros', el 'todos nosotros'. Es el hombre singular transformado en colectividad, en concierto.
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Y Saint John Perse, prosigue poema:
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-"¡Tú cantabas, poder, en nuestras rutas nocturnas!... En los idus puros de la mañana, ¿qué sabemos del sueño, nuestra herencia?
¡Durante un año entre vosotros! ¡Dueño del grano, dueño de la sal, y la cosa pública sobre justas balanzas!
No llamareá a las gentes de otra orilla. No trazaré
grandes distritos de ciudades sobre las laderas con el azucar de los corales. Mas mi designio es vivir con vosotros.
¡En el umbral de las tiendas toda gloria! ¡Mi fuerza entre vosotros! Y la idea pura como una sal celebra sus audiencias en medio de la luz."
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(*) Anábasis en el libro Poemas (Anábasis. Exilio. Crónica. Canto para un equinocio.). Autor: Saint-John Perse; editorial Lumen, Barcelona, primera edición de 1988; edición bilingüe; traducción y prólogo: Enrique Moreno Castillo.

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