martes, 25 de agosto de 2009

Recuerdos amargos de Doña Agustina Alonso González (+)


Represariados (sic) (*) en Moraleja del Vino y fusilados en el cementerio del mismo lugar:
No solo en una misma noche, según relata Agustina Alonso, otros a manos de los falangistas del pueblo, los sacaron de sus casas a goteo para sembrar la incertidumbre.
Agustina lleva a sus espaldas 96 años y un recuerdo no muy grato:

El 3 del 9 de 1936 fusilan a Julián Catarín González y la misma noche a Andrés Jambrina Domínguez.
El 4 del 9 a Ángel Martín Alonso.
El 21 del 7 a Valentín Castaño Martín.
El 21 del 8 a Ramón López Alonso yla misma noche a Ezequiel López Fernández.
El 24 del 9 a Bernardino Domínguez González.
El 25 del 9 a Francisco Martín Fernández.
El 27 del 10 a Ángel Martín Rodríguez.
El 17 del 11 a Ángela Alonso Alonso (1).
El 7 del 12 a Emilio Diéguez Fernández e hijo Emilio Diéguez.
El 12 del 12 de 1936 a Adolfo Alonso González (3)
El 15 del 12 a Santiago Bartolomé Santiago, la misma noche a Ángel Chapado Bajo, a Serafín Chapado Bajo, a Isaac Esteban Isidro, a Domingo Gago Mayor y a Andrés García Isidro. Estos seis últimos fueron fusilados la misma noche del 15 del 12 de 1936.
Estos tres últimos, Isidro Alonso, Alfonso y Gregorio Delgado no hay fecha de su fallecimiento; lo que si es cierto, según testimonio de los arriba indicados (sic), que fueron fusilados y enterrados en el cementerio del lugar de Moraleja del Vino después de ser humillados, masacrados y apaleados en el Ayuntamiento del susodicho lugar a manos de falangistas del pueblo.

Cuentan los lugareños de Moraleja del Vino que a Francisco Martín Fernández, apodado 'El Poroque', fue fusilado en el cementerio de este lugar a manos de los falangistas del pueblo el 30 del 9 de 1936. Fue fusilado dos veces. Yo pregunto a ambos (sic):

-Y ¿eso cómo pudo ser?

Respuesta convincente de estos (sic):

-Le sacaron de su casa, le condujeron al Ayuntamiento donde le humillaron con vejaciones intimidatorios (sic), le apalearon después y cuando se saciaron, le llevaron al cementerio y fuera, sobre la pared, le ametrallaron, cayendo su cuerpo al suelo. Creyendo estos verdugos de que estaba muerto, le abandonaron como a un perro, pero no fue cierto que había muerto. Este al observar que el ambiente se hallaba despejado, arastrando su cuerpo sobre la tierra, pudo llegar a su casa, llamó a la puerta y al ser altas horas de la noche y el clima que se respiraba, la familia pensó que serían los falangistas que venían a por los demás de la familia, estos aterrorizados, abrieron la puerta y allí estaba Francisco, sangrando en el suelo, pidiendo auxilio, le adentraron como pudieron y enseguida llamaron al médico de cabecera, el que le practicó una cura de urgencia y a continuación dio cuenta a los falangistas que en aquel momento eran las máximas autoridades. De no haberlo hecho, posiblemente el médico también hubiera sido fusilado como estos otros. Le trasladaron al Hospital Provincial, donde estuvo custodiado por dos falangistas hasta su curación y una vez dado de alta lo condijeron al ementerio de la capital denominado 'Cementerio de San Atilano', donde lo fusilaron, asegurándose esta vez que estaba muerto, rematándolo con un tiro de gracia de pistola, no como la primera vez que sus asesinos cuando vieron que cayó al suelo, cobardemente salieron corriendo.
A Isidro Alonso, sin fecha de fusilamiento, antes de fusilarlo, le sacaron los ojos, atestiguan y suscriben los lugareños de Moraleja del Vino. "

*

(Tomado del libro de Alfonso Lara Díaz y Serrano, Prejuicios de la guerra civil española 1936/1939 a 1975, páginas 108/109, Imprenta Jambrina -Zamora-, 2009)
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(+) El título es nuestro
(*) 'Represariados' es el término utilizado por el autor en lugar de 'Asesinados'.
(1) De esta mujer asesinada se dice que le cortaron los pechos y, después de abusar de ella, le patearon la barriga, porque estaba embarazada, para sacarle el hijo y, ya malherida y medio muerta, la lanzaron a una fosa echándole cal viva.

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