lunes, 4 de mayo de 2009

Iswe Letu: Por la calle Molinillo de Las Navas del Marqués



Al final de la calle Juan Fernández Yagüe nos metemos por una calleja de rótulo Travesía del Álamo. Es como salir de la luz y entrar en la penumbra. Esta travesía se nos atraviesa. Nos vamos de allí y torciendo a la izquierda y luego a la derecha penetramos en otra calleja o travesía sin nombre. O al menos nosotros no lo vemos. Estaba vacheada la calzada, el asfalto agrietado, corroido, remendado... luego volvimos al día siguiente y le estaban echando una capa de brea. La necesitaba.
Si en la anterior travesía, la del Álamo, nos figuramos en la penumbra en esta, en la sin nombre, nos rodean las tinieblas. Y es que por estas Navas que dicen del Marqués hay calles, callejas o travesías alejadas o dejadas de la mano de Dios. Posiblemente no vivan parientes o amigos de los jefes municipales por estos lares. Posiblemente no, casi seguro.
Desembocamos en una calle ancha y luminosa. Más adelante leemos: Calle del Molinillo. Lástima, no tiene poyos. Muchas casas tienen orientada su entrada al sur, a la solana. Las ventanas hacia este punto cardinal son más grandes. Bueno, pues en la calle del Molinillo también. Recogen así el calor del sol, que buena falta hace en este pueblo serrano.
Decíamos que el Molinillo no tiene poyos. Y lo sentimos pues es muy larga y en cuesta. No se hallan poyos porque no los necesita al tener, como tienen, casi todas las casas, un patio o jardincillo delante. Y plantas. Ahora, en primavera, lilas florecidas. También enredaderas. Y, como no, muchas se rodean de verjas. No necesitan hablar con el vecino o con el viandante o con el paseante. Suponemos, comparándola con otras calles, que por aquí se asentarían, antaño, gentes del pueblo que lograron un holgado vivir. Sin duda con su esfuerzo. Con su duro trabajo.
Alguien al que se lo comentamos nos contesta preguntándonos:
-¿Solo con su esfuerzo y trabajo?

Y otro responde:
-Y con el de algún obrero al que explotaron.

Nosotros no lo sabemos. De todo habría. Eso sí, se diferenciaron. Y se atrincheraron. Incluso algún perro nos ladraba.
Nos detenemos un instante. Discuten un hombre y una mujer. Un niño llora. Es una familia emigrante. Son rumanos. Tienen antena parabólica. Les une a su tierra y se sienten menos solos y extraños. Este edificio ya no tiene jardincillo, pero en cambio le han puesto un patio delante de la casa y una escalera para subir al piso de más arriba. Hay algunas más de este tipo. No sabemos si el Consistorio tendrá normas de edificación. Pero lo suponemos. Y si es así puede que no cumplan con ese reglamento. Claro está que cuando un edificio se sale de la regularidad urbanistica, destroza la armonía, es como un pegote, un manchón, una cagadita en la soleada calle del Molinillo en esta primavera del 2009. No estará lejos de estos desaguisados la influencia, el amiguismo, el mamoneo y el dios llamado Dinero.
Dos ancianas se saludan. No se entienden. Vocean. Son sordas.
Seguimos nuestra andadura calle arriba. Justo unos metros más allá del Molinillo 112, tres jóvenes, levantado el capó de su coche, lo miran como extasiados, casi con amor. Puede que estén enamorados. No es extraño. A lo mejor es su única propiedad. Quizás no del todo. Tal vez el banco tenga aun un tanto por ciento elevado del automóvil. En cualquier caso es suyo. Y en esta sociedad capitalista de adoración a la Santa Propiedad los verdaderamente propietarios han inoculado esa veneración por la misma a sus criados o esclavos. Con lo cual todos se unen, pobres y ricos, en esa postración ante el dios de la Propiedad Capitalista. Con este envenenamiento, los Propietarios Reales tienen asegurado, mientras duren los efectos de la pócima, su emporio de posibles revueltas, pues siendo todos iguales, amos y criados, esclavos y esclavistas, ¿quién va a levantarse para destruir el sistema?
Decíamos Molinillo 112 porque así se rotula una de las casas. Y la alegra, la embellece, con sus azulejos blancos y sus números y letras azules. Es un signo de distinción agradable a la vista. No sabemos quién vive ahí pero ha tenido gusto. Y se lo agradecemos. Un ayuntamiento, digno de tal nombre, debería premiar este adecentamiento de inmuebles. Animaría, quizás, a otros a cambiar la adustez de las calles por una alegre y luminosa sonrisa.
Ya en el final de la cuesta, en el mismo rellano podríamos decir, que da paso a los Matizales han edificado un inmueble moderno: de dos plantas y cinco casas adosadas, de forma rectangular, lineas rectas, color blanco tenue en la parte de abajo y gris con cinco franjas de un azul pálido arriba. Han eliminado la terraza o jardincillo. Lo singular del edificio, su diseño, es que la puerta de entrada está en la parte norte, es decir en la umbría. En la solana, en el sur, hay cinco grantes persianas que llegan hasta el suelo. Suponemos que son la entrada al garaje. Por cierto, no se ve el tejado; y las ventanas tampoco parecen estar ideadas para recoger el calor del sol. ¡Allá el arquitecto y los que las hayan comprado! Pero tenemos que decir que rompe la estética de toda la calle, por lo tanto, sin ser feo, que no lo es, es ciertamente una cagarruta urbanística. A continuación, así mismo con azulejos y letras azules, la palabra 'Dona', que es palabra catalana o lo parece, en el vallado de una finca. Por fin, 'Villa Manuela' que es castellano. Una villa de Los Matizales. Otro mundo. Incluso multicultural en los rótulos. Allí está 'Miren etxea', así, en euskera, 'Casa de Miren' traducido al castellano. De un pedagogo relevante. ¿Franquista? Quizás. Victor García Hoz. Connotado pedagogo, no obstante. Ya fallecido. Pero esa es otra historia.

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