III
Toda anémona que entretiene por si la tristeza del desierto,
excita la imaginación de los caminantes, causa su delicia,
quizás haya sido antes, en otro tiempo, sangre de un rey.
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Toda violeta que despide su fragancia por los jardines,
arrebatando la sensibilidad de los cansados camelleros,
habrá sido, quizás, en rostro de mujer, señal de belleza.
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(*) Versión de una rubayata de Omar Khayyam
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