martes, 20 de octubre de 2009

Ezequiel Martínez Estrada: El Cuchillo (y c)


El cuchillo. Hasta la punta misma del cuchillo actual llegaba en la espada lo inherente al dueño, lo que formaba unida leal con el brazo. Al acortarse hasta ahí dejó al hombre librado a su fuerza, a su arte y a su destino. Esa parte es, además, la seria, la inclemente; la finta estaba en lo que ha perdido de longitud. No queda ya apelación a lo imprevisto ni a la teoría.
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Así pequeño puede llevarse entre las ropas y entonces adquiere el mérito de un amuleto junto a la carne. Como utensilio 'interior' participa de lo mágico. Su fidelidad se siente paso a paso en la marcha pedestre y es la compañía de la pierna. Se lo puede llevar en la cintura, que es la altura del cuerpo en que los brazos descansan con naturalidad. Al costado va el ancho y corto de desollar. El que se lleva a la espalda, señalándose bajo la ropa, agazapado, es el peligroso; cuchillo del domingo, el prohibido. Del cabo puede colgarse el rebenque, porque el cabo es todavía la mano.
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Es raro el suicidio con él cuchillo; es un arma del hombre para afuera de la empuñadura hacia la punta; no se vuelve contra el amo, como el perro, que es lo que se le parece más. Puesto que toma sentido superticioso en lo que tiene de amuleto, es propicio por excelencia. La hoja desnuda es la advertencia del peligro; declara la anchura de la herida y su profundidad; es en el aire como la medida metálica del agujero en la carne; hay entre el acero y la carne una misteriosa correspondencia, que es cortar, y hasta entrando en la vaina previene que puede herir. La sangre deja limpio el acero, pero se acumula y oscurece en el lugar en que la hoja se une al cabo (donde lo que participa del mundo se une a lo que pertenece a la mano); o se la embebe el mango, si es de cuero o de pata de ciervo.
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Hay el cuchillo de todos los días, cuchillo de trabajador, con mango de madera o encorado, de hoja desgastada y filo curvo de tanto usarse; y el de las fiestas, de corte rectilíneo, sin rastro casi de la afiliación, de plata, con iniciales y labrado. Esa es el arma ornamental, con la S que es la estilización de la empuñadura, que ampara y no priva del contacto en el golpe. Hasta puede llevar dos versos inscritos en la hoja, como el del Chacho. Ese es el facón, más largo, con dos estrías longitudinales, doble filo apenas embotado y un arabesco arborescente, en medio del cual la marca de fábrica: la armería más que el posesor. El cuchillo es de un filo, fino, afinadísimo en el trabajo delicado de la chaira o contra otro, con la voluptuosidad de un afeite personal. Su filo se prueba sobre la yema del pulgar, y la semnsación sutil indica su finura sin filván. Con la uña se aprecia el temple, y golpeando de plano es ofensivo. En el saludo se suele amagar que se extrae y basta llevar la mano al mango, como se chista al perro demasiado guardian.
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Bien manejado puede apenas rasgar la epidermis, y hay una clase de consumada destreza que consiste en tatuar al adversario como a un esclavo, en ponerle marca como a la hacienda, que quiere decir vasallaje sin manumisión posible.
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El mérito del cuchillo está en la punta, lo mismo que en el florete; pero no termina allí. El florete es sólo un punto; el cuchillo está en el ápice, mas sigue a lo largo de la hoja. El golpe de filo, el hachazo, indica indulgencia o desprecio, y es así como hiere el peón al patrón y el gaucho al extranjero. Es también el golpe del vcaballero al hombre pobre que va a pie.

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(Ezequiel Martínez Estrada en 'Radiografía de la Pampa'. Si quiere leer el interesado esta magnífica obra puede dirigirse a la Editorial Losada. No se arrepentirá. Y que conste que no tenemos acciones en esta empresa argentina de libros. Lo juramos)

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