domingo, 9 de septiembre de 2012

Muerte en la bodega de Los Delgadillos (LL) -2ª parte-


Muerte en la bodega del Palacio de Los Delgadillos de Fuentespreadas
(segunda parte)

13. Bañándose en el lagar

Y ansioso de saber el desenlace de la historia, me presenté en el pajar al día siguiente.

-Aquí estoy, Pedrito -le dije- para que me cuentes el final.

Abrió los ojos mi cuentista particular sin darse cuenta de lo que le decía. La mañana había sido de lo mas ajetreada: primero llenar costales y costales de trigo, pasarlos al carro, acercarlos a la casa, subirlos al sobrado, vaciar el grano de los costales en él; luego acarrear la paja hasta el pajar, que se dice pronto pero hay que hacerlo por partes: una, llenando el carro de paja; dos, llevándolo hasta el pajar; pero para ello hay que vaciar la paja del carro en la calle haciendo un montón cerca del buraco del pajar; finalmente, meter la paja con el bieldo por el hueco de la pared y distribuirla por las distintas salas, encalcándola con los pies desnudos; por cierto, escupiendo de vez en cuando porque el polvo se agarra a la garganta y la obtura; el cuerpo va acumulando polvo y se revuelve picando por todas partes... Por lo cual Pedrito estaba cansadísimo. Su mente se negaba a situarse en la esfera de una rocambolesca historia de antaño maricastaño.

-No sé de que final me hablas.

-Contaste que Luis 'El Lorito' al...

-¿Luis 'El Lorito'? ¿Quién es?

-¡Oh, no! Me estás tomando el pelo... Ayer dijiste que al cerrar la espita vio el recipiente en el que se pisan las uvas y... ¿qué? ¿qué pasó después?

Pedrito se pasa la mano la mano por la cabeza. La menea rápidamente como si quisiese quitarse el polvo y la paja del pelo.

-Si, ya me acuerdo. Es que... perdona... estoy tan cansado... pero si... si... Verás: al contemplar el lagar de pisar las uvas se le ocurre la idea de llenarlo de vino para bañarse con la Remigia. Si venía. Que ya lo dudaba. Dejó la jarra  y dio comienzo a la labor de trasvasar el vino de una cuba al lagar. Lo hizo a herradas. Cuando termina se le ha pasado un tanto la borrachera; pero tenía sed por lo que se sentó y bebió un buen trago de la jarra.

-Creo que esta no viene. Ella también me ha dejado. Como Delfina. Como mi hijo. Sus ojos me miraban de una forma... La culpa la tiene esa zorra de Remigia... ¡Me cago en su...! Mi hijo... -y se puso a llorar al recordar la actitud de su hijo.

Y es que, después de llegar del cuartelillo donde puso la denuncia, entró en su casa. Su hijo al verlo corrió a refugiarse bajo la protección de su madre. La mirada llena de miedo. No aguantó el espanto de sus ojos y se encierra en el despacho donde redacta una carta poniendo en antecedentes, del comportamiento del Sargento Vargas, a las autoridades provinciales.

La comida de ese día se realizó en silencio. Se cortaba la tensión con cuchillo. Hasta los criados comían sin hablar. Le cena tuvo la misma escenografía. Y así los últimos diez días. 

Por don Gregorio el cura -al que acudió con ánimo de que intercediera ante su esposa- supo que su comportamiento corría de boca en boca. Solamente los hombres mas ricos, y no todos, apoyaban su proceder. 

-En la cantina de los labradores mas pobres -le dijo el cura-  todos te critican. Dicen que te has vuelto un soberbio.

De modo que Luis se refugió en Remigia y ahora le volvía la espalda.

-La madre que te parió. Por tu culpa se ha roto mi matrimonio. Y mi hijo... mi hijo... -las lágrimas resbalan de sus ojos.

Bebe otro trago y la nebulosa retorna a su derredor.

-¡Luis, Luis, querido, aquí estoy!

Sintió que le tocaba y en un arrebato de ira por la tardanza la abofeteó una y otra vez.

-Pero... ¿por qué? ¿por qué me pegas? No he podido venir antes -y se abraza a él llorando.

Luis le rompe la ropa, la desnuda y en un relámpago de lujuria y de rabia la lleva hasta el lagar.

-Mira lo que te ha preparado. Nos bañaremos en el lagar 

-Yo no quiero meterme ahí...

-Lo preparo para ti y ahora lo desprecias... Por tu culpa no me habla mi mujer y mi hijo... mi hijo... -Y la cogió por los pelos acercando la boca al vino- ¡Métete, coño, y bebe!

Remigia se sumerge en el vino del lagar. El la contempla.

-Eres hermosa como Popea.

-Una de tus queridas.

-Si, la conocí en Roma. Mientras nos bañábamos en leche de burra la bebía y me hacía beber. Elogiaba el sabor de la leche diciendo que al bañarnos nosotros adquiría un sabor exquisito -y se mete en el lagar y bebe- ¡Hum!... ¡Riquísimo! Bebe tu, cariño, bebe.

Remigia bebe del vino del lagar. El le mete la cabeza en el vino riéndose. Y ella tiene que beber a la fuerza. Cuando sale al aire se ríe. Se ríen los dos. Se pasa la mano por la cara, se chupa un dedo, se acaricia los pechos... 

Una oleada de deseo, un estremecimiento de lujuria, le nubla los ojos a Luis. Se acerca a la dama, la coge por detrás, le dice que se arrodille, le acaricia los órganos genitales, ella se estremece, entonces la penetra, una y otra vez; y, cogiéndole de los cabellos mientras empuja su verga, le dice:

-Bebe, hija puta, bebe.

Ella sumerge la cabeza. Bebe. Siente ahogarse. Saca la cabeza. Pide auxilio. Grita. Mientras mas grita mas la penetra, y mas le mete la cabeza en el vino. Ella consigue agarrarse a los bordes del lagar y levantando la cabeza fuera del agua respira y vuelve a gritar:

-¡Socorro! ¡Me matan! -dice entre el orgasmo, el miedo, el cansancio y el mareo.

-¡Lorito, Lorito! ¿Estás ahí? -se oye a alguien vocear.

Luis ha terminado de eyacular. Miraba a Remigia con odio. Estaba descansando agarrado a los bordes del lagar. La llamada le ha estremecido.

-¡Lorito, cobarde, gallina! No sabes pegar mas que a mujeres y niños. Ven aquí si tienes lo que hay que tener.

Luis sale deprisa del lagar y se lanza como un toro a la escalera, obnubilado por el alcohol y la rabia. Mira arriba. La luz le impide distinguir al que está a la entrada. 

-Aquí tienes mis cojones -dice Luis tocándoselos y corriendo descalzo escaleras arriba.

Comienza a vislumbrar al intruso y se vuelve rabioso y por ende mas arrojado. Cuando se halla cerca de él, este saca la navaja y le asesta varios navajazos en el vientre y empujándolo con fuerza escaleras abajo da con la cabeza en el poste. Acto seguido baja las escaleras, coge una maza de un rincón al que fue directo y rompe de varios golpes el poste que sujetaba el techo; este se viene abajo quebrando el cráneo de don Luis 'El Breve', señor del Palacio de Los Delgadillos. Sin perder tiempo deja el mazo donde estaba y antes de irse vocea:

-Sal de ahí, zorra, si no quieres quedar sepultada en vida

Remigia, testigo directo del crimen, sale del lagar, se viste con sus ropas desgarradas y sorteando las piedras desprendidas y mirando continuamente la parte del techo que amenaza derrumbarse sortea las piedras intentando llegar al primer peldaño de la escalera. Cuando iba a saltar la última piedra, el techo se viene abajo y la aplasta encima de su amante.

-Y colorin colorado...

(proseguirá) ---

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