sábado, 8 de septiembre de 2012

Muerte en la bodega de Los Delgadillos (K) -2ª parte-


Muerte en la bodega del Palacio de Los Delgadillos de Fuentespreadas
(segunda parte)

11. Enfrentamiento con los segadores

El viento le da en la cara, agita sus cabellos rubios que se mueven paralelos a las crines del caballo. Aprieta las espuelas. El caballo corre casi desbocado. Aceza. Lanza espumarajos por la boca.

Llegado al trigal, desde el caballo les grita:

-¿Os pago para segar o para el hacer el vago?

-Señor, es la hora del almuerzo.

-No hay almuerzo que valga. A trabajar.

-Llevamos, don Luis, desde las cuatro de la mañana.

-Mucho cuento es lo que tenéis.

-No le hemos dado pie a que nos insulte.

-Hablo así porque me sale de los cojones.

-Nosotros también tenemos los nuestros -dice el mayoral de pie y con la hoz en la mano al ver al caballista coger un látigo. Se levanta la cuadrilla con las hoces dispuestas.

-Bueno, dejaros de historias y a trabajar inmediatamente.

-Lo haremos al término del almuerzo -añade con firmeza el mayoral.

-¡Ah, si! Esas tenemos. Ahora mismo os denunciaré a la Guardia Civil.

-Haga usted lo que tenga que hacer.

Da vuelta al caballo y, también al galope, se encamina al cuartelillo de los civiles. Mas como está en otro pueblo que dista varios kilómetros tiene tiempo de reflexionar en lo que ha hecho. Intuye que ha llevado su furia demasiado lejos. Mas no puede dar marcha atrás ahora. Ni consentir que unos jornaleros se le rebelen. En esto recibirá, sin duda, el apoyo de los propietarios. La Guardia Civil tomará nota del nombre del revoltoso mayoral y le zurrará bien la badana. En cuanto a Argimiro 'El Modorro'' le tenía ya mas que harto. Sabía de sus secreteos con el ama. ¿De qué iba a saber ella si no se lo cuenta el Modorro de sus aventuras amorosas? Y, además, el papel está seguro que ha llegado a poder de su mujer por el mismo conducto: el chivato de su criado. 

Es cierto que, así, echándolo de casa se ha hecho un enemigo que sabe muchas cosas de él. No le importa. Nada. Él es don Luis, señor del palacio de Los Delgadillos. Y no hay mas que hablar. Y si su esposa vuelve a abrir la boca, se la tapona de un sopapo. Ya es hora de que se sepa quien manda en casa y quien lleva los pantalones en la mansión de Los Delgadillos. Que a nadie le quepa la menor duda.

Con la vista nublada por el mucho vino trasegado y dando traspiés se acerca al hueco de la escalera. Mira arriba.

-Na, que no viene.

(proseguirá)

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