viernes, 7 de septiembre de 2012

Muerte en la bodega de Los Delgadillos (D)-1ª parte-


Muerte en la bodega del Palacio de Los Delgadillos de Fuentespreadas
(primera parte)

4. Las dos amigas y 'El Lorito'

La relación de Delfina con Angustias fluyó de una manera natural debido a la ubicación de ambas en familias ricas. Los prejuicios de la abundancia se dan en todas las sociedades por pequeñas que sean. La habitación de un ser, desde la mas tierna infancia, en ambientes del mismo nivel de riqueza moldea los espíritus de tal modo que arrasa, en general, las diferencias personales; o por lo menos propicia el entendimiento de las gentes de esa clase. Del mismo modo, la coexistencia en la pobreza, en habitáculos estrechos, en la escasez, iguala las conciencias de los habitantes de ese nivel y choca con el contrario. Así, ambas mozas, niveladas en su personalidad por la procedencia de clase se entendieron muy bien, llegando su trato a adquirir categoría de amistad. Pasaban el tiempo o bien en una casa o en la otra. Y como sus moradas estaban equidistantes de la iglesia parroquial, en ocasiones se citaba allí para efectuar labores de limpieza o adorno del templo. Hay que decir que, a este tipo de distraciones, era mas proclive Angustias que su amiga. Porque, aunque la riqueza, la abundancia, las nivelaba, no tanto como para definirlas como dos gotas de agua, había diferencias entre ellas, por ejemplo: una era devota de San Cristobal, santo patrón de la iglesia de Fuentespreadas y la otra de Nuestra Señora del Rosario.

Tenían marcadas otras divisiones pero eso te lo diré mas tarde.

Lo cierto es que el tiempo pasó y no hallaron mozo con el que casarse, ya que el hecho de ser ricas era ya, de por si  una barricada para muchos de los jóvenes del pueblo; jóvenes que no se atrevían a cortejarlas al contemplarlas, como las miraban, fuera de su órbita, volando en otra galaxia. Si a esto se añadía que, sus figuras, como hembras, no eran lo que se dice muy muy agraciadas; pues la una, Delfina, estaba, según la comparación popular, planchada; es decir: no tenía, al menos a la vista, pechera pronunciada; a la otra, Angustias, con la tez muy pálida, la enfermedad le jugó malas pasadas.

Eso si, había otras diferencias: Delfina tenía un carácter áspero, un tanto marimandona; gustaba de la literatura sobre todo la poesía; su amiga, por el contrario, por no ofender no hablaba con las gentes y, aunque no leía mucho, le gustaba oír los poemas que su amiga recitaba. Por lo demás, se decía que eran mozas viejas que estaban ya para vestir santos; y eso es lo que hacían, Angustias sobre todo, adornar las figuras de la iglesia.

Conocía Angustias a Luis 'El Lorito' por ser sacristán. Sin haber intercambiado apenas  palabra con él, ya que su estancia en la cárcel le predisponía a cierto recelo. Hasta que, un poco acicateada por don Gregorio el cura, comenzó a pensar en la posibilidad entablar conversación a fin de verlo como un ser humano normal, como un hijo de Cristo, libre de las telarañas que lleva tras de si el hecho de haber sido acusado de robo; delito del que, después se demostró, fue falsamente involucrado. Luis, un día que se encontraba solo con ella, en la sacristía, preparando ramos de flores para colocarlos en jarrones al pie de las imágenes, al ver que se tropezaba la cogió del brazo; pidiéndole, de inmediato, perdón por su atrevimiento, su intención no había sido, en modo alguno, el molestarla. Ella disculpó ese gesto y le dio las gracias por no dejarla caer. Entablaron una conversación de lo mas banal sobre cosas de la iglesia. Fue el comienzo de una relación que terminaría cuando, a pocos meses de casarse, la enfermedad retornó mas virulenta y murió.

Luis 'El Lorito' sintió mucho la muerte de Angustias. Lloró desconsoladamente y se encerró en casa de sus padres durante varios días. 

A su manera llegó a quererla. No con un amor puro, no. El cariño aparecía envuelto en la casa grande de los padres de ella, única heredera; forrado de tierras y de ganados y de árboles frutales y viñas. El fallecimiento de su novia fue la muerte de todo. 

Su voz suave, su  timidez, unido a su riqueza al alcance de la mano, se le metieron tan dentro que al quebrársele sintió un desgarrón de entrañas y lo anonadó. Y es que, por mas que hizo, no consiguió salvarla. Le llevaba agua de la Fuente del Caño y hojas de negrillos recordándole las tardes de paseo por esos lugares y animándole a superar la dolencia. Ella sonría. O bien se arrodillaba delante del altar de San Cristobal prometiéndole mil cosas si salvaba a su novia. Promesas que le contaba a la enferma. Esta asentía ofreciéndole una sonrisa. Desde el mirador de la iglesia recorría su vista las tierras que aparecían ese septiembre como una alfombra de remiendos verdes. Era la dulce otoñada que a Luis le resultaba amarga. Por doquier mirara allí aparecía una finca de Angustias. Y era a Angustias a quien veía. Angustias que se iba. Y no podía retenerla. Tentado estuvo de tirarse mirador abajo. Varias veces.

Argimiro 'El Modorro' lo visitaba todos los días. Lo consolaba. Lo animaba a salir a fuera, a la calle, a comprobar que la tierra, el mundo... seguía su curso. 

Sabía que su amigo tenía razón pero se consideraba derrotado. Necesitaba pensar, hallarse a si mismo; y el hogar de sus padres no era el lugar mas apropiado para esas intimidades. A cada movimiento su madre chocaba con él. El ruido de la poca loza se amplificaba en el espacio reducido de la cocina. Si se echaba en el camastro al poco casi no podía respirar por el humo de la lumbre del hogar, cuya chimenea no tenía capacidad para expulsarlo y se extendía por toda la estancia. Si su padre venía del huerto familiar o de ganar el jornal, contratado para alguna labor del campo, la casa se volvía aun mas pequeña. Hasta las caricias de la madre llegaron a irritarle y los reproches de su padre lo hacían iracundo. Por todo ello, al cuarto día, por la mañana, se acercó a la iglesia. Allí, en el silencio del templo, con el olor del incienso y el sonido de las campanillas movidas por los monaguillos puede pensar. Lo miran, si, las feligresas. Las beatas se compadecen de él. Pero no le importa. Había aprendido a cerrar el rostro a las influencias externas para que nada trascendiera fuera de lo que él deseaba. Fiel aprendiz del párroco quien escondía sus sentimientos tras una leve sonrisa.

(proseguirá)

No hay comentarios: