jueves, 6 de septiembre de 2012

Muerte en la bodega de Los Delgadillos (B)-1ª parte-


Muerte en la bodega del Palacio de Los Delgadillos de Fuentespreadas

2. Trabajo y amor de Luis 'El Lorito'

Al día siguiente, Pedrito continuó narrando de la manera que pongo a continuación, mas o menos, la historia de Luis 'El Lorito'; digo mas o menos porque han pasado muchos años y la memoria con el paso del tiempo se deteriora, por lo menos la mía:

-Luis 'El Lorito' vivió varios años en casa del cura párroco don Gregorio. Le ayudaba en asuntos de la Iglesia: arreglar figuras de santos, vírgenes y cristos, limpiaba el templo con las beatas, incluso tocaba o repicaba las campanas. Era un sacristán oficioso y eficaz. 

El párroco, unas semanas después de salir de la cárcel, lo envió a Zamora a casa de unos anticuarios con el fin de  tenerlo alejado del pueblo y, de paso, para que se empapara de su comercio de antgüedades. De esa manera el mozo adquirió conocimiento de lo que era valioso de verdad y no falsas imitaciones. Cuando volvió poseía suficiente sabiduría para discernir por qué pieza convenía pujar para comprarla y hasta cuánto; y que antiguedades no eran siquiera dignas de perder el tiempo y el dinero por ellas. Para empezar fue recorriendo casas de su pueblo con el objetivo de atisbar tesoros que, para el dueño de la casa, no valían un pimiento. Pero no se quedó ahí, recorrió los pueblos del entorno y, como era ayudante del párroco, se entrevistaba con los curas para ver si pudieran ser posibles suministradores de figuras de las iglesias. Miraba los templos. Y, a veces, se detenía a contemplar piezas casi carcomidas observando la reacción del párroco. Así palpaba la sensibilidad del cura captando si le parecían despreciables o no y le ofrecía precio según a la conclusión que hubera llegado. Algunos se resistían a vender algo que no era suyo. Mas otros se dejaban agasajar fácilmente. Como se había introducido en el mundo de los anticuarios sabía colocar los objetos mal adquiridos o robados de manera que, en un santiamén, desaparecían de la circulación para adentrarse en circuitos semiclandestinos que recorrían miles de kilómetros alejándolos del lugar donde podían ser conocidos. Era un negocio que, al cura y la sobrina, reportaba buenos beneficios. 

De la iglesia de Fuentespreadas y de otras cercanas, amén de piezas de labradores, se podrían, sin duda, ver en la otra punta de España y también pasaron al extranjero. 

Luis 'El Lorito' se daba cuenta que se estaban a provechando de él. Recibía, eso si, una parte mínima de los buenos cuartos que las antigüedades reportaban. Al principio quedó satisfecho pues, como un plus, además, a ratos yacía en tálamo, casi clandestino, con doña Fidelia. 

Mas cuando don Gregorio lo tubo bien atado de raterías anticuarias consideró que era ya el tiempo que debía irse de su casa; pero sin que se sintiera herido por ello. No le convenía que se enfadara. De modo que comenzó a sondear a varias feligresas solteras en el confesionario y fuera de él con el fin de hallarle una compañera con la que pudiera casarse. Maniobra que no le pasó desapercibida al 'Lorito' educado, como estaba, en el arte del disimulo, del paso silencioso y del escuchar conversaciones ajenas. Arte que, en el templo, realizaba divinamente don Gregorio. Otro arte o artimaña que llegó a manejar a las mil maravillas fue el lanzar mensajes aparentemente inofensivos pero que llevaban un veneno que se metía de inmediato en las víctimas. 

Él, por su cuenta, y con el arte que antes te indicaba, tanteó a una de las devotas de San Cristobal, patrono de la iglesia de Fuentespreadas, Angustias, que, además de rica heredera, se sabía que moriría pronto. Con lo cual, pensó, si lograba casarse con ella, heredaría una fortuna. Algo había avanzado el exseminarista en la conquista de la fortaleza pero, cuando el párroco comenzó su labor de zapa, la beata se abrió, como los pétalos de una flor, a los requiebros y zalamerías de Luis, el hijo de Eufrasia y Teodomiro.

Tanto que dejó la casa del cura y se fue con sus padres sin abandonar por ello la iglesia a la que acudía muy de mañana y se postraba de hinojos ante el altar para agradecer al santo San Cristobal los frutos obtenidos de su devota Angustias. Pronto fue presentado a los padres de ella que dieron su parabien. Y todas las tardes la iba a buscar a su casa, paseaba con ella por los alrededores de la Fuente del Caño y se metían en la negrillera para ocultar a miradas ajenas sus arrullos de amor; desembocaban mas tarde cogidos de la mano en la iglesia a rezar el Santo Rosario. 

La chica pareció rejuvenecer, reía y cantaba y le salieron colores rosados en las mejillas que antes tenía macilentas.

Por las mañanas, Angustias, se acercaba a ver a su amiga Delfina Delgadillo, otra rica heredera del pueblo a la que le contaba lo feliz que era, encareciendo de paso las virtudes de su querido Luis. Su amiga, una moza culta, le aconsejaba que contuviera su entusiasmo, que no tuviera prisa en acudir a la coyunda, que meditara sus pasos. Lo decía porque sabía de las habladurías sobre el tal 'Lorito'. Aunque, ella, de una manera objetiva, no veía con malos ojos al mozo: alto, fuerte, rubio, educado, religioso. 

¡Eso si, de familia pobre!

Angustias escuchaba a su amiga y le oía recitar a San Juan de la Cruz, a Fray Luis de León, a Santa Teresa... Y se marchaba a la hora de comer riendo, cantando y recitando eso de: ' Buscando mis amores / iré por esos montes y riberas; / no cogeré las flores, / ni temeré a las fieras, / y pasaré los fuertes y fronteras.' 

¡Qué feliz se encontraba!

Así siguió la vida diaria de esta devota de San Cristobal. Mes tras mes. El mozo ya entraba en casa de la novia por lo que los padres vieron conveniente concretar la fecha de la boda para no dar alas a las lenguas viperinas. Y así hicieron: en cuatro meses se casarían: el 15 de septiembre.

¡Ay, pero el Destino tenía otros planes! Poco antes de la boda se puso enferma y en dos semanas murió.

-Otro día te sigo contando. Tengo ya que uncir las mulas para ir a trillar a la era. El Juncal me espera.

(proseguirá) ---

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