sábado, 8 de septiembre de 2012

Muerte en la bodega de Los Delgadillos (G) -2ª parte-


Muerte en la bodega del Palacio de Los Delgadillos de Fuentespreadas
(Parte segunda)

7. Conquistando la fortaleza

-Esta parte del relato -me dijo Pedrito- es, en muchas partes, imaginación del pueblo. Que la ha hilado con hechos comprobados y medias verdades.

Un día, Luis, esperó a la entrada de la bodega a Remigia, la mujer del carpintero con la que tenía amoríos. Como tardaba bajó los escalones, abrió la espita de una cuba y se llenó una jarra. Hacía mucho calor. No solo él, en el corral las gallinas se refugiaban en las sombras, ahuecaban las alas y abrian el pico, los bueyes, las vacas y la burra hacían lo propio: Los cerdos en sus pocilgas gruñían suavemente. Tenía sed. Bebió un trago. Al hacerlo recuerda la primera vez que, como marido de doña Delfina, bajó a la bodega. No se le olvida que gritó con ganas, con la fuerza del que se considera libre de alguna opresión:

-¡Esto es mío! ¡Sí! ¡Siiiiiii!

¡Cuánto tiempo! ¡Ya diez años! Quién lo diría. Todo empezó cuando ella se le acerca a preguntarle que cómo se encuentra tras la muerte de su novia.

-¿Cómo quiere que me encuentre? Mal, muy mal.

-Comprendo. La querias mucho, ¿no?

-Ya lo sabe usted. Ella se lo contaría.

-Si. Me hablaba mucho de ti. Estaba tan ilusionada...

-Pensábamos hacer muchas cosas. Y ahora... -y se le rompió la frase.

-Tranquilo. Lo superarás encontrando otra que te quiera.

-¿Usted cree?

-No me cabe duda. Un mozo como tu... guapo, educado, prudente...

Le costó al 'Lorito' romper la barrera de la indiferencia de doña Delfina. Un hecho luctuoso fue crucial en las relaciones de ambos, aunque Luis no llegó a captarlo: la muerte del padre de Delfina. A partir de ese día, ella, por las noches, notaba la soledad oprimiéndole las sienes. Se hacía preguntas sobre su destino, sobre el paso inexorable del tiempo. El éxodo de golondrinas y vencejos le produce tristeza. Estaba sola. Luis 'El Lorito', con la ayuda de su amigo Argimiro, fue escalando peldaños hasta la ocupación completa y definitiva del territorio. Mas para ello tuvieron que aventurarse a una acción que, por poco, le cuesta la vida. Como Luis comprobase que sus relaciones no pasaban, eso pensaba, de las charlas frías, cordiales, prendieron fuego a la tenada del corral donde se guardaba, además de heno y leña, los manojos, que confeccionan trenzando los sarmientos de las cepas. Era un material altamente combustible que podía propagarse a las casas contiguas e incendiar el pueblo. Luis, surgido de improviso y como de la nada, se involucró tanto en apagar el fuego que un madero ardiendo le dio en la cabeza perdiendo el sentido. Entre alguos vecinos lo sacaron de alli. Cuando recobra la conciencia se halla en el zaguan del Palacio de Los Delgadillos y doña Delfina lo atendía. Lo primero que hizo fue preguntar por el fuego.

-Ya está apagado -responde el ama.

-La gente se ha portado muy bien haciendo una cadena de herradas llenas de agua...

-Pero la contribución tuya ha sido esencial. Y por poco te cuesta la vida.

-He cumplido con mi deber.

-De eso nada. Has arriesgado la vida y no merecía la pena. Le tenada se puede rehacer.

-O sea  que nos hemos expuesto por nada.

-No, no es eso. Quiero decir que no vale la pena morir por una tenada. Pero yo te lo agradezco. Si te hiubiera pasado algo... -y comenzó a llorar.

-No llore -y le acarició la cara.

Entonces ella lo abrazó.

(proseguirá)

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