sábado, 8 de septiembre de 2012

Muerte en la bodega de Los Delgadillos (I) -2ª parte-


Muerte en la bodega del Palacio de Los Delgadillos de Fuentespreadas
(segunda parte)

9. Don Juan T. y la Remigia

-Pues si: ¡yo soy don Luis! -gritó y el eco 'don luis' resonó por toda la bodega lo que le hizo darse cuenta de donde se encontraba. 

Miró el reloj. La moza se retrasaba. 

Bebió un trago de vino de la jarra. El líquido se adhería a las paredes del paladar antes de trasegarlo. La lengua recorría la boca regustándose de cada molécula de ese fluido de dioses

-¡El vino divino! -y rió de la rima.

El silencio siguió a su verso. Completo. Total. Arriba de la bodega, en el corral, una gallina comenzó a cacarear, escandalosa, para que se enterara el gallinero de que había puesto un huevo. Tendría que buscar a ver donde tenía el ave escondida su nidada. 

Miró al techo de bodega. En la semioscuridad se veían los murciélagos colgados del techo. 

-No viene. Mucho don Luis... Mucho don Luis querido, pero no acude.

La masa negra de murciélagos se movió ligeramente, como en la bodega de don Juan T. Fue allí donde la conoció. A la moza que esperaba. Recuerda que, por entonces, estaba metido ya de lleno entre los ricos del pueblo. Era, por lo tanto, don Luis con derecho propio. Para subrayarlo le había invitado a su bodega, ¡ahí es na!, don Juan T. Se sentía orgulloso. Es que don Juan T. era admirado y respetadísimo en el pueblo y en todos los pueblos y aldeas del contorno y hasta en Zamora capital. Rico, guapo, bien vestido, educado, simpático... Un dechado de virtudes. Se le conocían relaciones con numerosas mujeres de numerosos pueblos. Nada mas llegar -se decía- jinete en su yegua blanca, a la fiesta de una localidad, las mujeres suspiraban por don Juan T. Sin ir mas lejos, allí mismo, en Fuentespreadas, tenía hijos con dos mujeres y amores con otras; pudo comprobarlo Luis en aquella bodega. Charlaban entre trago y trago de vino, cuando se oyó, arriba, en la puerta de la bodega:

-Don Juan. Soy  Remigia. Puedo bajar.

-¡Vaya! -exclamó el aludido a su contertulio- Ya está aquí esta. Ahora que no tengo ganas.

-¿Remigia, la mujer del carpintero?

-La misma.

-Es hermosa.

-Y calentorra -añadió- ¿Quieres que baje?

Luis no dijo nada pero don Juan T. gritó:

-Baja, baja. Estoy con un amigo.

-Entonces, otro día, señor.

-¡No, coño, baja! Lo conoces y te gustará tratarlo.

La moza se acerca a ellos, se sienta y bebe. Don Juan pretexta excusa para ausentarse y se va a su casa. Hablan Remigia y Luis, se acercan, se tocan, se excitan y follan, mientras los murciélagos se mueven tímidamente.

-Empero, ahora, no aparece, la hija puta.

(proseguirá) ---

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